Traidor en el Infierno, de Billy Wilder

SESIÓN MATINAL 

(Stalag 17); 1953

Director: Billy Wilder; Guión: Billy Wilder, Edwin Blum, basado en la obra de teatro de Donald Bevan y Edmund Trzinski; Intérpretes: William Holden (Sargento J. J. Sefton), Don Taylor (Teniente James Dunbar), Otto Preminger (Coronel von Scherbach), Robert Strauss (Sargento Stanislaus "Animal" Kuzawa), Harvey Lembeck (Sargento Harry Shapiro), Richard Erdman (Sargento "Hoffy" Hoffman), Peter Graves (Sargento Price), Neville Brand (Duke), Sig Rumann (Sargento Johann Sebastian Schulz); Dir. de fotografía: Ernest Laszlo; Música: Franz Waxman.

En su día, esta película fue presentada como una comedia desternillante, una especie de película de los Hermanos Marx situada en un campo de prisioneros alemán. En realidad, se trata más bien de una tragicomedia. El elemento jocoso era de esperar en un guionista y director como Billy Wilder, capaz de hacer comedia de cualquier elemento trágico que se le plantara por delante, pero tengo que decir que, en mi opinión, esa presentación como una película hilarante perjudicó más que benefició a la película (y probablemente Wilder no tuvo nada que ver en ello; son los departamentos de publicidad y mercadotecnia los que se creen más listos que nadie).
Si la ven, descubrirán que están ante una de las grandes películas sobre campos de prisioneros (compartiendo primacía con La Gran Evasión), en tanto que obra coral; otra cosa sería el mismo género a nivel individual, en el cual no hay duda de que la palma se la lleva La Gran Ilusión.
El argumento es típico: en un barracón de prisioneros ocupado únicamente por sargentos, Sefton es un emprendedor: negocia con los alemanes, con quien se le ponga por delante, y obtiene beneficios en el campo que le hacen la vida más agradable, la dieta más variada e incluso alguna visita ocasional al barracón de las prisioneras rusas. No tiene la menor intención de jugarse la piel en una fuga, y no la tiene incluso aunque pudiera tener éxito. Para que volvieran a meterlo en una unidad militar a combatir en otro lado, prefiere esperar el fin de la guerra sentado en su camastro.
En este orden de cosas, el fracaso sucesivo de los intentos de evasión, y el hecho de que los alemanes parecen saber lo que sucede en el barracón antes que alguno de sus ocupantes es motivo de sospechas, y el cabeza de turco más evidente (tal vez demasiado evidente para lo que el sentido común determina, pero los prisioneros son impulsivos) es Sefton. Tras recibir una paliza de sus compañeros, Sefton acaba de adquirir un objetivo en su vida: descubrir al auténtico traidor.
Que Wilder es un gran director no es decir nada nuevo; que incluso era mejor guionista que director, hasta cierto punto, tampoco. El tempo de esta película está perfectamente calculado para que sucedan cosas en el momento en que han de suceder, para que la tensión se acumule, y  para que los momentos de comedia (que la hay, y mucha, llevados adelante sobre todo por un Robert Strauss como "Animal" espléndido, y por el nunca bien ponderado Sig Rumann) se intercalen con los de tragedia aliviando al espectador y preparándolo para una nueva carga de incertidumbre y de riesgo en pantalla. Una ambientación cuidada y una interpretación individual y colectiva más que correcta hacen el resto, y todo junto suma una película que roza lo genial.

Tráiler:

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