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La Por del Porter davant del Penalty, de Peter Handke

(Die Angst des Tormanns beim Elfmeter)
Eds. 62, col. El Balancí
Barcelona, 1974 [1970]

Josef Bloch, exportero de fútbol, es despedido del trabajo. Emprende entonces un vagar que inicia un proceso de autoalienación, de distanciamiento de la realidad. Como si lo que le rodea no fuera sino un mundo irreal en el que se ve inmerso, asesina a una taquillera de cine después de pasar la noche con ella. Acto seguido, emprende la huida hacia el sur, hacia un pueblo fronterizo, donde se dedica a esperar, o más bien, a recorrer este mundo ajeno a él, hasta que se produzca su descubrimiento y arresto, que, trasciende al lector, es inminente.
Esta novela corta solipsista no tiene nada, o muy poco, de criminal, y un mucho de monólogo interior en el que Bloch llegará a un análisis y despiece de la realidad casi obsesivo. Novela en la que todo es imprescindible, incluyendo el título, metáfora de la inmovilidadde la espera del propio Bloch, metáfora también de la distorsión del tiempo y los detalles cotidianos que se produce en esta espera hasta el chut final del penalty, es decir, su arresto definitivo (o incluso, símbolo dentro de símbolo, del final de su vida).
He mencionado el adjetivo "solipsista", y no creo que haya otro más apropiado para El Miedo del Portero al Penalty. Desde luego, no es existencialista, puesto que Bloch ni se plantea la contemplación del mundo desde sus actos. Sólo desde el análisis que realiza él del mundo, de forma cada vez más minuciosa, pero también más desconectada de la realidad y del tiempo. En este viaje interior, Handke nos lleva a un desconcertante a veces, extraño siempre, discurrir de una mente que no nos atrevemos a calificar que haya rebasado el límite de la cordura para entrar en la psicopatía. Tal vez, si acaso, en lo frágiles que son las ataduras que nos ligan a nuestra relación social y al mundo que nos circunda.

Portada y sinopsis

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La Playa de los Ahogados, de Domingo Villar

(A Praia dos Afogados)
Ed. Siruela, col. Nuevos Tiempos, serie Policiaca
Madrid, 20092 [2009]

En esta segunda salida literaria del inspector Leo Caldas (la primera es Ollos de Auga/Ojos de Agua) encontramos un personaje ya firmemente asentado en su entorno, un Vigo urbano pero, a la vez, marinero y rural.
En una playa, el mar devuelve a tierra el cadáver de un ahogado, rápidamente desmentido como suicida, un muerto que a su vez remite a un naufragio ocurrido años antes con un patrón de pesca muerto y tres supervivientes, uno de los cuales es el muerto que ha aparecido con las manos atadas. Y a un muro de silencio que rodea a ese suceso lejano.
Las cualidades que apuntaba Villar en su primera novela se ven en esta confirmadas con claridad. Leo Caldas se incrusta en su entorno, las gentes que componen esta Galicia que oscila, por una parte, entre la modernidad forzada y por la que se paga un precio no deseado y, por otra, los oficios tradicionales que, en suma, conforman el carácter social de su población; estas gentes adquieren, por fortuna, una entidad propia que ya hacen de esta literatura distintiva y, a la vez (mérito del autor), atractiva.
El entorno del inspector Caldas está ya trazado con claridad. Su ayudante sigue siendo un acémila, pero lo es de forma menos caricaturesca. La trama es espléndida y Villar la desarrolla con honestidad hacia el lector. Pervade un sentimiento de naturalidad, de realidad en esta novela, y todo ello en conjunto la convierte en una de las mejores escritas en España dentro del género.
Si esto es una confirmación de algo que se insinuaba ya en Ollos de Auga, ¿qué se puede esperar de Villar? Que no se duerma en los laureles. Leo Caldas es un personaje potente en un lugar con una idiosincrasia propia, y es un conjunto que me hace desear más, con la misma o superior calidad. Para mí, Leo Caldas ya está en mi imaginario de la novela negra galaico-española. Siento curiosidad por conocer el resto de su historia, de su vida, y por ver cómo interaccionará con ese entorno y sociedad. No es poco, y si esa magia no se pierde, tendremos aquí una serie adulta, seria y tremendamente digna que será mucho más que satisfactoria. Que así sea.

Portada, sinopsis y fragmento en castellano
Portada y sinopsis (en gallego)

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All That Jazz, de Bob Fosse

SESIÓN MATINAL

(All That Jazz); 1979

Director: Bob Fosse; Guión: Robert Alan Arthur y Bob Fosse; Intérpretes: Roy Scheider (Joe Gideon), Jessica Lange (Angelique), Ann Reiking (Kate Jagger), Leland Palmer (Audrey Paris), Ben Vereen (O'Connor Flood), Cliff Gorman (Davis Newman); Dir. Fotografía: Giuseppe Rotunno; Música: Ralph Burns; Dir. de Producción: Philip Rosenberg y Tony Walton; Montaje: Alan Heim.

Siempre he pensado que si Ingmar Bergman hubiese dirigido un musical, éste hubiera sido All That Jazz. Hecho de contrastes, no hay ninguna película del género tan introspectiva como esta. Y su protagonista no es tal. En realidad, quien protagoniza esta cinta es la muerte (y no sólo la personificada por Jessica Lange). Presuntamente autobiográfica (hasta donde puede llegar la biografía cuando se introduce en la ficción, claro está), asistimos a un viaje en el curso de la enfermedad del director/protagonista, un magnífico Roy Scheider que demostró de una vez por todas que era un actor sin esas limitaciones que otros le atribuían; una visita a sus peripecias vitales, mero paso hacia su destrucción final, que parece voluntaria o involuntariamente deseada, hasta la apoteosis musical como es la misma muerte física.
Realizada con el gusto y la innovación habituales en Fosse, este estudio sobre el eros y tánatos se reviste de tranquilidad para mostrar, en definitiva, que la vida son cosas insignificantes que tienen importancia sólo para los implicados, que la obra es más importante que el individuo y que, si lamentamos dejar algo atrás, no es nuestra vida sino aquello que se ha interseccionado con ella.
Impresionantes números musicales: "Bye, bye, Life" (y no "Love"), "On Broadway", "Everything Old Is New Again" y muchos otros.
Gran estructura aliterativa con una magnífica banda sonora y un conjunto cuyo mayor mérito es el de parecer vivo. Aun cuando trate de la muerte; o precisamente por ello.

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A New Christmas Carol, de Arthur Machen

En Christmas Ghosts
Robinson Publishing
Londres, 1987 [1924]
Editores: Kathryn Cramer y David G. Hartwell

Por seguir la británica tradición de explicar cuentos de fantasmas por Navidad, este año les propongo este Un Nuevo Cuento de Navidad, de un autor, Arthur Machen, conocido por ser uno de los grandes de la ficción macabra y uno de los mejores del género, aunque en este caso su objetivo no sea el terrorífico sino el humorístico.
Este relato sigue los pasos del Cuento de Navidad de Dickens, con un Scrooge vuelto a la vida y al mundo, persona alegre, generosa y llena de bondad tras la experiencia de las Navidades pasadas (aunque, nos dice Machen, tal vez la conversión se ha hecho un poco extrema: Ebenezer Scrooge se muestra demasiado chafardero en las vidas de los demás, aunque sea sólo en búsqueda de una ocasión para ayudarlos). Por ello, es una gran sorpresa para él que en Nochebuena, «el aire se hiciera helado y amargo, la puerta se abriera y una vaga pero terrible forma se perfilara en el umbral.
»─Sígueme ─dijo la figura.»
Scrooge recorre las calles, en las que los comercios empiezan a cerra antes de hora por falta de clientela, se introduce entre las gentes que se saludan y felicitan con ánimo, pero resulta evidente que no son felices: marcas de preocupación se reflejan en sus rostros, arrugas que cuentan de problemas pasados y ansiedades futuras.
Todo ello preocupa a Scrooge, pero se anima cuando piensa que todo quedará reparado en la comida de Navidad con su sobrino Fred y el resto de su familia. Llama y llama a su puerta, pero nadie responde hasta que una vecina le informa que el señor Fred y su esposa están comiendo en una taberna, mientras que a los niños los han mandado a Eastbourne.
«─¡Comer en una taberna el día de Navidad! ─murmuró Scrooge─ ¿Qué terrible destino es este? ¿Quién es tan mísero, tan desolado, como para comer en una taberna el día de Navidad? ¡Y los niños enviados a Eastbourne!
»El aire se hizo brumoso a su alrededor. Le pareció oír cómo desde una gran distancia, la voz del Pequeño Tim decía: "¡Dios nos ayude a todos!"
»De nuevo el Espíritu se irguió frente a él. Scrooge cayó de rodillas.
»─¡Terrible Fantasma! ─exclamó─ ¿Quién y qué eres? Habla, te conmino.
»─Ebenezer Scrooge ─replicó el Espíritu en tono ominoso─. Soy el Fantasma de las Navidades de 1920. Conmigo traigo el apremio de pago de la Comisión del Impuesto sobre la Renta.
»El cabello de Scrroge se erizó cuando vió las cifras. Pero cayó cuando distingió que la aparición tenía patas como las de un gato gigantesco.
»─Mi nombre es Piedegato. También soy llamado Ruina y Desesperación ─dijo el Fantasma, y se desvaneció.
»Con eso, Scrooge se despertó y apartó los cortinajes de su cama.
»─¡Gracias a Dios! ─exclamó de corazón─. ¡No era más que un sueño!»

Feliz Navidad a todos.

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Puro Humo, de Guillermo Cabrera Infante

(Holy Smoke)
Ed. Alfaguara
Madrid, 20002 [1985]
Trad. del autor e Íñigo García Ureta

Este es un texto divertidísimo, aliterativo, juguetón, ensayístico, narrativo y poético, sobre el tabaco, pero sobre todo sobre el puro, habano o no. En una época en la que no tanto el tabaco como el fumador ha sido estigmatizado hasta niveles histéricos (hasta el punto, idiotez sobre idiotez, de sustituir la pipa de monsieur Hulot/Tati por un molinillo de juguete), Guillermo Cabrera Infante realiza un homenaje al hombre-chimenea y a todo un fenómeno que, se quiera o no, es cultural.
Por fortuna, esta vez el premio Cervantes no se retrasó y le fue concedido. Merecidísimo, no sólo por su calidad literaria sino por su voluntad de experimentación con el lenguaje y por el juego continuo que ejerce con éste.
Se puede decir con toda tranquilidad que este ensayo sobre el tabaco trasciende al mero escrito histórico o analítico para introducirse, por estilo y discurso, en el terreno literario. Pero, y hay que destacarlo, es una de las mejores y más comprensivas historias sobre la hierba para fumar que se han escrito, y muchos de los detalles que figuran es este Puro Humo son posibles de encontrar en otros textos, sí, pero con unos esfuerzos ímprobos, que se reparten en ensayos e historias dispersas o difíciles de obtener (algo que, por experiencia personal, me consta).
Exiliado en un mundo, el anglosajón, cuyo carácter le atraía pero que, en definitiva, no era el suyo (Cabrera Infante fue siempre un cubano que llevó Cuba allá donde estuviera), no acabó de comprender del todo ciertas expresiones inglesas. Es un inconveniente menor en un escritor tan potente que convierte lo que toca con la pluma en literatura sin renunciar a la verdad o el dato histórico.
Texto lúdico por lenguaje, lo es también por mezcla con su otra pasión, el cine, y, por extensión, las artes escénicas. En efecto, pocas cosas han ido tan unidas como cine y tabaco, y quien haya podido escuchar a Cabrera Infante reconocerá que, no se sabe bien cómo, salvo el también difunto Haliwell, pocas personas estaban en disposición de disputarle el título de máximo cinéfilo y enorme espectador.
Sea uno fumador o no, Puro Humo es un texto que se disfruta como una buena fuma o como una película con un Groucho Marx en ella enarbolando su sempiterno puro. Para todos los públicos civilizados.

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El Desayuno de los Campeones, de Kurt Vonnegut

(Breakfast of Champions)
Ed. Anagrama, col. Panorama de Narrativas
Barcelona, 1999 [1973]

Hemos hablado ya de Kurt Vonnegut. Sabrán que tengo por él un cariño muy especial, que reservo para los escritores honestos y originales, que ejercen su oficio con todas las de la ley, sin mirar atrás y sin acobardarse, contemplendo la realidad con implicación y sentido artístico.
Esta novela, una de las mejores suyas, es indescriptible, porque derrocha situaciones y temas. En teoría escrita en primera persona por Philboyd Studge, en realidad un trasunto del propio Vonnegut, aprovecha para relacionarse con sus personajes de ficción, principalmente con ese autor recurrente en sus novelas que es Kilgore Trout, el cual, muy involuntariamente (porque los seres humanos tienen interruptores que pueden ser accionados por las cosas más absurdas), desencadena el clímax de la novela.
Sin embargo, y en apariencia, es la historia de Dwayne Hoover, un rico vendedor de coches al que unos bichitos en forma de sacacorchos le están comiendo las conexiones eléctricas de su cuerpo hasta provocarle un cortocircuito de proporciones inesperadas.
No obstante, y pretexto no-pretexto, este personaje nos permite ver las relaciones con la riqueza y la pobreza, la locura y la cordura, la creación literaria, las gentes del mundo real, el amor y la pérdida, el arte moderno, la discriminación racial, la pornografía, el capitalismo... Y mil cosas más.
Si creen que tal acumulación es imposible de trasladar de forma legible a una novela, lean este Desayuno de los Campeones. Con su acostumbrada ironía y sentido del humor, su usual perspicacia y visión de los absurdos vitales y sociales y ese estilo ágil y cómplice que le caracteriza, Vonnegut compone una obra grande, una novela maestra, que llama a ese anarquista que, en definitiva, todos llevamos dentro y nos evoca nuestra propia humanidad.

Portada y sinopsis

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Das Boot / El Submarino, de Wolfgang Petersen

SESIÓN MATINAL

(Das Boot); 1981

Director: Wolfgang Petersen; Guión: Wolfgang Petersen y Dean Riesner, basado en la novela de Lothar G. Buchheim; Intérpretes: Jürgen Prochnow (Cap. Henrich Lehmann-Willenbrock - Der Alte/El Viejo), Herbert Grönemeyer (Tte. Werner), Klaus Wennemann (Ingeniero jefe Fritz Grade), Hubertus Bengsch (1º Teniente- Número Uno), Martin Semmelrogge (2º Teniente), Bernd Tauber (Kriechbaum- Navegante), Erwin Leder (Johann), Martin May (Ullman), Heinz Hoenig (Hinrich), Uwe Ochsenknecht (Jefe Contramaestre), Claude-Oliver Rudolph (Ario), Jan Fedder (Peregrino), Ralf Richter (Frenssen), Joachim Bernhard (Predicador), Oliver Stritzel (Schwalle), Konrad Becker (Bockstiegel), Lutz Schnell (Dufte), Martin Hemme (Brückenwilli), Rita Cadillac (Monique), Otto Sander (Phillip Thomsen), Günter Lamprecht (Capitán del Weser); Música: Klaus Doldinger; Dir. Fotografía: Jost Vacano; Montaje: Hannes Nikel; Dir. Artística: Götz Weidner; Decorados: Gotz Weidner, Rolf Zehetbauer; Vestuario: Monika Bauert; Efectos especiales: Karl Baumgartner.

El subgénero de submarinos dentro del cine bélico es uno de los más celebrados. Tiene la ventaja de reunir a un pequeño conjunto humano en un pequeño universo cerrado rodeado de un ambiente hostil, con una gran cantidad de tiempos muertos que alternan con momentos de gran tensión; una caza continua en la que el cazador al acecho corre el riesgo continuo de convertirse en cazado y en la que la ineludible necesidad de emerger conlleva la completa indefensión y la cesión de toda ventaja.
En el transcurso de la historia del cine se ha ido avanzando a vueltas de tuerca, buscando siempre la película definitiva "sobre". Petersen se decidió a hacer la película definitiva de submarinos y a fe que lo logró.
La palabra que define a esta película es "claustrofobia". En el interior del submarino. En la inmensidad del océano, por contraste con lo ínfimo de ese bote, un tubo habitable rodeado de combustible, aire, máquinas y acero que a ciertas profundidades rechina y se comba como el cartón; rodeado, sobre todo, de una masa de agua que siempre amenaza con aplastar esa chinche de agua que navega, mal que bien, en su dominio.
Incluso, en otra vuelta de tuerca más, el peligro del Mediterráneo, ratonera de submarinos, donde el que entraba era casi imposible que saliera.
Película heroica a pesar suyo, porque lo que nos describe no tiene de heroico más que la mera supervivencia (que se ve truncada en tierra firme, en una ironía final), es una desmitificación en toda regla de la imaginería de las tribulaciones submarinas (de cuarenta mil hombres que se hicieron a la mar, volvieron diez mil), desaliñados (en realidad, sucios), barbudos (hay que ahorrar agua), independientes (solos), indisciplinados (en ese universo cerrado sólo puede funcionar la convivencia, no la disciplina) y, a su regreso, serenos (cansados).
El filme se sitúa en el punto en que la guerra submarina inflexionó en favor de los aliados y se empezaron a perder más submarinos alemanes que buques hundían éstos. Por eso, cuando regresan a su base (con ese simpatico diablillo narigudo y sonriente pintado en la torre de mando) regresan vivos, pero derrotados; expulsados del océano hacia una tierra firme cada vez más asediada por sus enemigos.
Nada de gloria aquí. Sólo las miserias de la guerra, aunque sea submarina.
Huyan como de la peste de la primera versión comercial, incomprensible en algunos momentos, y busquen la versión del director. Por una vez, ese remontaje no es un narcisismo, ni un relleno con escenas que no cupieron, sino el restablecer una estructura fílmico/narrativa coherente que había resultado mutilada por razones comerciales.
Les incluyo un tráiler no oficial (probablemente el tráiler confeccionado por la distribuidora norteamericana). Es un poco más extenso y de mejor calidad que el que he podido encontrar original.




Pero no les voy a escamotear ese tráiler original: es más claustrofóbico, más dramático. Y pese a su calidad, no está de más que comparen:

Tráiler original de Das Boot

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El Banquer Anarquista, de Fernando Pessoa

(O Banqueiro Anarquista)
Eds. de La Magrana, col. Venècies
Barcelona, 1988 [1922]

Siempre que releo El Banquero Anarquista me viene a la mente El Hombre que Fue Jueves, de Chesterton. Tal vez sea un sentimiento inconsciente, pero la relación formada en mi memoria es tan fuerte que jamás dejo de relacionar a este banquero anarquista con el misterioso y subversivo personaje del converso de Londres. Quizá sea porque el tema del anarquismo está presente en ambas obras, pero no lo creo. Más probable es que sea el tono polemista que preside ambos escritos. En todo caso, sería un ejercicio tal vez fútil o quizá provechoso investigar si Pessoa pudo haber leído la novela de Chesterton y haber recibido influencias de ésta.
El Banquero Anarquista no es más que la exposición filosófica de un banquero, que demuestra, en una charla de sobremesa, que él es un anarquista no sólo teórico, sino además práctico y el único anarquista auténtico que hay en el mundo.
Como demostración es impecable, y si nos identificamos con el interlocutor del banquero, igualmente quedaremos convencidos. Por supuesto, para llegar a semejante imposibilidad existencial tiene que recorrerse el camino de la ironía, pero como siempre digo, el humor lleva a menudo más carga que la mera de su propia lógica y, si bien podemos acompañar al interlocutor hasta la conslusión sofista de que el auténtico anarquista es un banquero que ya ha hecho su propia revolución y que la culpa de que ésta no sea universal es del resto del mundo, en el camino el texto no dejará de hacernos evidentes verdades tales como que cualquier revolución, del tipo que sea, no es sino la imposición de una tiranía nueva sobre otra existente, o el hecho de que hay personas que asumen el mando y otras ser mandadas de forma natural; entre otras muchas cosas, claro.
Este texto de cámara es un ejercicio intelectual único, de una ironía profunda, con una crítica social del ser humano (progresista o no) implacable. Y si el personaje central nos parece cínico, no es sino porque la sociedad (incluso la anarquista) lo ha hecho así.

Portada y sinopsis

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Las Aventuras del Capitán Duchesnoy, de Xavier Queipo

(O Paso do Noroeste)
Ézaro Eds., col. Ensenada de Ézaro Eds.
Madrid, 2008 [1996]

Tomando un estilo empleado múltiples veces, como es el del manuscrito supuestamente hallado por el autor y reproducido en forma de memorias del protagonista (una argucia que no por antigua deja de tener su eficacia para justificar la narración en primera persona), Xavier Queipo aprovecha estos supuestos recuerdos para relatar una (en este caso, ficticia) de las múltiples expediciones organizadas en busca de esa quimera impracticable durante siglos como fue el Paso del Noroeste, la ruta que, por el Atlántico Norte, debía conectar Europa con las Indias Orientales; una aventura que chocó (a veces de manera literal) una y otra vez con los hielos árticos y lo sinuoso de la ruta.
En este caso, la aventura del navío de la marina real francesa L'Épée, al mando del capitán Duchesnoy y con el naturalista de a bordo Jean-Baptiste de Lille et Mirabeau, es no sólo la de un fracaso anunciado sino además un magnífico retrato de una época turbulenta y que ya contenía en sí misma los gérmenes de la Revolución Francesa que iba a estallar durante el periplo de Duchesnoy y los suyos.
Es una excelente aventura marinera, un gran texto naturalista de la zona subártica, un reflejo adecuado de los juegos de poder franco-británicos en el Canadá y la bahía de Hudson y del delicado equilibrio entre la política y la ciencia, el poder y la razón.
La virtud de Queipo consiste en huir de una épica tentadora pero facilona y no caer, por el contrario, en una narración catastrofista. Queipo asume esta nota a pie de página de las exploraciones árticas con toda naturalidad, sin poner más que los hechos que pudieron suceder, sin más heroísmos ni penalidades que las justas y, así, componer un relato adecuado y contenido de un período y su mentalidad.
En un género proclive a la exageración, el lector agradece esta contención, y se deja llevar más que agradablemente por la historia y sus entresijos. Este El Paso del Noroeste es una historia bien narrada y bien construida, muy digna, que logra todo lo que se propone con una economía de medios más que notable, y que deja el regusto de querer leer más cosas de su autor.

Portada y sinopsis
Web del autor Xavier Queipo

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Demasiado para Gálvez, de Jorge M. Reverte

En Demasiado para Gálvez/Gálvez en Euskadi
Circulo de Lectores
Barcelona, 1985 [1979]

Hubo un tiempo en que España tuvo un florecimiento de la novela negra que, a juzgar por su duración e intensidad, puede calificarse como mini-boom, en el que este género cumplió con sus expectativas sociales y literarias. Hoy en día se vive, por lo menos en Barcelona, un boom similar. Sin embargo, en aquella época (en la que en Barcelona hubo también un precedente de librería de la hoy afortunada Negra y Criminal, la difunta Marlowe & Co.) surgieron nombres que han quedado como precursores unos, figuras establecidas otros: Vázquez Montalbán y su Carvalho, Juan Madrid, Francisco González Ledesma (el actual "Jefe de la Banda") y su inspector Méndez, incluso podemos adscribir al género a Eduardo Mendoza y su deopilante e innominado detective de El Misterio de la Cripta Embrujada y otras novelas igualmente delirantes.
En esta corriente no tan local, surgió Jorge M(artínez) Reverte y su personaje Julio Gálvez, al que podemos calificar sin embozo, en sus dos salidas al mundo, como protagonista del policiaco de la transición a la democracia. Por supuesto, sólo pudo publicarse cuando se desalojaron de la administración los elementos más recalcitrantes del franquismo y desapareció la censura. Pero la acción de esta Demasiado para Gálvez se situaba en los años inmediatamente precedentes a la despedida y cierre del dictador, y en concreto en las semanas anteriores al asesinato de Carrero Blanco, hecho que cierra la novela (en una vuelta narrativa ciertamente humorística). Muy característicamente, Gálvez no es ni policía ni detective, sino periodista. También es un desgraciado ridículo, pero eso es otro asunto (o, mejor dicho, es el motivo por el cual todo le sale mal). Y el tema que le permite abandonar su cometido de escritor de artículos de fondo que nadie lee (y que no tiene empacho en plagiar de anteriores suyos) es el chanchulleo económico que rodeaba al régimen. En untema tan delicado, que Gálvez sea el encargado de investigar no puede sino anticipar una catástrofe.
Leída hoy resulta agradable. Ciertamente es reflejo de una época y de los entresijos que rodearon a la España una, grande y libre que en realidad era suya, insignificante y ay del que se mueva. Con sentido del humor y unos guiños al género, es un ejercicio de memoria divertida.
Gálvez hoy día debe ser redactor de cierre de un diario de provincias, pero debe también recordar con nostalgia y falso sentido heroico aquellos años en que vivió peligrosamente. Leyéndolo hoy, hasta le invitaríamos a una copa para que nos lo explicara. Nos conformaremos con leerlo, qué le vamos a hacer.
[Última hora: En este país se edita demasiado, siempre lo digo, y esto provoca que las novedades queden enterradas... entre otras novedades. Sólo así se explica que sea después de documentarme a posteriori para la reseña (por ejemplo, buscando la portada... que Anagrama no proporciona), resulte que hay otras tres salidas (y suman cinco) de Gálvez: Gálvez y el Cambio del Cambio, Gálvez en la Frontera y Gudari Gálvez. Igual no acabó como redactor de cierre... Seguiremos informando.]

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El Quinteto de la Muerte, de Alexander Mackendrick

SESIÓN MATINAL

(The Ladykillers)
1955

Director: Alexander Mackendrick; Guión: William Rose (basado en una de sus historias) y Jimmy O'Connor; Intérpretes: Alec Guinness (Profesor Marcus), Cecil Parker (Claude, alias 'Comandante Courtney'), Herbert Lom (Louis, alias 'Mr. Harvey'), Peter Sellers (Harry, alias 'Mr. Robinson'), Danny Green (Un-Round, alias 'Mr. Lawson'), Jack Warner (El Superintendente), Katie Johnson (La Ancianita), Philip Stainton (Sargento); Música: Tristram Cary; Dir. Fotografía: Otto Heller; Montaje: Jack Harris; Dir. Artística: Jim Morahan.

En los años 50, la Ealing nos regaló una serie de comedias totalmente británicas, en su mayoría basadas en el tema del crimen perfecto (bueno, casi), con unos guiones estructuralmente perfectos y unos intérpretes que, aprovechándose de que la industria fílmica británica no había despuntado todavía y, por consiguiente, cobraban poco, serían difíciles de reunir años después. Un buen ejemplo es Oro en Barras/The Lavender Hill Mob, pero si una película ha perdurado y merece seguir siendo exhibida una y otra vez es El Quinteto de la Muerte.
El argumento es desmesurado desde su inicio: un grupo de ladrones se reúnen en una habitación alquilada por una encantadora ancianita, en teoría para ensayar su quinteto de cuerda, en la práctica para planificar y tener una base de operaciones para el robo de un furgón blindado.
¡Ay, las ancianitas! ¡Qué inofensivas y despistadas parecen! Y, sin embargo, esa inocencia y despiste, cuántos problemas pueden provocar. Y, sobre todo, ¿quién, llegado el caso, tendrá el valor de cargársela?
Una película deliciosa, en la que la grandiosa interpretación de Alec Guinness refuerza, que no empaña, las de Peter Sellers, Herbert Lom y los demás implicados, sin desdeñar la de Danny Green como una mole brutal que tiene un corazón de oro... a veces.
Una joya que, cómo no, ha sufrido un remake infame. Háganme caso y, en cuanto puedan, échenle un visionado. Sus continuos giros de guión, sus sorpresas, su ironía fundamental, todo, merecen la pena.

Tráiler:

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Balas de Plata, de Élmer Mendoza

Tusquets Eds., col. Andanzas
Barcelona, 2008 [2008]
Premio Tusquets Editores de Novela

He aquí una novela impresionante. El mexicano Élmer Mendoza, nacido en Culiacán, tiene tantas virtudes que es difícil identificarlas por separado sin leer su novela. Tantas, de hecho, que Arturo Pérez-Reverte ha dicho de él: "Es mi amigo y mi maestro. La Reina del Sur nació de las cantinas, del narcocorrido y de sus novelas". Dejando aparte su referencia a La Reina del Sur, importante pero no trascendente para lo que nos ocupa, esta frase de Pérez-Reverte nos proporciona en su concisión pistas que nos ayudan a entender qué representa Mendoza en las letras contemporáneas mexicanas.
Tenemos a un personaje fascinante, Edgar «El Zurdo» Mendieta, policía del núcleo duro de los incorruptibles de Culiacán y que convive con la corrupción del mismo departamento de policía y, por extensión, de la sociedad política de México. Mendieta está con ayuda psicológica por haber sufrido abusos en la infancia, lo que le ha dejado unas secuelas de trato con las mujeres en su vida personal que condicionan su vida.
La trama. Bruno Canizales, hijo de un ex-ministro, bisexual, abogado de éxito, asesinado con una bala de plata. Un asesinato que ni siquiera el padre del muerto parece interesado en esclarecer.
Los personajes secundarios y colaterales. retrato iluminador y polifacético de toda una sociedad, creíbles y situados en ambiente.
Sobre todo, la imbricación social. Sin concesiones, Mendoza realiza un retrato coral del México de hoy, pero más que una descripción fotográfica, consigue transmitirnos todo un clima moral que domina esta sociedad.
Por último, pero para nada menor, el estilo. Merece la pena detenerse en estos cuasi monólogos interiores que conforman los diversos capítulos de esta novela, sin puntuación de diálogos, sino tal como si fueran unos relatos orales o deposiciones de los distintos personajes (pero no, repito, no son el viejo recurso del crimen recontado según el punto de vista) y que, lejos de distanciarnos de la realidad, nos la aproximan en un enfoque original, difícil pero legible, y que nos sumerje en los personajes, sus vivencias y su lenguaje.
Élmer Mendoza no ha hecho una caricatura del hard-boiled, ni una novela de consumo, ni una en la que los modelos se impongan al autor. Antes bien, es el autor el que utiliza estos mismos modelos a su conveniencia, e impone los suyos propios a la narración. Hablamos de una novela policíaca, negra, pero bien podríamos hablar de novela social o política. Pero, por muy redimente que sea esto, no sería justo. Porque todo eso está en la novela, pero sobre todo, el conjunto lo constituye una obra literaria de muy alto nivel. Y si alguien tiene tentaciones de considerar ésta como una novela puramente local, mexicana, que se lo quite de la cabeza. Mendoza va mucho más allá, por méritos sociales, morales y, sobre todo, literarios.

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Desgraciadamente, Philip K. Dick Ha Muerto, de Michael Bishop

(Philip K. Dick Is Dead, Alas)
La Factoría de Ideas, col. Solaris Ficción
Madrid, 2009 [1987]

Michael Bishop es una de las figuras de la ciencia-ficción reciente (aunque últimamente escribe y publica mainstream; las razones para ello pueden ser las que apuntaba en La muerte de la ciencia-ficción) más interesantes y más consistentes temática y estilísticamente dentro del campo. De entre su producción, siempre destacable, recuerdo vivamente el relato En la Calle de las Sierpes (situado en Sevilla), extraño, innovador y comprometido (y, si me lo permiten, dickiano), Who Made Stevie Crye?, una de sus mejores producciones, o Count Geiger's Blues/La Transfiguración del Conde Geiger, una novela particularmente divertida y, a la vez, tierna e inteligente, en la que trataba con agudeza el tema de la cultura/subcultura, los héroes del cómic y las contradicciones del mundo literario y cultural y sus protagonistas.
En esta Philip K. Dick Is Dead, Alas, Bishop se permite hacer una excursión en los mundos dickianos adoptando algunos de los recursos estilísticos del desaparecido genio de la ficción especulativa. Dick muere (como así sucedió) tras un infarto masivo en su apartamento, pero su espíritu permanece en la Tierra, con permiso del demiurgo insignificante que rige este mundo. Claro que es un mundo muy diferente del nuestro. Nixon va por su cuarto mandato, ha ganado la guerra de Vietnam y convertido los Estados Unidos en poco menos que en una dictadura de carácter semifascista con un control casi total de la población y del pensamiento. En este contexto, Dick2 intenta provocar el colapso (cuántico) de la realidad presente y que este universo se convierta en otro alternativo, tal vez no perfecto pero sí algo mejor.
Todo lo cual parece un pastiche de los tópicos dickianos de la ucronía, la distopía, la paranoia, las realidades paralelas y alternativas y la persistencia de la personalidad. Y así es. Pero una cosa es trabajar con estos temas y otra realizar una novela que funcione con ellos. Bishop lo consigue. La ucronía que nos describe pudo ser factible, el sentido de opresión es real, la paranoia no es tan extrema como en la ficción de Dick, pero es creíble, y las teorías o temas dickianos son tratados adecuadamente.
A la vez homenaje y tour de force, y a pesar de algunas vacilaciones finales, Michael Bishop compone una novela que cumple con creces, una que permite una visita a los mundos dickianos y, a la vez, un paso por lo que constituyen los temas y estilos de la mejor ciencia ficción contemporánea. Esto se ha convertido en algo tan raro que vale la pena leerlo.

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Joc Brut, de Manuel de Pedrolo

Eds. 62, col. El Cangur
Barcelona, 197537 [1965]

«Si no hubiese sido por sus piernas, no habría pasado nada. O tal vez sí. Pero le habría pasado a otro. Yo lo hubiera leído en el periódico.»
Con este principio, Pedrolo compone ya desde su inicio una novela muy a lo James M. Cain, con toques del polar francés pero inequívocamente enclavada en Barcelona, sobre una auténtica femme fatale.
Pedrolo no sólo fue el iniciador de la novela negra moderna catalana, y no sólo el introductor del género en Cataluña (y, un poco por extensión, en España), sino que también fue lector infatigable y, fruto de esas lecturas, director de una colección mítica, "La Cua de Palla" [La Cola de Paja], en la que se instruyó a varias generaciones de lectores (entre ellos Vázquez Montalbán, y de ahí la influencia referida) en los modelos del policiaco procedentes de todos los países. Autores que hoy se "descubren" fueron publicados por él. También, y cuando era consciente de que no iba a desmerecer a sus compañeros de colección, se publicó a sí mismo en ella. Frente a esta posible endogamia permanece el texto para defenderse solo. Y el tiempo transcurrido, claro. Esas treinta y siete ediciones (que hoy seguro que son más; la 37ª reimpresión es de 1999) nos indican una novela que ha resistido el paso del tiempo.
Los motivos para ello son variados, pero todos relacionadoscon el buen escritor.
Las femmes fatales son un arquetipo tan potente que es muy difícil fracasar con una novela que las incluya, pero ¡ah! ¡las víctimas de estas mujeres! Esa es otra cuestión. O se realiza un trazo psicológico preciso y creíble, o la novela empieza a cojear irremisiblemente.
Pedrolo realiza este cuadro con pincelada precisa, pero no apresurada, manteniendo la tensión inicial y levándola a un suave crecendo que no se detiene en el momento del crimen, sino que, justamente, allí es donde se inicia la mayor intriga. Dominador del modelo, dominador de la prosa, dominador del ritmo y del argumento, Pedrolo compuso una novela que (en una época en la que los Smith vendían más que cualquier García) puede permanecer en pie de igualdad con las mejores de su género escritas por los grandes autores estadounidenses.

Portada y sinopsis (en catalán)

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Sangre Fácil, de Joel Coen

SESIÓN MATINAL

(Blood Simple), 1983

Director: Joel Coen; Guión: Joel Coen y Ethan Coen; Intérpretes: John Getz (Ray), Frances McDormand (Abby), Dan Hedaya (Julian Marty), M. Emmet Walsh (Loren Visser), Samm-Art Williams (Meurice), Deborah Neumann (Debra); Música: Carter Burwell; Dir. Fotografía: Barry Sonnenfeld; Montaje: Ethan y Joel Coen (como Roderick Jaynes) y Don Wiegmann.

Esta película fue inicio de unas cuantas cosas. Del gore como instrumento fílmico válido, por ejemplo. De la introducción del sentido del humor en la violencia (y no olvidemos que Joel Coen había intervenido en el rodaje de Evil Dead, un ilustre (o infame, según los gustos) precedente del tema). De que no se puede entender el surgimiento de un Quentin Tarantino sin la existencia de Sangre Fácil.
Una mujer abandona a su marido por uno de los empleados de éste, y el marido decide encargar el asesinato de ambos. La sangre fácil del título (irónico a más no poder) es la que el asesino introduce en las fotografías que probarían este doble crimen que, en realidad, no se ha producido. Y a partir de entonces, iniciada una acción criminal, las circunstancias y los equívocos llevan a otros crímenes, tan inesperados y a veces grotescos que el espectador no puede apartarse de la trama y su resolución.
Cargada de sentido del humor (negro, por descontado) y de tensión, los hermanos Coen pasean por el policiaco hard boiled, por la película de terror, el thriller, el casi fantástico (ese muerto que se resiste a morir es risible pero antológico), por turnos y al mismo tiempo. Y si bien no es película para estómagos débiles, sí es una lección de cine bien realizado. Interpretaciones magníficas (en particular la de M. Emmet Walsh), una gran banda sonora de Carter Burwell y unos encuadres de Barry Sonnenfeld, el humor extremo del guión y la dirección firme de los hermanos Coen componen una película tan peculiar com para definir el estilo de sus creadores.

Tráiler:

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Dios le Bendiga, Mr. Rosewater, de Kurt Vonnegut

(God Bless You, Mr. Rosewater)
Ed. Bruguera, col. Libro Amigo
Barcelona, 1977 [1965]

Eliot Rosewater es multimillonario, de aquellos que ha heredado, no el dinero, sino la presidencia de la fundación Rosewater, que tiene como máxima función conseguir que ni un centavo de esa fortuna vaya a parar a manos del Tesoro en forma de impuestos. También es un benefactor. Y, por serlo de la forma en que es, un loco. Porque no gasta su dinero de la manera "normal", es decir, patrocinando óperas o donando cuadros, sino estableciendo un consultorio de ayuda a sus semejantes, particularizado y, por supuesto en teoría excéntrico. Pero, visto lo visto, podría ser que Eliot Rosewater esté más cuerdo que la mayoría de sus semejantes. ¿O no?
Norman Mushari, abogado, pretende incapacitar a Eliot en representación de un primo lejano de los Rosewater. ¿Por qué? Porque «en toda transacción hay un momento mágico durante el cual un hombre ha entregado ya su tesoro, y el que ha de recibirlo aún no lo tiene. Un abogado listo hará que ése sea su momento, apoderándose del tesoro durante un mágico microsegundo, cogiendo un poco para sí y entregándolo después. Si el hombre que ha de recibirlo no está acostumbrado a la riqueza, tendrá un complejo de inferioridad y cierto vago sentimiento de culpabilidad, y el abogado puede quedarse a veces con la mitad del paquete y recibir, sin embargo, las balbuceantes gracias del receptor.»
Esta novela es la historia de 87.472.003 dólares con 61 centavos. No es mal tema, porque semejantes cantidades de dinero acostumbran a tener detrás una historia de oprobio y suciedad. Pero también es una historia sobre la caridad, la mezquindad, los límites de la cordura y, sobre todo, la irracionalidad de una sociedad.
Pocos escritores han sido (y serán) tan divertidos como Vonnegut, con con un humor ácido, corrosivo, negro a veces, pero enclavado en una comprensión fundamental del ser humano. Somos lo que somos, con nuestros muchos defectos, algunos adquiridos y otros propios. Pero somos así, y no por estos defectos, sino tal vez a causa de ellos, somos humanos.
Vonnegut siempre, siempre, es tolerante con sus semejantes. Y si su literatura es la del absurdo y el surrealismo es porque esos absurdos y surrealidades nos pertenecen. Leer una obra de Vonnegut es de las mejores cosas que le puede pasar a un lector, en el sentido de que tras una aparente sencillez se encontrará con un torrente de ingenio, de imaginación, de trato cordial escritor a lector, y con una serie de enseñanzas que parecen más un diálogo amigable con el autor que una retórica ampulosa, en la que no cae jamás. Y siempre con una originalidad única. Muchos han intentado escribir como Vonnegut, pero siempre se puede reconocer la escritura de Vonnegut. No tiene una obra mala o mediocre. Por estas y muchas cosas más su muerte fue irreparable. Porque fue un escritor único.

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Els Enfonsats i els Salvats, de Primo Levi

(I Sommersi e i Salvati)
Eds. 62, col. El Balancí
Barcelona, 2000 [1986]

Este Los Hundidos y los Salvados, tercer volumen de la llamada "Trilogía de Auschwitz" (Si Esto Es un Hombre y La Tregua son los dos primeros) se centra en diversas cuestiones de la vida en los campos de exterminio y la cuestión del Holocausto y su narratividad en el mundo moderno. Puede ser ilustrativo ver los capítulos en los que está dividido: "El Recuerdo de la Ofensa", "La Zona Gris" (sobre aquellos colaboradores necesarios de los guardianes, los propios prisioneros que auxiliaron a los exterminadores y el personal civil de los campos e industrias que empleaban mano de obra esclava), "La Vergüenza" (la de ser prisionero, la impuesta por el sistema de exterminio, la de ser superviviente, la del justo ante la culpa ajena), "Comunicarse" (la pérdida del lenguaje impuesta por la necesidad de sobrevivir, la incomprensión en un campo multilingüístico, el lenguaje de los campos), "Violencia Inútil", "El Intelectual en Auschwitz", "Estereotipos" ("¿Por qué no huyeron?"; "¿Por qué no se rebelaron?"; "¿Por qué no huyeron 'antes'?"), y "Cartas de Alemanes", un capítulo desolador en el que Levi se interroga de si sirve de algo prestar testimonio y, sobre todo, a quién llega ese testimonio.
Este libro, lamento decirlo, es muy pesimista. Mi lamento no es por este hecho sino por un dato posterior: al año de su publicación, Primo Levi se suicidó. A diferencia de Si Esto Es un Hombre, donde el tono era trágico y terrible (por los hechos, insisto: la obra de Primo Levi no es un llanto, sino una exposición) y el de La Tregua, testimonial dentro de una teórica liberación, este Los Hundidos y los Salvados es fríamente analítico, y el análisis, por temática e historia, no puede ser sino terrible. Pero sigue siendo nuestra historia, en mayor o menor medida, y eso quiere decir que sigue siendo necesario leerlo.
En la época, hubo gente que apartó la vista o se cubrió los ojos (o los cubrió a los que tenían a su alrededor). Ya tuvimos bastante de eso como para persistir en esa actitud. Es lo mínimo que le debemos a Primo Levi y a los que, salvados o hundidos, se hallaron en su misma situación.

Otros testimonios sobre los campos de concentración nazis en La Escritura o la Vida, de Jorge Semprún

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Maigret si Diverte, de Georges Simenon

(Maigret s'Amuse)
Adelphi Edizioni, col. Le Inchieste di Maigret
Milán, 2006 [1957]

En la anterior ocasión en que he hablado del comisario Maigret (El Inspector Cadáver) les comenté que sus casos eran tan similares por su método de trabajo que sería difícil que volviera a comentar otro. No es que fuera que leído uno leídos todos, sino que para el comentarista se hace difícil señalar una y otra vez las virtudes y los defectos de Simenon sin un uso intensivo del diccionario de sinónimos para reproducir lo que, en definitiva, sería la misma reseña.
Varío mi postura hoy porque, en este caso de Maigret, Georges Simenon se permite hacer que su comisario se tome unas vacaciones en las que resuelve un caso sin ejercer de policía y sin usar los instrumentos de que dispone habitualmente. Como quien dice, sin moverse del sillón de casa.
Es un tour de force que aquellos autores con detectives de larga serie han practicado desde siempre. Conan Doyle lo hizo con Holmes, Agatha Christie con Poirot. De hecho, y en esencia, Edgar Allan Poe ya lo había hecho con Auguste Dupin en El Misterio de Marie Roget.
La honestidad del narrador se pone a prueba en estos casos. Es necesario que el detective en cuestión siga fiel a sus métodos pero no tenga acceso directo a las fuentes de investigación. Es también imprescindible que el escritor no recurra a un deus ex machina surgido de la nada, lo que sería una trampa intolerable. Así lo hace Simenon, empleando la percepción que Maigret tiene de las personalidades, operando sólo con las actitudes y acciones de los implicados que le llegan por la prensa, actuando, como remarca una y otra vez, como uno de esos detectives aficionados de café a los que tanto odia y constriñéndose a no apelar a sus fuentes, ni a su prestigio, ni a su cargo. De hecho, dando pistas a la policía mediante anónimos.
Por supuesto, lo consigue. Y el autor respeta la personalidad de su personaje. Como siempre en estos casos, si esta honestidad se mantiene, entonces el lector queda gratificado. Que es lo que sucede con este Maigret se Divierte. Y, cabe agregar, el lector también.

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Los Siete Samurais, de Akira Kurosawa

SESIÓN MATINAL

(Shichinin no Samurai)
1954
Director: Akira Kurosawa; Guión: Akira Kurosawa, Shinobu Hashimoto y Hideo Oguni; Intérpretes: Takashi Shimura (Kambei Shimada), Toshiro Mifune (Kikuchiyo), Yoshio Inaba (Gorobei Katayama), Seiji Miyaguchi (Kyuzo), Minoru Chiaki (Heihachi Hayashida), Daisuke Kato (Shichiroji), Isao Kimura (Katsushiro Okamoto), Keiko Tsushima (Shino), Yukiko Shimazaki (Esposa de Rikichi), Kamatari Fujiwara (Manzo, padre de Shino), Yoshio Kosugi (Mosuke), Bokuzen Hidari (Yohei), Yoshio Tsuchiya (Rikichi); Música: Fumio Hayasaka; Dir. Fotografía: Asakazu Nakai; Montaje: Akira Kurosawa; Dir. Artística: So Matsuyama.

Si ustedes no han visto Los Siete Samurais, pero han visto Los Siete Magníficos (que aparecerá por aquí también) tendrán una idea muy exacta de lo que es esta película. Pero les recomiendo que vean Los Siete Samurais. Porque esta obra maestra de la épica tiene tantas cosas destacables que uno, en verdad, no sabe de cine hasta que ha visto este filme.
La historia: Un pueblo japonés del siglo XVI contrata a siete samurais para librarse del acoso y pillaje de unos bandidos. Esta presunta simpleza abre, sin embargo, unas puertas innumerables: el sentido del heroísmo, de quiénes son los héroes. Del honor del guerrero. De la redención de la violencia mediante la justicia. Y unas cuantas cosas más.
Una dirección magistral, un movimiento de cámara estético y magnífico, una fotografía impresionante, actuaciones grandiosas... todo en esta película es estudiable y, no obstante, es necesario contemplarla unitariamente.
El tráiler que les propongo es notable. No sólo una acumulación de fragmentos sino una miniépica de la gran épica que es Los Siete Samurais

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Revolución en el Jardín, de Jorge Ibargüengoitia

Ed. Reino de Redonda
Barcelona, 2008 [1972-1997]
Prólogo y edición de Juan Villoro

Esta selección de las crónicas de Jorge Ibargüengoitia no es mala forma de acercarse a un autor que ha influenciado el policiaco, el fantástico y la literatura en general, no sólo de México, sino la hispana.
Y no es mala forma porque la crónica permite una variedad de formatos necesaria y benditamente breves (lo que pone al descubierto bondades y defectos con gran rapidez) que muestran las virtudes tanto del narrador como del periodista: la anécdota se eleva a relato literario, el hecho a reflexión, la vivencia a filosofía, el exabrupto a postura vital. En el caso de Ibargüengoitia, con un sentido irónico y humorístico muy, pero que muy notables.
Por ejemplo, y buena prueba, es este inicio de "El Lenguaje de las Piedras":
«Se me podrá acusar de tratar sólo con una minoría selecta, pero hasta la fecha no he conocido ningún mexicano que tenga esperanza ─y menos, que tenga ganas─ de que sus huesos acaben en la Rotonda de los Hombres Ilustres.»
Este "y menos, que tenga ganas" por sí mismo dice mucho de la vis irónica que preside la literatura de Ibargüengoitia.
Partiendo a veces de un mexicanismo que con extrema rapidez se hace universal, no es de extrañar que fuera escritor incómodo para todos. Forúnculos embarazosos para las ideologías, suelen ser estos autores los pioneros en gritar que el rey va desnudo, siempre con cierta sorna. Desde los tiempos de la Grecia clásica este tipo de escritores han sido universalmente odiados, menos por los lectores, que suelen pasárselo en grande con ellos y quienes les conceden carta blanca para cantar verdades y mostrar reveses de trama, siempre con gracia.
Ibargüengoitia era de estos. Véase si no el texto "Humorista: Agítese antes de Usarse", donde se define a sí mismo y lo que hace con absoluta precisión:
«Hay quien afirma, y yo estoy de acuerdo, que el sentido del humor es una concha, una defensa que nos permite percibir ciertas cosas horribles que no podemos remediar, sin necesidad de deformarlas ni de morirnos de rabia impotente.
»Esta característica del humor como sedante es la ruina del autor como aguijón. Por esto creo que, si no voy a conmover a las masas ni a obrar maravillas, me conviene bajar un escalón y pensar que si no voy a cambiar el mundo, cuando menos puedo demostrar que no todo aquí es drama.»
Pero aquí Ibargüengoitia se equivocaba. En realidad, no bajaba un escalón, sino que lo subía.

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L'Alienista, de Joaquim Maria Machado de Assis

(O Alienista)
Quaderns Crema, col. Mínima de Butxaca
Barcelona, 1996 [1882]

No es mi costumbre, pero en este caso el resumen de contraportada es particularmente esclarecedor, de modo que ahí van algunas de las cosas que dice: "El doctor Simão Bacamarte «el más grande de los médicos de Brasil, de Portugal y de las Españas» decide fundar en Itaguaí una institución sin precedentes locales: una casa de locos. El entusiasmo inicial de la gente de Itaguaí deja paso muy pronto a la sorpresa, cuando el médico empieza a encerrar a personas sanas, y se alzan las primeras suspicacias. A medida que va encerrando más, aumenta la indignación, y finalmente estalla una revuelta popular. [...] Tiene un desenlace, como reconoce el propio autor «de atanta envergadura y tan inesperado que se merecería al menos diez capítulos: pero me contento con uno, que será la coronación del relato y uno de los más bellos ejemplos de convicción científica y abnegación humana»".
Este cuento largo delirante, que avanza con una lógica aplastante de situación absurda a otra más absurda todavía, no deja de producir carcajadas en el lector. Desde la estupefacción divertida de las primeras acciones del doctor pasando por un crescendo de lo que él considera locura hasta un falso clímax en el que, cuando tiene ya encerradas a cuatro quintas partes de la población, decide que, evidencia numérica aplastante, la normalidad es la locura y que lo que hay que hacer es encerrar a los auténticos enfermos, que son esa minoría de personas en apariencia sensatas.
Pero si creen que es la única vuelta de tuerca de esta narración, están equivocados.
Divertidísimo, sorprendente, ágil, corrosivo, este cuento es además un ensayo, escrito desde la primera línea de lo que los ingleses llaman "tongue in cheek", es decir, de forma satírica, sobre la definición de locura y de la medida de la normalidad humana, a la vez que satiriza el comportamiento social que, en su casi totalidad, puede definirse como demente.
Machado de Assis fue el gran nombre de las letras brasileras en el siglo XIX. Escribió de todo, en todos los géneros y en todos los tonos. En el del humor, este El Alienista es un triunfo inmortal, una joya de la corrosión, la ironía y, en definitiva, de la inteligencia narrativa.

Portada y sinopsis de la edición castellana

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L'Inspector Fa Tard, de Manuel de Pedrolo

Eds. de la Magrana, col. La Negra
Barcelona, 19883 [1953]

Una de las características de la novela negra siempre ha sido la de servir de retrato de la sociedad de una época. Un retrato siempre más anímico, moral y social que otra cosa. De hecho, más que la resolución criminal, esa ha sido su principal virtud.
En la época en que esta obra fue escrita, hubo una pequeña eclosión de películas negrocriminales realizadas en Barcelona. Fuera de sus argumentos, sencillos y bienpensantes (y constreñidos por la censura de la época), aunque por su solo planteamiento ya representaban una mínima, inocente si quieren, subversión, su visionado actual resulta más ilustrativo sobre la Barcelona de esa época que cualquier retrospectiva. Porque, por supuesto, su temática no las ceñía a los barrios nobles de Pedralbes o el Ensanche, ni a los fastos del Congreso Eucarístico, sino que descendían a la zona portuaria, al Barrio Chino barcelonés (en donde no hubo nunca un chino), a los barrios obreros de La Sagrera o de La Bordeta.
Esta novela [El Inspector Llega Tarde], leída hoy, sirve (muy involuntariamente, pero da igual) de fresco de portada de la Barcelona de los años cincuenta, y de adecuado reflejo de su clima social.
El argumento es mínimo: se ha producido un robo de nóminas en una fábrica, teóricamente cuando la caja estaba guardada por el protagonista, Claudi Miserachs. ¿Ha sido él? ¿Han robado otros? ¿desde dentro o desde fuera? El caso es que un par de días después, Miserachs empieza a ser seguido y a recibir llamadas telefónicas amenazadoras. La sencillez definitiva de este argumento no es óbice para que sea mantenido en pie por el suspense creado alrededor de la situación por Pedrolo, y que leída hoy esta novela sigue siendo válida y extrañamente moderna para su época.
Manuel de Pedrolo, Premi d'Honor de les Lletres Catalanes, el máximo galardón al que puede aspirar un escritor en esta lengua, fue, además de un novelista de calidad (pese a ser enormemente prolífico), introductor de los géneros en la literatura catalana (en ciencia-ficción, Mecanoscrit del Segon Orígen; en la novela negra, numerosos ejemplos de los cuales sólo es uno esta novela), y lo hizo con una tremenda contemporaneidad y modernidad. En la época en que en España lo más policíaco eran las historias de Plinio, de García Pavón, Pedrolo introdujo la novela negra catalana según los modelos del hard-boiled americanos y del polar francés. Todo ello las hacen hoy tremendamente contemporáneas, escritas con un estilo fresco y propio y disfrutables por derecho propio como modelos de escritura y de tratamiento de los temas. El año que viene se conmemora el vigésimo aniversario de su muerte. Esperemos que esto lleve una recuperación de su obra. Todos aprenderemos de ella.

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Winchester '73, de Anthony Mann

SESIÓN MATINAL

Director: Anthony Mann; Guión: Robert L. Richards y Borden Chase, basado en una historia de Stuart N. Lake; Intérpretes: James Stewart (Lin McAdam), Shelley Winters (Lola Manners), Dan Duryea (Waco Johnnie Dean), Stephen McNally (Dutch Henry Brown), Millard Mitchell (High Spade Frankie Wilson), Charles Drake (Steve Miller), John McIntire (Joe Lamont), Will Geer (Wyatt Earp), Jay C. Flippen (Sargento Wilkes), Rock Hudson (Young Bull), John Alexander (Jack Riker), Steve Brodie (Wesley), James Millican (Wheeler), Abner Biberman (Latigo Means), Tony Curtis (Doan), James Best (Crater); Dir. de fotografía: William H. Daniels; Montaje: Edward Curtiss; Dir. artística: Bernard Herzbrun y Nathan Juran.

La épica del western ha tenido su centro en aquellos hombres que conformaron el imaginario del espíritu de frontera. En esta película, además se incorpora a la épica los objetos que la hicieron posible, en este caso el rifle de repetición Winchester modelo (mítico) 73.
James Stewart busca al asesino de su padre. Gana un rifle Winchester, que es robado por McNally. Pasa a manos de McIntire, después a los indios, más tarde a la caballería, a Charles Drake, a Dan Duryea y, de nuevo, a McNally, el asesino al que busca Stewart. Y en consecuencia, al enfrentamiento entre ambos. Este viaje del objeto es aprovechado para moverse por todo el ámbito del Far West y sus caracteres y arquetipos.
Con esta estructura, no inusual, pero útil, esta historia es llevada con mano impecable por Anthony Mann y un gran trabajo actoral. Una joya artesanal que representa una sorpresa en su primera visión y un placer en las posteriores.
Por primera vez, un actor (Stewart) sacrificaba parte de su sueldo a cambio de un porcentaje de los beneficios, algo que le salió muy bien y una costumbre que se generalizó a partir de entonces.
Pueden ver a Tony Curtis y Rock Hudson en papeles secundarios.

Tráiler:

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Jazz Porque Sí: Duke Ellington at Newport

¿Por qué jazz? La respuesta en el título de esta entrada. ¿De la mano de quién? ¡Ah! Esa es otra cuestión. Cuando era más joven (más joven que ahora, ja, ja) me atraía el jazz, lo había escuchado, un poco caóticamente, con la ventaja de tener un grande en nómina del país, como era Tete Montoliu, con la desventaja de una discografía escasa y cara, que uno no sabía bien por donde coger.
Reconozcámoslo, el jazz es una música difícil que sólo se puede apreciar realmente escuchándola, y escuchando mucho jazz. Pero discriminar y ordenar lo que se debe escuchar no es fácil: dixieland, Nueva Orleans, Chicago, Costa Este, Oeste, swing, be bop, hard bop, etc. Demasiadas tendencias dentro de una misma música como para aclararse, y más en un género que, muy a menudo, se compone de instantes geniales, irrepetibles, y no depende de las composiciones sino de la interpretación, y esa en un momento dado.
En ese contexto, una noche y en la ya hace tiempo desaparecida Antena 3 de Radio, topé con Juan Claudio Cifuentes, Cifu para los amigos, es decir, todos sus oyentes. A partir de ahí las cosas sufrieron un cambio significativo. Puede que el Cifu no sea la persona que más sabe de jazz de España. Pero es seguro que es una de las tres personas que más saben, aunque desconozco quiénes pueden ser las otras dos. Siempre ha dejado que la música hablara por sí misma. Pero esa parquedad en palabras iba acompañada de una brillantez en la exposición y la explicación que la convertían en particularmente valiosa. Con el cierre de la emisora, le perdí la pista. Y ahora, ¿veinte? años después, casi por casualidad, lo redescubrí en Radio Clásica de Radio Nacional de España, haciendo su programa, claro que sí, llamado como siempre, Jazz Porque Sí. Sigue como siempre, es decir, instructivo, estimulante, magistral.
Y además, la emisora tenía servicio de podcast. De inmediato, pensé en rendirle homenaje. Yo a este tío le debía algo. Y, al fin y al cabo, el 40% de mis lectores son de fuera de España, con lo que no habrían tenido ocasión de escucharlo jamás. Y el Cifu merece ser escuchado tanto como sea posible.
Ahora bien, tenía que ser algo digno y grande. A esperar pues algo monumental. No tuve que esperar mucho. El Cifu nos brindó dos programas sobre un concierto mítico: el de Duke Ellington en el festival de jazz de Newport de 1956. Ya que el reproductor de medios que propone RNE no funciona en Blogger [nota del 7 de mayo de 2010: ahora SÍ funciona, de modo que ahí tienen el reproductor "oficial"], hice un aprendizaje acelerado de inclusión de música en blogs. Y mientras tanto, veía con desesperación que la segunda parte del concierto emitida no aparecía en el podcast. ¿Sería necesario que esperase a otro momento genial en la historia del jazz?
Por fortuna, y ya en octubre, el Cifu se puso ante el micrófono para anunciar que, a petición popular, iba a componer un programa con los momentos culminantes de ese concierto: la Newport Jazz Festival Suite (1.Festival Junction; 2.Blues to Be There; 3.Newport Up) y los potentes, inconmensurables, irrepetibles, geniales Diminuendo in Blue-Crescendo in Blue, con esa auténtica gesta de Paul Gonsalves en una improvisación de 27 chorus de 12 compases cada uno y con una banda particularmente inspirada empujando detrás.
Y aquí lo tienen.
El Cifu se lo explicará mejor que yo.
No dejen de pulsar esa tecla del play.


Jazz porqué sí 30/10/09


Aunque no descarto hacer más incursiones de este tipo e incluir aquí otros programas de Jazz Porque Sí, aquellos que quieran acudir aa escuchar y escoger de entre la amplia selección de nombres que Juan Claudio Cifuentes ha puesto en antena, pueden clicar en este enlace y servirse a su gusto. No quedarán defraudados.

Nota del 25 de mayo de 2010:
El Cifu no abandona jamás a sus polluelos. Atendiendo peticiones y reclamaciones, en el programa dominical de dos horas se marcó la reemisión completa de los programas dedicados al concierto de Newport de Duke Ellington y, claro, con el concierto completo.
De modo que, para aquellos que tengan prisa, dejo el enlace al programa resumen, pero les recomiendo vivamente que escuchen la versión completa. El concierto y las explicaciones del Cifu lo valen.


Programa especial: Duke Ellington en el Festival de Newport de 1956 (Jazz porque Sí)

Nota para la audición: Si el reproductor de RNE fallara, cosa que sucede con demasiada frecuencia, y no se mostrara bien en su pantalla, debajo de la caja del reproductor hay una serie de enlaces. Clicando sobre el último de ellos aparecerá la pantalla de los podcasts de Jazz Porque Sí, con un reproductor que, esta vez sí, reproducirá a la perfección el programa.

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Tan Fuerte, Tan Cerca, de Jonathan Safran Foer

(Extremely Loud & Incredibly Close)
Random House Mondadori/Ed. Lumen, col. Narrativa
Barcelona, 2005 [2005]
Ilustraciones de Debra Meltzer, Christopher Moisan y Anne Chalmers

A estas alturas de blog, confío en que me permitan ponerme sentimental. Sentimental y no sentimentaloide, dos campos separados por una línea tan fina que es muy difícil no rebasarla.
Tan Fuerte, Tan Cerca es la historia de Oskar Schell, un niño de nueve años, muy sensible, que perdió a su padre el 11 de septiembre de 2001 en las Torres Gemelas de Nueva York. Un día rompe un jarrón y dentro encuentra un sobre con la palabra "Black" escrita en él y una llave en su interior. ¿Podría ser este objeto una especie de legado de su padre? ¿Un secreto? ¿La primera pista de una búsqueda? Es posible, o así lo cree Oskar, y así es como empezará una aventura por Nueva York, buscando entrevistarse con todos los Black de la guía telefónica, persiguiendo un sueño.
Esto es terreno peligroso, como ya he dicho. Uno en el que es fácil caer en el lamento, la manipulación del lector, la imposición de la piedad y el dolor. Nada de eso hay en esta novela. Lo que hay es una historia iniciática, en un ambiente maravilloso con la historia de la familia de Oskar envolviendo a esta su aventura y su pérdida.
Foer consigue emocionar, trazar la ruta sentimental de la pérdida del padre de Oskar y sus relaciones con su madre, su abuela, su desconocido abuelo y las personas que conformarán un retrato de un Nueva York conmovido pero en marcha, de buenas gentes (o que lo son momentáneamente ante las circunstancias de Oskar, no nos engañemos). Un libro repleto de historias, porque la ciudad es diecinueve millones de historias, bien trazado, estructurado, tierno pero sin concesiones, muy bien escrito y muy bien fundamentado.
¿Quieren la prueba del nueve de la literatura? Muy bien, aquí está: es la segunda vez que leo este libro. La primera me encantó. Es esta posterior lectura, Foer ha reproducido esos sentimientos y sensaciones. Y, pese a conocer el final, el cuerpo de esta novela me ha vuelto a interesar por sus historias y sus detalles. Tener un libro así en el estante es ir más allá del puro consumo de una historia. Significa tener algo de la humanidad entre dos cubiertas de cartón. Y si puede volver a apelar a los sentimientos, eso quiere decir que puede hacerlo porque son auténticos.

Portada y sinopsis

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La Treva, de Primo Levi

(La Tregua)
Eds. 62, col. El Balancí
Barcelona, 1997 [1958]

La Tregua, segundo volumen de lo que se ha venido a denominar "Trilogía de Auschwitz" (el primero, Si Esto Es un Hombre; y el tercero Los Hundidos y los Salvados) ocupa, dentro de esta historia del horror del Holocausto, el relato de los sucedido desde la liberación del campo de exterminio de Auschwitz (o, para ser precisos, desde el abandono precipitado de los guardias SS del campo ante el avance de las tropas rusas) hasta la definitiva repatriación de los supervivientes a sus hogares, un hecho que se prolongó sus buenos diez meses, un tiempo incomprensible y de una duración que se puede definir como casi intolerable. Una especie de cautiverio adicional si no fuera por el hecho de que había desaparecido la finalidad última de los campos, como era el exterminio de sus internos.
En Si Esto Es un Hombre, Primo Levi nos sumía en la desolación del horror absoluto. En La Tregua, lo que permea en el lector es un sentimiento de alivio. Es lógico, puesto que, frente a la desesperanza, los ya exprisioneros se enfrentaban y vivían la libertad.
Pero no la liberación. Pese a ese sentimiento de renacer, el peso de lo vivido seguía acompañando a los supervivientes. Interiormente, muchos seguían siendo prisioneros, y lo serían el resto de sus vidas.
Este es un libro extraño, lleno de contradicciones, las mismas que acompañaron a los liberados más las del mundo que los contemplaba, que tampoco podía comprenderlos, ni su situación actual ni aquellas circunstancias por las que habían pasado. El mundo (es algo común en los relatos de los supervivientes de los campos) no sabía muy bien qué hacer con ellos. Eso creó situaciones intolerables. Internamiento en nuevos campos (de refugiados, los llamaríamos hoy; pero, ¿refugiados de qué?). Cierto, sin la amenaza que planeó siempre en los de exterminio, pero campos al fin y al cabo. No hubo, más que al final, y de forma muy somera, una devolución de la dignidad perdida. O un simulacro de devolución, tan siquiera.
Todo esto no está en el relato de Levi. Éste se limita a narrar hechos. Pero el lector queda con esa impresión de que algo se tenía que haber hecho y no se hizo, o no lo bastante. Levi no llora. Pero lo que trasciende es que los vencedores tampoco cumplieron. Los supervivientes les eran incómodos. Incluso, a veces, da la impresión de que los consideraban superfluos. De muertos en vida a supernumerarios de la vida. Puede argüírse que es un paso significativo. No lo creo así.
Y, por tanto, el tono puede ser de alivio. Pero no deja de ser una historia trágica, más incómoda de lo que parece, más vergonzosa para nosotros de lo que debiera.

Portada
Otros testimonios sobre los campos nazis: Si Esto Es un Hombre, de Primo Levi, La Escritura o la Vida, de Jorge Semprún y El Largo Viaje, de Jorge Semprún

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La Dama de Picas, de Alexander S. Pushkin

(Pikovaya dama /Пиковая дама)
En Novel·les i Contes
Eds. 62, col. Les Millors Obres de la Literatura Universal
Barcelona, 1981 [1834]

Pushkin, además de ser el modernizador de la lengua rusa, es el máximo exponente del romanticismo en este idioma. Y, como buen romántico, no podía dejar de tener en su haber una historia fantástica. Y una, para los cánones de la época, endiabladamente buena.
Hermann es un hombre morigerado, cuya máxima pasión son los juegos de cartas, pero a los que no apuesta porque "no está en disposición de malversar lo que tiene justo para vivir con la esperanza de ganar más de lo que necesita". Sin embargo, cuando escucha que uno de sus compañeros tiene una abuela que obtuvo un secreto del Conde de Saint-Germain para ganar a los naipes (un secreto que, por supuesto, insinúa unas implicaciones y consecuencias diabólicas), se obsesiona por obtener esas tres cartas que le permitirán esquivar el azar y alcanzar unas ganancias fabulosas.
Y para ello, maquinará una ignominia de tal calibre que el lector quedará satisfecho cuando ese recurso infalible se vuelva en su contra, en una venganza que, literalmente, proviene del más allá.
Extrañamente alejado del cuento de horror ruso, casi siempre enraizado en la leyenda campesina (El Viy; La Familia Vurdalak), no obstante consigue, por lenguaje y ambiente, un fantástico propiamente ruso, por primera vez urbano, que anticipa las historias de Gógol, y que incorpora con éxito la ironía y temas que cristalizarán en los grandes autores rusos posteriores.
Por lenguaje y recursos, esta Dama de Picas es una pequeña joya del relato de fantasmas de todos los tiempos.

Portada y sinopsis

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Ven y Mira, de Elem Klimov

SESIÓN MATINAL

(Idi i Smotri)
1985
Director: Elem Klimov; Guión: Ales Adamovich y Elem Klimov; Basado en historias de Ales Adamovich; Música: Oleg Yanchenko; Dir. Fotografía: Aleksei Rodionov; Montaje: Valeriya Belova; Dirección artística: Viktor Petrov; Vestuario: Eleonora Semyonova; Intérpretes: Aleksei Kravchenko (Florya Gaishun); Olga Mironova (Glasha); Liubomiras Lauciavicius (Kosach); Vladas Bagdonas; Jüri Lumiste; Viktor Lorents; Kazimir Rabetsky; Yevgueni Tilicheyev; Aleksandr Berda; G. Velts; V. Vasilyev; Igor Gnevashev; Vasili Domrachyov; G. Yelkin; Ye. Kryzhanovsky; N. Lisichenok; Vladimir Manayev; Takhir Matyullin; Piotr Merkuryev; Valentin Mishatkin; G. Matytsky; Yevgeniya Polyakova; Anatoli Slivnikov; Georgi Strokov; Tatyana Shestakova; Oleg Shapko.

Esta obra maestra de Elem Klimov es la historia de un muchacho, casi un niño, que se incorpora a los partisanos en Bielorrusia durante la Segunda Guerra Mundial. En un enfrentamiento queda separado del grupo e intenta regresar a su pueblo acompañado de una muchacha. Sabrá entonces que los alemanes han organizado una masacre y han asesinado a todo el pueblo.
Una película de diversos niveles: iniciación a la edad adulta, o la necesidad y brutalidad de este rito de paso en situación de guerra; historia del heroísmo forzado por la historia, tan común en la cinematografía soviética; pero, sobre todo, una visión descarnada de las atrocidades de la guerra en general y del nazismo en particular.
Esta película formula desde su título, a la vez, una petición al espectador y una promesa. Y cumple con creces esta última.
El espectador sentado en su butaca mira y ante sus ojos indefensos desfilan escenas de una masacre sin paliativos, de un realismo absoluto (y, para los que dudan, sobre hechos basados en cientos de episodios que se produjeron en realidad). Su fuerza es tal que, apenas sin diálogos, con la pura fuerza de sus imágenes, nos sentimos abrumados, y es muy posible que salgamos de su visionado con un aturdimiento difícil de describir. Las historias de iniciación y de heroísmo son necesarias en este film para que no se convierta en un pseudodocumental. Sin embargo, su auténtica fuerza gira en torno a esta realidad reflejada, a esta brutalidad real.
Un trabajo actoral inmenso, una selección de actores minuciosa, un manejo de cámara marca de la casa del cine soviético, cuidada, técnica y bella a la vez, es posiblemente la mejor película realizada jamás sobre los crímenes del nazismo, el mejor alegato antibelicista, un poema desesperado realizado sobre una situación brutal, una obra maestra total.

Tráiler (interesantísimo y bello a su vez):

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El Ojo del Grillo, de James Sallis

(Eye of the Cricket)
Julieta Lionetti/Poliedro
Barcelona, 2004 [1997]

Esta novela me llamó la atención por varias cosas. La primera fue que Harlan Ellison definiera a su autor como "una mente y un talento de dimensiones inusuales". Si siguen regularmente este blog sabrán que tengo un gran respeto por la ficción y las opiniones de Ellison, desconocido como es en España y valorado por su independencia y originalidad en los Estados Unidos. La segunda es que, como la biografía de solapa informa, Sallis es un experto en la historia del jazz. Rebuscando en mi memoria, comprobé que era en efecto así. No es sólo un experto local, por muy amplia e influyente que sea esta localidad, sino que ha traspasado fronteras. Esto y el hecho de que "jazz" y "novela negra" van muy unidos hace este dato interesante. La tercera es que sea el autor de la que se considera la biografía definitiva de Chester Himes, un autor de la novela negra negra (hoy se diría "novela negra afroamericana") peculiarísimo y complejo, tanto por su vida como por su obra.
La novela tiene otros intereses en sí misma. El argumento, muy chandlerianamente (Raymond Chandler es un referente en esta novela, si no en su estilo, sí en la forma de encarar la narración), es casi lo de menos. Lew Griffin es escritor, profesor universitario por temporadas (de literatura clásica, francesa e inglesa) y, de forma más ocasional todavía, detective. Afincado en Nueva Orleans, esta ficción está enclavada de manera inextricable con el carácter y las genes de esta ciudad, de forma que es, a la vez, un homenaje y una representación social y física de una población fascinante por muchos motivos.
e trata de una novela extrañamente introspectiva, en la que Griffin se enfrenta a sus propios fantasmas y a su reflejo en la sociedad que le rodea. Sufriente y preocupado en una sociedad entre impotente e indiferente, Griffin tendrá que recaer hasta lo más bajo para poder resurgir de una inmovilidad atenazante que, cómoda como pueda parecer, no es sino una anestesia frente a lo que le rodea y a lo que le ha convertido en lo que es. En resumen, tiene que caer para poder levantarse como un hombre nuevo.
Esta introspección es lo que hace grande a esta novela, y no los casos que pueda resolver Griffin, tanto más cuando estos casos no son sino unos indicadores, unas banderas de señales que marcan las carencias de una sociedad.
Esta historia personal, narrada de forma peculiar, con una estructura original que nos anticipa cosas, retrocede de repente y en ocasiones se avanza a la historia, es una de esas novelas de género que trascienden a éste y conforman una épica personal y, a la vez, un compromiso con el ser humano.

Portada y sinopsis

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Yo También Sabría Hacerlo. Entender el Arte Moderno, de Christian Saehrendt y Steen T. Kittl

(Das Kahnn Ich Auch!)
Eds. RobinBook/Ma Non Troppo, col. Arte
Barcelona, 2009 [2007]

Por desgracia para todos, y según la tesis de los autores, la conclusión parece ser que no hay mucho que entender. O demasiado, según se mire. El paseo por el que nos llevan es uno que más se asemeja al parquet de una sofisticada, irritante, materialista y muchas veces vacua bolsa que al terreno de los sentimientos o la técnica.
Así, el tono de este libro no puede dejar de ser irónico (una ironía que no siempre queda bien trasladada en la traducción, de la que hablaré después). Y es aquí donde esto se convierte en un auténtico manual de cómo sobrevivir a lo que rodea al mundo artístico: las exposiciones, las performances, las galerías, los museos, los galeristas, los marchantes, los coleccionistas, los públicos respectivos y los propios artistas. Sea usted mismo, nos dice, enfréntese a la obra, interróguela e interróguese a sí mismo, y procure sobrevivir y salir indemne de este envoltorio económico y egotístico, más parecido a un mercadillo que a otra cosa.
La conclusión que queda es que nadie puede decir hoy día qué es arte, mientras éste sólo se mida por parámetros económicos.
Conclusión ciertamente pesimista, pero en la que todavía queda un rayo de esperanza. Las más grandes obras artísticas de todos los tiempos no es seguro que hayan sobrevivido. No podemos tener esa constancia. Nos conformamos con lo que nos ha llegado y ha sido consagrado por el tiempo y la experiencia. ¿Qué le queda pues al espectador del arte contemporáneo?: «¡Todo tiene un carácter efímero y pasajero! Eso es algo que tranquiliza e inquieta al mismo tiempo, pues la sociedad contemporánea también tiene algo de efímero y pasajero. Sólo existe una oportunidad para ella y tal oportunidad reside en la tolerancia que manifestemos. ¿Cuándo veremos este arte si no lo hacemos ahora?»
Puesto que no tenemos juicios previos que sepamos van a ser perdurables, nos dicen, creemos nuestros propios juicios. Pero, ¿cómo hacerlo? ¿cómo ver este arte contemporáneo? Puede resultar iluminador este ejemplo:
«Las visitas a los museos programadas para pacientes con Alzheimer constituyen, con toda seguridad, un enfrentamiento poco común con el arte. El MoMA ofrece este servicio desde hace algún tiempo. "El arte es multidimensional y afecta a diversas zonas del cerebro, tanto las dañadas como las intactas", explica uno de los neurólogos implicados. Los pacientes buscan en la tienda de regalos sus postales preferidas y se dirigen en grupo a ver el original.
»La capacidad intelectual de los afectados está perdida sin remedio pero, a través del efecto emocional causado por las obras de arte, se pueden despertar sensaciones y asociaciones. En estas rondas suelen ser muy apreciados los motivos figurativos y narrativos, pero se prefieren las obras de arte con contenidos dramáticos y emocionales. Liberados de una forma de pensar lógica y funcional, los participantes del Meet me at MoMA se dedican a una observación del arte liberada de prejuicios. La vivencia obtenida con las obras de arte y el hecho de hablar sobre ellas llevan consigo una mejora de la calidad de vida y de la vitalidad de los enfermos, aun cuando a estos pacientes se les haya olvidado todo al cabo de unos pocos minutos. Seamos sensatos: ¿A quién no le ocurre lo mismo al visitar un museo, a pesar de que no padezca Alzheimer?»
Me parece una postura de contemplación tan buena como la que más, si no mejor.

[Horrorosa traducción la de este libro. Mi conocimiento del alemán no es tan extenso como para afirmarlo con rotundidad, pero creo que la traductora (cuyo nombre dejaré piadosamente en el olvido) tiene graves problemas con la lengua de origen o, lo que sería peor, con la de destino. Sólo así cabría explicarse que unos autores que se expresan de forma lúcida y coherente, de repente caigan en frases incomprensibles. Incomprensibles porque no significan nada y, sobre todo (y de ahí nace la sospecha) porque en nada se relacionan semánticamente con la precedente. Tenga o no problemas con el alemán, lo que es seguro es que tiene además problemas serios con el inglés, amén de un gravísimo problema en el uso del diccionario. Después de finalizada la lectura, tengo la impresión de que no se ha acabado de trasladar el tono del original (lo que es grave), se han traducido a la buena de dios algunas frases, que han perdido su sentido (más grave todavía) y, visto lo anterior, si esto es lo que se ha percibido, pueden imaginarse lo que se ha disimulado bajo apariencia coherente, pero que vaya usted a saber qué decía en origen (y esto sería escalofriante).]

Portada y sinopsis

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Il Campo del Vasaio, de Andrea Camilleri

Sellerio Editore, col. La Memoria
Palermo, 2008 [2008]
Serie Comisario Montalbano, nº17

Dentro de la evolución natural de este protagonista genial de Camilleri que es el comisario Salvo Montalbano, al que los años le van pesando, en este El Campo del Alfarero, Montalbano se enfrenta probablemente al problema más difícil de su historia, no como intriga policial (que a Montalbano no es que le traiga sin cuidado, pero que para él es secundaria), sino porque tiene que asumir una crisis como es la de la traición de la amistad.
En un campo de creta, material empleado en la fabricación de vasijas y que remitirá a la historia de Judas del evangelio según san Mateo, es encontrado un cadáver, asesinado de un tiro en la nuca y después despedazado en treinta trozos. Todo parece apuntar a un crimen mafioso, según la peculiar semiología que estos grupos han desarrollado en sus crímenes, pero las cosas no son tan fáciles.
Y, además, su vicecomisario y amigo Domenico Augello no hace sino reclamarle con insistencia la dirección de la investigación de este crimen. Un Augello cambiado, crispado, agresivo con sus compañeros, nervioso, desconocido en suma.
A medio plazo, Montalbano intuirá que Augello puede estar liado con la viuda del muerto, y que ésta puede tener que ver en el crimen mucho más de lo que aparenta. Frente a esta traición, a esta ruptura de la confianza y de la amistad, Montalbano reaccionará como esperamos de él. ¿Quién no ha traicionado a alguien en su vida? ¿Quién no ha mentido? Por tanto, lo hará todo para que el escándalo no salpique a Augello. No dudará en llegar a un compromiso entre la resolución del crimen y el mantenimiento y la justificación de la amistad. En dar una segunda oportunidad a Mimì.
Jamás habíamos visto a un Montalbano tan afectado emocionalmente, tan cansado a veces, tan vulnerable en otras y, sin embargo, tan claro en su percepción de lo que consisten los auténticos valores personales. En este aspecto, jamás Camilleri había desnudado tanto a su personaje, jamás nos lo había puesto en una situación tan difícil y nunca antes nos lo había acercado tanto. Camilleri, que nunca ha hecho novelas policiales al uso, jamás se había desentendido tanto de la trama criminal para dejarnos claro que escribe sobre vidas y no sobre muertes.

Portada y sinopsis (en italiano)
Página web de la serie de televisión "Comisario Montalbano" (en italiano)

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Cautivos del Mal, de Vincente Minnelli

SESIÓN MATINAL

(The Bad and the Beautiful)
1952

Director: Vincente Minnelli; Guión: Charles Schnee, basado en una historia de George Bradshaw; Intérpretes: Lana Turner (Georgia Larisson), Kirk Douglas (Jonathan Shields), Walter Pidgeon (Harry Pebbel), Dick Powell (James Lee Bartlow), Barry Sullivan (Fred Amiel), Gloria Grahame (Rosemary Bartlow), Gilbert Roland (Víctor 'Gaucho' Ribera), Leo G. Carroll (Henry Whitfield), Vanessa Brown (Kay Amiel), Paul Stewart (Syd Murphy), Sammy White (Gus), Elaine Stewart (Lila), Ivan Triesault (Von Ellstein); Música: David Raksin; Dir. de Fotografía: Robert Surtees; Montaje: Conrad A. Nervig; Dir. Artística: Edward Carfagno y Cedric Gibbons; Sonido: Douglas Shearer.

Aunque no son escasas, las películas sobre el cine constituyen una minoría. Esta es una de las más críticas, a la vez que épicas (con una épica sucia, todo hay que decirlo), con el sistema de producción de Hollywood. Una actriz (Turner), un guionista (Powell) y un director (Sullivan) dejan claro, mediante flashbacks de sus historias personales, porqué no volverán a rodar una película con el magnate del cine Douglas. Estas historias conforman un relato de cómo este productor salió de la serie B para rodar películas de gran presupuesto, siempre al servicio de su arte (¿o de su egolatría?) aunque ello signifique incluso destrozar vidas. De entre un repertorio de grandes interpretaciones, destaca en particular la de Kirk Douglas, en una actuación ambivalente y enérgica que, a la vez que le hace un personaje repulsivo, no podemos dejar de admirar por su entrega, su visión titánica del cine como algo superior a la vida, su tenacidad ante las dificultades, su impulso para conseguir levantar un imperio, no para enriquecerse (al principio del filme, está casi arruinado) sino para hacer mejores películas.
Un film más que notable en muchos aspectos: dirección, interpretación, fotografía, guión, dirección artística, no es tan conocido como otros grandes títulos, pero sin duda merece una reivindicación.

Tráiler:

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El Extranjero, de Albert Camus

(L'Étranger)
Eds. Orbis/Ed. Origen, col. Historia Universal de la Literatura
Barcelona, 1982 [1947]

Meursault (un francés nacido y residente en Argel) acude al funeral de su madre, a la que apenas le unía nada, puesto que nada tenían que decirse. Al día siguiente, se une a una chica, María, sin ningún proyecto de futuro, sólo por una vaga atracción inmediata. El lunes va al trabajo, donde rechaza un ascenso y el traslado a París, declarando que tal cambio le es indiferente. Conoce a Raimundo, al que hace un favor, no por nada en especial, sino por una especie de apatía de la que se deja llevar. Un fin de semana, María y Meursault van a la casa de la playa de un amigo de Raimundo. Allí, unos argelinos se enfrentan con Raimundo. En un paseo posterior, Meursault se encuentra con uno de estos árabes, que muestra una navaja. Meursault, a su vez, empuña una pistola y lo mata.
La segunda parte de la novela es el arresto, proceso y condena a muerte de Meursault. Éste espera que se juzguen las circunstancias de esta muerte, pero en lo que se hallará inmerso es en un juicio a su propia vida; incluso menos: su vida aparente, en relación con los demás. Y esta será rechazada, extrañada, despreciada por su falta de implicación en la sociedad, por su rechazo al fingimiento o al disimulo. Uno casi diría que se le condenará a muerte por haberse tomado un café con leche en el velatorio de su madre.
A todo esto Meursault se muestra indiferente. De hecho, su actitud vital es la indiferencia.
Novela existencialista, Meursault no es por sí mismo, sino por lo que hace. El propio protagonista acabará comprendiendo, sorprendiéndose y aceptando esto: «Para que todo sea consumado, para que me sienta menos solo, me quedaba esperar que el día de mi ejecución haya muchos espectadores y que me reciban con gritos de odio». Él quiere seguir siendo él, pero eso es un callejón sin salida, puesto que no será considerado como tal, sino por las acciones, y por lo que los demás piensen de esas acciones.
Alegato contra la pena de muerte, en defensa del individuo y de sus características, ataque contra la hipocresía social, que es parte integrante de la sociedad, pesimista hasta las últimas consecuencias, en tanto nadie es libre de los demás, en tanto la indiferencia de Meursault es inadmisible para sus congéneres, esta novela enigmática y terrible como su mismo protagonista es una deconstrucción de la violencia que esta sociedad ejerce contra el individuo y su mundo propio, en paz o en conflicto consigo mismo, pero en cualquier caso inadmisible si uno se sitúa frente a los demás como extraño, como extranjero.

Portada y sinopsis

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Tot Està Il·luminat, de Jonathan Safran Foer

(Everything Is Illuminated)
Ed. Columna
Barcelona, 2002 [2002]

Esta Todo Está Iluminado ha sido comentada como un texto "divertido", que hace "reír sin parar", "hilarante". En la época en que se publicaban estos comentarios se debía tener una gran necesidad de humor (o no haber acabado de leer la novela) como para darlos.
Es cierto que la novela se inicia (y prosigue) en clave humorística, con el relato de un improbable intérprete ucranio que ha acompañado a un escritor judío americano, llamado casualmente Jonathan Safran Foer, en su búsqueda de Augustine, la mujer que salvó a su abuelo del exterminio nazi y que, en último término, permitió la propia existencia del personaje Foer. Pero el humor, como la ginebra, es licor que combina bien con muchas cosas, y pronto nos encontramos con que la combinación de este libro es con la tragedia y la ternura.
Es una novela de estructura peculiar, a tres niveles, que sin embargo se enlazan entre sí: las cartas que Álex, el intérprete ucranio, remite a Foer a América, volviendo atrás a esa expedición y adelante a la actualidad; el relato de la búsqueda, escrito también por Álex; y la historia de ese pueblo y antepasados buscados, escrita (con sólo su imaginación como base) por Foer.
En efecto, nada queda del pueblo de Trachimbrod y de sus habitantes; ni un resto, y entonces Foer reconstruye la historia de la nada, con fantasía, imaginación y un sentido mítico que, no obstante, no está exento de ironía y desesperación.
Con esta estructura, una sinopsis no significa apenas nada y para casi nada sirve. Baste decir que es necesario buscar el pasado, pero más necesario es superarlo. Y que buscarlo puede hacernos más auténticos a nosotros mismos.
Esta es la primera novela de Foer, y como tal tiene algunos altibajos. Pero en su realismo mágico (o sea, la combinación triple del mismo: realismo; magia; y realismo más magia), su humor, su ternura y su incisiva visión de los seres humanos la hacen primer estandarte de un autor muy a considerar.
En este tipo de novelas se perciben los grandes rasgos del narrador, y no es uno menor el conseguir que cada lector tenga una visión personal del texto, un fragmento propio de él. Leer a Foer no deja indiferente y nos reconcilia un poco con nuestros vecinos los seres humanos.

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