Un Escritor en Guerra. Vasili Grossman en el Ejército Rojo, 1941-1945, de Vasili Grossman
Aquellos que hayan leído Vida y Destino, una obra que, a medida que pasa el tiempo, más se consolida como la obra maestra de la literatura rusa de la segunda mitad del siglo XX (y que les recomiendo vivamente), pueden haberse preguntado cómo es que Grossman pudo trazar un retrato tan exacto de la población rusa en guerra, no sólo la extrapolable de su vida corriente, sino la de los soldados combatientes en Stalingrado, y cómo pudo transmitir su vida en combate con tanta viveza.
La respuesta de que fue corresponsal de guerra no es suficiente. Hubieron otros corresponsales, y no tuvieron la misma profundidad de visión. El genio literario de Grossman aporta pistas, pero no sobre el nivel de extremo detalle que reflejó en su obra.
Leyendo este libro, que Beevor y Vinogradova han elaborado con las propias palabras de Grossman (en su obra literaria, pero sobre todo en sus artículos y, más importante, en sus cuadernos de notas) queda claro que Grossman no sólo fue corresponsal de guerra, sino un excepcional corresponsal de guerra.
Grossman fue un periodista "empotrado" en las unidades combatientes, mucho antes de que se inventara el término, pero no radica ahí su secreto. Lo cierto es que se dedicó en cuerpo y alma a su trabajo, y en él se mostró tan brillante que los militares se sorprendían de que gente normalmente taciturna se prestase a hablar con él durante horas. Y sorprendió a sus superiores (a veces causando cierta inquietud) que los soldados de todos los frentes consideraran que era el único que les retrataba fielmente a ellos y a la guerra.
Grossman estuvo en esta tarea desde la invasión alemana (cuando fue rechazado para el ejército por motivos físicos) hasta la caída de Berlín. Estuvo en lo más crudo de la batalla de Stalingrado (aunque, amargamente para él, fue relevado poco antes del triunfo soviético), y se separó muy pocas veces del frente de combate (un par de ellas por lo que hoy llamaríamos estrés postraumático o fatiga de combate, principalmente tras descubrir Treblinka y lo que se había hecho allí).
Pero el interés de Grossman no estaba en los grandes movimientos militares. Donde mejor se nos revela es en el retrato del hombre común, y su visión es enormemente perceptiva. No ahorra en sus notas la repulsión que le produjo el comportamiento del Ejército Rojo con la población alemana, algo que le podía haber costado muy caro (como mantener esos cuadernos de notas, por otra parte: estaban prohibidos todo tipo de diarios y anotaciones, y si bien el primer motivo para ello hubiera podido ser el contraespionaje, la NKVD juzgó sumarísimamente a aquellos que los tenían, aunque no contuvieran información militar), y aunque procede con precaución en sus anotaciones, no deja de haber una crítica velada hacia el estalinismo y, sobre todo, ante el desperdicio de vidas humanas que produjeron las políticas de "ataque Continuo" y "ni un paso atrás" promulgadas por el mismo Stalin.
En suma, tenemos un monumento del género, y un detallado y humano relato de la cotidianeidad de la vida en guerra, con imágenes emotivas y tremendas, con anécdotas y humoradas a veces. Siempre, con el sacrificio de unas gentes por una causa, en lo que se intuye un heroísmo más auténtico que el oficial.
Todo ello le sirvió a Grossman de bien poco. De mucho, si consideramos que fue el material de base para su obra maestra literaria, pero en cuanto a su vida, no le reportó ningún beneficio. No fue bien visto que un judío fuera el mejor corresponsal, el más cercano a los soldados. Cuando la época del sacrificio personal pasó, Grossman fue apartado, en beneficio de escritores más afines a los grandes hombres conductores de tropas, por encima de todos ellos Stalin. A la larga, fue censurado por las autoridades literarias y políticas y, sin ser condenado (algo que no sucedió hasta la desestalinización debido a su Vida y Destino), nunca gozó del favor del régimen, ni tuvo jamás un privilegio ni especial ni común. Sus artículos de guerra eran los mejores, pero había una nota incómoda en ellos (a pesar de que eran modificados por el director del periódico para su publicación) respecto a la ideología dominante. Había demasiada humanidad y poco socialismo, demasiada individualidad (de los soldados) y poco pensamiento colectivo. Y, tal vez peor, eran tan buenos que podían resultar influyentes para los lectores, algo que era muy sospechoso para un poder cuyo objetivo era controlar, precisamente, pensamientos y acciones de sus ciudadanos.
(A Writer at War. Vasily Grossman with the Red Army 1941-1945)
Ed. Crítica, col. Memoria Crítica
Barcelona, 20062 [2005]
Edición de Antony Beevor y Luba Vinogradova
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