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Una Part del Tot, de Steve Toltz

(A Fraction of the Whole)
Eds. La Campana, col. Tocs
Barcelona, 2010 [2008]

Repetidamente anunciada como fruto de un gran talento cómico, muy divertida, llena de humor y semejante a La Conjura de los Necios (una comparación como mínimo arriesgada), Una Parte del Todo posee, en efecto, un gran sentido del humor en muchos pasajes de sus 761 páginas. Pero claro, el lector que se deje llevar por este torrente de gracias anunciadas esperando una obra desopilante puede quedar más bien desconcertado cuando topa con pasajes como este que habla de un suicida: «¿Por qué deseamos que las personas que queremos vuelvan a la vida si eran tan claramente desgraciadas? ¿Tanto las odiábamos?»
Y claro, es que para vender algo en esta época y sociedad nuestras, anunciar que contiene la menor trascendencia se considera poco rentable. Hoy El Quijote probablemente sería anunciado como "comparable a los mejores Monty Python", Crimen y Castigo como "una sátira sutil para el lector más inteligente" y el cine de Bergman como algo que "ridiculiza a las personas que se toman la vida demasiado en serio". Si no eres chispeante, amigo mío, no eres comercial, y por tanto eres un paria.
Entrando en asuntos de mayor ecuanimidad y enjundia literaria, digamos que Una Parte del Todo ha sido finalista del Booker y el Guardian, que, aun sin ganarlos, no es poca cosa. Las razones por las que no los ganó pueden intuirse en los defectos de las primeras novelas y que suelen ser comunes, como extenderse demasiado en ciertos pasajes, alargarse en algunas situaciones. Por lo demás, y salvados estos momentos en que el lector tiene derecho a impacientarse, la novela es más que decente, y merece la pena leerla (sobre todo porque con este inicio prometedor, habrá que seguir a Steve Toltz).
¿Y de qué va Una Parte del Todo? Con 761 páginas, se puede decir que va de la vida, el universo y todo lo demás. Pero, intentando concretar, podemos decir que es la historia de un padre, su hijo y el tío de éste y hermano de aquél. El difunto tío es el delincuente más famoso de Australia (y por tanto, un personaje querido y admirado; los australianos, según parece, son así). El padre ha tenido que soportar toda la vida la sombra de este hermano, que le robó la fama, la novia, el reconocimiento y la vida propia. Conforme a la rebelión que esto le provoca se convierte en un misántropo feroz; y la historia de su hijo, que recibe la carga de tener semejante excentricidad de padre e intentar llevar una vida normal mientras procura por todos los medios no parecerse a él. Divertido, ¿verdad? Bueno, más de lo que parece, sobre todo por el tono irónico que muchas veces destila esta novela. Y tampoco es tan abstracta y cerrada como este resumen, necesariamente breve, pueda aparentar. Es la historia de un círculo cerrado, pero abierto al mundo. Una historia sobre individualidad y rebeldía, sobre la carga de la familia y sobre el estereotipo social que conlleva, todo ello desarrollado con imaginación y buen gusto literario, con sus momentos divertidos y sus instantes de ternura y sentimiento. Una buena novela de un autor a seguir.

Portada y sinopsis de la edición catalana

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No Sólo Hitler. La Alemania Nazi entre la Coacción y el Consenso, de Robert Gellately

(Backing Hitler. Consent and Coercion in Nazi Germany)
Ed. Crítica, col. Memoria Crítica
Barcelona, 20023 [2001]

De nuevo. El título original dice: Respaldando a Hitler. Consentimiento y Coerción en la Alemania Nazi. Que es algo distinto a como lo han titulado aquí. Pase lo de intentar una frase "de impacto" para el título, pero, ¿por qué cambiar el subtítulo? Es irritante esta manía de suplir al autor.
Bueno, Gellately pretende con este libro responder a la pregunta de qué cantidad y qué tipo de información recibía el público alemán durante el Tercer Reich, y proviene del hecho de haber encontrado en una de las fichas de la Gestapo un recorte de un reportaje de sobre un caso denunciado. Esto era contradictorio con la idea de que la mayor parte del terror nazi se había llevado en secreto.
En este aspecto, el libro tiene un éxito relativo. Es cierto que los alemanes fueron conscientes de vivir en un estado policial. Es cierto que este estado estuvo basado en la delación, y Gellately demuestra numéricamente que las acciones iniciadas por la Gestapo dueron muy pocas, siendo las más denuncias y delaciones, interesadas o no, realizadas por ciudadanos alemanes contra terceras personas. Y es cierto que en muchas ocasiones la prensa actuó mostrando el resultado de las delaciones; y que en muchas otras los elementos del estado nazi no se privaron de realizar ejecuciones públicas, y de dejar los cadáveres expuestos durante días.
Todo lo cual no es nuevo, o lo es relativamente. Viene a confirmar cosas que se intuían o sabían, pero tampoco aclara nada sobre el tema de base del libro, es decir, cuánto y qué sabían los alemanes.
Pero hay dos capítulos que sí contienen materia nueva y pertinente. El primero está dedicado a la justicia policial. En efecto, hubo una acción repetida y continuada por parte de las autoridades nazis en suplir, objetar y corregir la actuación judicial, autorizando a los elementos policiales a desdeñar las sentencias de los tribunales, corregirlas o aumentarlas (o, sencillamente, pasar por encima de ellas), manteniendo el confinamiento en campos de concentración cuando la sentencia expiraba o cuando era absolutoria, y en algunos casos aplicando penas de muerte no judicializadas.
El segundo tema es completamente nuevo y mucho más indicativo, y es el sistema de subcampos. Se sabía que Auschwitz-Birkenau tenía unos campos satélite, pero se daba por supuesto que eran "delegaciones" en industrias ad hoc o instalaciones productivas similares. Sin embargo, el descubrimiento radica en estos subcampos instalados en lugares públicos en el centro de ciudades, con prisioneros mantenidos allí para trabajar, pero tratados, en todo dalvo las cámaras de gas, como si estuvieran en el Lager, incluyendo ejecuciones mediante tiro en la nuca de forma arbitraria y pública. Y las cifras son asombrosas: Dachau llegó a crear 197 subcampos; Sachsenhausen, 74; Buchenwald, 129; FlossenBürg, 97; Mauthausen, 62; Ravensbrück, 45; Neuengamme, 90; Gross-Rosen, 118; Mittelbau-Dora, 32; Auschwitz (sin Birkenau), 50; Majdanek, 14. Algunos de ellos en ciudades como Braunschweig, Dessau, Dusseldorf, Essen, Leipzig y Weimar.
Es significativo. Porque la leyenda de que del sistema de campos sólo tenían noticia los pobladores de zonas cercanas a los campos principales se desvanece de un plumazo. Cuando menos las condiciones de trabajo, alimentación y alojamiento de los campos eran cosa pública para todos, amén del trato y la "justicia" que aplicaban los guardianes. Y cualquier trato humanitario hacia los prisioneros por parte de la ciudadanía estaba severamente castigado.
Es significativo que 70 años después sigamos descubriendo cosas nuevas sobre la arquitectura del horror. La vergüenza no puede convertirse en silencio, y el conocimiento tiene que convertirse en memoria. Ya no para que no se repita, sino para que no se niegue lo que sucedió.

Portada y sinopsis

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Cotó a Harlem, de Chester Himes

(Cotton Comes to Harlem)
Eds. 62, col. Seleccions de la Cua de Palla
Barcelona, 1990 [1965]
Serie Coffin Ed Johnson y Gravedigger Jones nº7

La capacidad de Chester Himes de tratar de cosas muy serias mediante el humor, aunque sea negro, siempre ha estado presente en sus novelas, y esta Algodón en Harlem no es una excepción.
Al principio de la novela nos hallamos en una concentración del movimiento "Retorno a África", que ofrece a cada familia transporte gratis a África, cinco acres de tierra fértil, una mula, un arado y las semillas necesarias. Todo ello a cambio de unos módicos mil dólares.
Huele a timo, y más cuando quien está al frente es el "reverendo" O'Malley, recién salido de la prisión después de haber tenido sus más y sus menos con el sindicato del crimen, pero la policía no puede intervenir por no provocar un motín popular. Cuando son robados los ochenta y siete mil dólares de la recaudación, la sospecha es que el timo se ha consumado, pero el propio O'Malley parece ansioso por recuperar el dinero. Ataúd Johnson y Enterrador Jones sospechan que puede haber alguien que haya jugado sucio con O'Malley, que se lo tendría bien merecido, pero hay 87 familias que lo han perdido todo, hasta la esperanza.
Y, además, en pleno corazón de Harlem, se ha abierto una oficina del "Movimiento de Retorno al Sur", dirigida por un coronel de Alabama que ofrece que los negros vuelvan al sur a recolectar algodón. Las cosas están que arden en Harlem.
Himes sigue moviéndose como pez en el agua por el Harlem de las esperanzas rotas y las eternas contradicciones y, en broma o en serio, nos brindará un nuevo paseo por los sueños de una comunidad y el desolador panorama de las ambiciones de sus habitantes.
No hay héroes en las historias de Himes, porque no hay nada que lleve al heroísmo, en una comunidad donde la lucha por la mera supervivencia es continua y los ideales son limitados por el día siguiente. Es una visión pesimista, pero tener cualquier otra visión hubiera sido una claudicación ideológica insoportable, escribir una nueva Cabaña del Tío Tom que hubiera sido tan irreal como vergonzante.

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¡Qué Noche la de Aquel Día!, de Richard Lester

SESIÓN MATINAL

(A Hard Day's Night); 1964

Director: Richard Lester; Guión: Alun Owen; Intérpretes: The Beatles, Wilfrid Brambell (abuelo de Paul), Norman Rossington (Norm), Victor Spinetti (Richard, director de TV); Dir. de fotografía: Gilbert Taylor; Dirección musical: George Martin; Letra y música: The Beatles.

Fue una bocanada de aire fresco en su día, y sigue siendo una obra maestra disfrutable cien por cien. El género de cantantes en el cine adolecía de unos manierismos que lo hacían poco creíble (los casos más claros son las películas de Elvis Presley): trasladar a un cantante o grupo a una situación ficticia, hacerle representar un papel que no era el suyo, cuando el público sólo lo veía a él, y trufar entonces la película de intervenciones musicales cuya máxima paradoja es que fingían ser interpretadas por alguien que no era el cantante. Todo ello era un inmenso error.
El guionista de A Hard Day's Night recoge un principio más sencillo y creíble: los Beatles son los Beatles, que es lo que el público espera y desea, y estos Beatles, hostigados por su mánager y el abuelo de Paul, van desde Liverpool a Londres para participar en una actuación de televisión. Claro que para ello el guión tuvo el acierto de dar a cada uno de los Beatles una personalidad (George el tacaño, etc) distintiva, y que ésta fuera asumida por los implicados. Y claro, el genio de Richard Lester, que entonces estaba en su mejor momento. De estas felices coincidencias surgió una comedia divertida, un testimonio del swinging London y una película en la que todos los implicados se nota que están a gusto. Imprescindible.

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El Avispón Negro, de James Sallis

(Black Hornet)
Poliedro/Julieta Lionetti
Barcelona, 2004 [1994]
Serie Lew Griffin nº3 [1 en la cronología interna]

Uno se pregunta cuánto aman los editores las obras que ellos mismos publican y en las que, en teoría, creen. Digo esto porque ya está bien que editoriales publiquen series enteras sin indicar, ni tan siquiera dar una pista de su orden interno, tanto más cuando sus personajes e historias se refieren de continuo a sucesos pasados. Después de leer cuatro novelas de Sallis, he tenido que espabilarme por mi cuenta para saber en qué desorden las había leído. La editora me podrá decir que es fácil hallar esta información por internet. Y responderé que más fácil es para ella recibirla del agente literario o, en último caso, buscarlo ella misma por internet e indicarlo en la solapa; más que nada por respeto al lector que es quien mantiene operativo el negocio. Digo yo.
En fin. El Avispón Negro es la tercera novela que Sallis escribió (o dio a publicar), pero es la primera cronológicamente hablando de su personaje Lew Griffin. Ya hemos hablado de Sallis y su serie sobre el detective a tiempo parcial Lew Griffin, que aquí no es todavía profesor de literatura sino un joven desorientado y con problemas que no sabe qué hacer con su vida.
Por lo menos a largo plazo, porque en su inmediato presente sí tiene un objetivo y es descubrir quién es el misterioso francotirador que ataca en la Nueva Orleans de los años sesenta, amenazando con elevar la temperatura del conflicto racial hasta niveles insoportables.
Los elementos que se hallan en las novelas de Sallis están aquí presentes: el tema racial, la incisiva y fascinante visión de Nueva Orleans y de sus gentes y su vida en los planos individuales y sociales.
Pero sobre todo, define los elementos que forman y conforman el universo vital de Lew Griffin: su historia, sus amigos, sus amores, sus colegas, sus lugares de referencia.
Sallis, además, posee un estilo literario muy personal y distintivo, que ya he resaltado en mi anterior comentario a El Ojo del Grillo, y este estilo original y brillante está presente en todas sus novelas, con lo que será difícil que las reseñe, porque sería reiterar los elogios y describir únicamente el argumento. Pero créanme, reseña o no, valen la pena. Individualmente, pero sobre todo en su conjunto coherente.

Portada y sinopsis

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Esplendor i Glòria de la Internacional Papanates, de Quim Monzó

Ed. Quaderns Crema, col. Biblioteca Mínima
Barcelona, 2010 [2001-2004]

Este Esplendor y Gloria de la Internacional Papanatas es el último libro de Quim Monzó por el momento, y es una compilación de los artículos o crónicas que hace, de forma casi diaria, en La Vanguardia. No es que este detalle sea importante, ya que Monzó tiene por costumbre escribir cuentos que parecen crónicas y crónicas que asemejan cuentos.
Sin embargo, en este caso hay un tenue y subterráneo hilo conductor, percibido muy bien por el autor, que por ello lo ha titulado, empleando la expresión acuñada por Jordi Barbeta, con esa referencia a la Internacional Papanatas, no-organización internacionalista, inconsciente, alógica, autocomplaciente y poseedora, creen su militantes (que lo son sin saberlo), de una Verdad, así, con mayúscula, la mayor parte de las veces demencial, siempre absurda.
Esta "amalgama entre progre y aborregada" ya lleva tiempo creándose y corriendo entre nosotros, de forma muy preocupante. Y quién se atreve a decirles algo, cuando son tan bienintencionados y sus ideales tan ideales. Quim Monzó lo hace, y además les recuerda que de buenas intenciones está empedrado el camino al infierno y que los ideales son muy bonitos pero que, por un caso, poner una florecilla en el cañón del fusil de un SS es pecar de suicidio voluntario por gas zyklon y de imbecilidad adquirida (que es mucho peor que la congénita).
Son esos papanatas que te felicitan efusivamente cuando tienes un hijo, te congratulan cuando tienes la parejita y, con toda seriedad, cuando tienes un tercer hijo te adoctrinan diciendo que eres un poquito insolidario, por tener un tercer hijo biológico cuando hay tantos niños por adoptar en el mundo. Son los que abogan, con toda seriedad, por los derechos de los animales. No se confundan, ¿eh? He dicho derechos, no respeto, ni amabilidad para, ni ausencia de crueldad con; derechos. Son los de la escuela inglesa que prohibe la representación de Los Tres Cerditos porque podría ofender a las minorías religiosas que no comen cerdo. Son (y esto no es un invento) los que se queman a lo bonzo, pero protegidos con ropa ignífuga. O aquel locutor que, hablando de la angustia de los animales por los petardos en la verbena de San Juan, dijo: "...sí, porque los perros y perras de esta ciudad..."
No sólo estos papanatas están presentes en esta antología. Con 116 crónicas contenidas en este libro, los temas deben ser variados en extremo. Pero sí que el fenómeno tiene un auge tan desmesurado que es imposible no toparse con él. Y entonces es cuando surge la necesidad de la ironía, y la necesidad de gente como Quim Monzó. Necesidad no sólo de su denuncia, sino de cómo la realiza: de una forma literaria impecable, con un cinismo benéfico, con un buen humor que los papanatas o bien han perdido o no han poseído jamás.

Portada y sinopsis de la edición castellana
Coberta i sinopsi de l'edició catalana

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Empieza el Calor, de Chester Himes

(The Heat's On)
Ed. Bruguera, col. Libro Amigo, serie Novela Negra
Barcelona, 19812 [1966]
Serie Coffin Ed Johnson y Gravedigger Jones nº6

Lo que todos los lectores de la serie de Himes se preguntan tarde o temprano, es decir, cuándo serán expedientados Ataúd Ed Johnson y Enterrador Jones por brutalidad policias, sucede en esta novela.
Claro que también suceden las otras cosas habituales en las novelas de Himes: un gigantesco negro albino de cortas luces, una sanadora por la fe anciana, filosófica y ambiciosa como una joven, un chófer heroinómano poco experto en el manejo de explosivos, un africano con turbante, un perro que más parece un león.
Un cargamento de heroína detrás del que va todo el mundo.
Y Harlem, claro.
Un Harlem en el que la vida vale muy poco y la muerte es omnipresente.
En un calor sofocante, Ataúd Johnson y Enterrador Jones tendrán que bregar con una serie de asesinatos inconexos que les desorientarán. Hasta que un par de asesinos a sueldo dejen al borde de la muerte a Enterrador Jones, y entonces será cuando Harlem conozca la furia vengativa de Ataúd Johnson.
El juego constante entre humor y tragedia, habitual en Himes, sigue aquí tan presente como en el resto de sus novelas, componiendo por contraste un cuadro verista socialmente, unas escenas inquietantes, demasiado inquietantes como para desecharlas por ficticias.
En este paseo por la serie seminal de Himes me he abstenido hasta hoy de proponerles la tesis que se trasluce en toda su obra, entre otras cosas porque prefería enumerar primero las diversas virtudes y elementos que la componen; pero ya va siendo hora de decir que toda la obra de Himes consiste en el papel del negro en la cultura americana. Rechazado o emigrado del Sur, hacinado en su gueto en el Norte, el mundo del negro es contemplado por el blanco como una sociedad propia, con sus propias reglas, un mundo aparte en el que puede suceder cualquier cosa. Y esas cosas suceden, nos dice Himes. Suceden porque mediante esa alienación, la sociedad americana ha logrado enfrentar a la sociedad negra consigo misma. Dejándolos en su propia misera, aislados y con sus propias normas en un universo cerrado, la sociedad blanca logró hacerlos llegar a un punto en que los negros empezaron a autodestruirse. Una situación insostenible. En ese contexto, con el crimen o su tentación a flor de piel (muchas veces motivado no por las ansias de poseer más, sino simplemente por las ansias de poseer algo, o de meramente sobrevivir), la actuación de los dos policías de Harlem, excesiva y brutal como es, puede entenderse como un desesperado intento, por todos los medios, por mantener un poco de orden en el caos, por mor de la supervivencia de la sociedad negra en los Estados Unidos.

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El Invisible Harvey, de Henry Koster

SESIÓN MATINAL

(Harvey); 1950

Director: Henry Koster; Guión: Mary Chase (con Oscar Brodney), basado en la obra teatral de Mary Chase; Intérpretes: James Stewart (Elwood P. Dowd), Josephine Hull (Veta Louise Simmons), Victoria Horne (Myrtle Mae Simmons), Peggy Dow (Miss Kelly, enfermera), Cecil Kellaway (Dr. Chumley), Charles Drake (Dr. Sanderson), Jesse White (Wilson, auxiliar sanitario), Nana Bryant (Hazel Chumley), Wallace Ford (Lofgren); Dir. de fotografía: William Daniels; Música: Frank Skinner.

Un borrachín tiene a un enorme conejo blanco como amigo imaginario, y su hermana intenta incapacitarlo judicialmente.
Esta película de argumento extemporáneo es la demostración palpable de que cuando se toman riesgos pero todos los implicados muestran auténtica dedicación, el riesgo asumido rinde un enorme beneficio artístico.
Partiendo de una premisa extravagante, esta película además trata sobre la bondad, la locura inofensiva, la ambición y el valor del individuo en la sociedad. basada en una obra de teatro transportada casi literalmente a la pantalla, funciona gracias a la dedicación de sus actores principales, que lograron interpretaciones grandiosas y una película llena de declaraciones memorables, como esta de Elwood/James Stewart:
«Harvey y yo tenemos cosas que hacer... nos sentamos en los bares... tomamos una copa o dos... y ponemos música de la máquina de discos. Muy pronto los rostros del resto de gente se giran hacia mí y sonríen. Dicen: "No sabemos su nombre, caballero, pero usted es un buen tipo, un buen tipo". Harvey y yo nos confortamos en estos momentos dorados. Llegamos como extraños; pronto tenemos amigos. Vienen hacia nosotros. Se sientan con nosotros. Nos hablan. Nos cuentan de las grandes y terribles cosas que han hecho y de las grandes y maravillosas cosas que van a hacer. Sus esperanzas, sus reproches. Sus amores, sus odios. Todo muy enorme, porque nunca nadie lleva nada pequeño a un par. Entonces les presento a Harvey, y él es más grandioso y enorme que nada que me puedan ofrecer. Cuando se marchan, lo hacen impresionados. La misma gente rara vez vuelve.»

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Feathertop, de Nathaniel Hawthorne

(Feathertop)
En Horrorscope, Mitos Básicos del Cine de Terror, vol. 1
Edición de J. A. Molina Foix
Editorial Nostromo
Madrid, 1974 [1852]

El hubris de la Nueva Inglaterra colonial, fortísimo, desde siempre ha dejado impronta en sus literatos, y el primero de estos auténticamente enraizado allí fue Nathaniel Hawthorne. Creció en el país en el que se produjo el proceso por brujería más célebre de la historia, y es seguro que es el escritor que más cerca estuvo de quien protagonizó el suceso y de su relato, y por tanto no es de extrañar que de continuo aparezca el diablo campando por sus respetos en su ficción. Pero Hawthorne no era un folklorista. Nació en una sociedad puritana, tal vez la más puritana de toda la joven norteamérica, pero en toda su ficción, tanto la fantástica como la que no, muestra una crítica implacable hacia este puritanismo inmovilista e hipócrita.
Feathertop no es una excepción, y constituye, además de un delicioso cuento de brujas, una sátira de los usos y costumbres de la época. Vamos por partes. La Madre Rigby, una bruja tan canónica que merecería figurar en los anales de la literatura fantástica, decide fabricar un espantapájaros. El meollo del asunto es que, a pesar de los materiales de fortuna que emplea, le sale muy bien, tanto como para ser «demasiado bello para desempeñarse como espantapájaros [...] ¡Vaya, si yo he bailado con otros más feos cuando los compañeros escaseaban en nuestros aquelarres del bosque! ¿Qué sucedería si lo dejara probar suerte entre los otros hombres de paja que circulan afanosamente por el mundo sin nada adentro? [...] ¡Encontrará muchos hermanos suyos en todas las esquinas!»
Dicho y hecho. Dándole el aliento vital mediante el humo de tabaco de una pipa, Feathertop (nombre, "Cabeza de Plumas", que refleja su naturaleza, todo apariencia, nada de cerebro) es enviado al mundo con la misión de hacerse un lugar en él, y el viático con el que parte es que hable aunque no tenga nada que decir; nada coherente, al menos. «Era maravilloso ver hasta qué punto se comportaba como un ser humano. Sus ojos (porque parecía poseer un par) estaban fijos sobre la Madre Rigby, y en los momentos oportunos inclinaba o meneaba la cabeza. Tampoco le faltaban palabras apropiadas para la ocasión: "¡Vaya! ¡Por favor! ¡Le ruego que me lo cuente! ¿Es posible? ¡Quién lo habría dicho! ¡De ningún modo! ¡Oh! ¡Ah! ¡Ejem!", y otras ponderables exclamaciones que demuestran que el que escucha está atento, indaga, asiente o discrepa.»
Y así entrará en el mundo. Percibido en su realidad sólo por un perro y un chiquillo, a los que nadie hace el menor caso, Feathertop se hará un lugar en la sociedad, e incluso conquistará a la hija del juez.
Aunque hay un pequeño inconveniente. Todos, al verle, pueden creer que es lo que no es, salvo una sola persona...
Feathertop es un relato irónico profundamente divertido, inefable en su sencillez y magistral en su construcción, que introduce el tema fantástico como asunto de hecho (que es como hay que hacerlo; en el género de terror y fantasía, la mejor manera de fracasar es justificar, o avergonzarse, si quieren, de lo sobrenatural); prosigue en su mejor tradición satírica y se desarrolla con una suavidad y credibilidad casi insultantes por su facilidad. Desde el primer "¡Dickon! ¡un tizón para mi pipa!" el lector queda atrapado, y sigue los pasos de Feathertop por el mundo con simpatía y, porqué no decirlo, algo de piedad por un espantapájaros que es más humano que muchos hombres.

Enlace al blog El Espejo Gótico, que publica completo el cuento Feathertop

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Escritos Corsarios, de Pier Paolo Pasolini

(Scritti Corsari)
Eds. del Oriente y del Mediterráneo, col. Encuentros, serie Comunicación
Madrid, 2009 [1973-1975]
Trad. de Juan Vivanco Gefaell

Al lado del cineasta, es menos conocido el excelente Pasolini novelista, el poeta (más que bueno) y el articulista. Es esta última faceta la que se explora en este libro, concretamente los artículos de prensa publicados los años 73, 74 y 75 (justo el año de su nunca esclarecido asesinato). Una miscelánea compuesta de críticas de libros, artículos de fondo, polémicas políticas y reflexiones personales y sociales.
En estos artículos descubriremos al Pasolini que se intuye en su obra fílmica, el intelectual comprometido, polemista feroz, capaz de discutir con los grandes intelectuales de su tiempo (Eco, Sciascia, Moravia, Calvino...), pero que lo hace desde un respeto que se percibe mutuo y desde el argumento intelectual, apasionado pero no pasional.
Pero el lector se llevará una sorpresa. En efecto, Pasolini, desde el primer artículo leído, se muestra como un hombre de clarividencia excepcional. Sorprende que en el tratamiento de temas concretos de su tiempo, Pasolini se mostrara capaz de analizar y situar en el futuro la evolución social, no sólo italiana sino occidental, una evolución que tal vez pudiera intuirse en la década de los setenta, pero que Pasolini traza argumental e intelectualmente conclaridad, de tal manera que lo que está sucediendo en pleno siglo XXI Pasolini ya lo viera entonces: la disolución de las diferencias de clase, la unificación del proletariado en la pequeña burguesía, el consumismo como ideología predominante (que hizo obsoletas las ideología comunista y vaticanista) y la aculturación de las clases populares.
La imagen de Pasolini como un comunista de partido no es exacta; en estos artículos se aparta de la ortodoxia del PCI (lo que provocó no poca furia contra su persona) y la denuncia como apartada de la realidad, como anquilosada y, sobre todo, como equivocada en la comprensión de la mentalidad de sus conciudadanos. En esa irreductible calidad de pensamiento uno intuye amargamente las causas que provocaron su asesinato. Incordio de los democristianos, a los que denominaba clerical-fascistas, incómodo para los comunistas, en una época en la que el partido radical italiano apenas tomaba impuso, su asesinato resultó, si no útil, sí por lo menos conveniente para muchos. Nos queda su obra, en la que sigue incordiando después de muerto a la clase política y a la sociedad conformista. No es que sus escritos vayan a cambiar nada. Pero demuestran la necesidad que tenemos de intelectuales de este calibre, y la escasez de pensamiento independiente y crítico.

Portada, sinopsis, algunos artículos de Pasolini y reseñas del libro

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Los Hombres que No Amaban a las Mujeres, de Stieg Larsson

(Män Som Hatar Kvinnor. Millennium I)
Ed. Destino
Barcelona, 200814 [2005]
Serie Millennium nº1

Parece que el ruido mediático alrededor de Stieg Larsson amaina. De modo que puede haber llegado el momento para evaluar, sin distorsiones, las novelas de Millennium.
Pero, y respecto al ruido mediático, déjenme decir algo: No hay para tanto. Y es lo único que voy a conceder al fenómeno Larsson como tal fenómeno. Y ahora, a por la obra.
Aunque parezca extraño, es necesario hacer un resumen argumental. Se comentan, por lo general, bondades muy abstractas y detalles muy generales sobre la serie, pero, por lo que parece, se da por sentado que todo el mundo conoce el argumento. No es así. Mikael Blomkvist es un periodista de investigación empresarial y financiero que acaba de ser condenado por difamación de un conocido especulador y multimillonario sueco. Mikael sabe que ha sido engañado, que sobre una base cierta y real de estafa le tendieron posteriormente una trampa con un supuesto garganta profunda que le proporcionó información falsa, que le ha llevado a una condena a prisión, a una indemnización y multa y, lo que puede ser irreversible, a la pérdida de su credibilidad.
Es en esta situación cuando Blomkvist recibe un extraño encargo por parte de Henrik Vanger, un prominente industrial. Claro que antes de darle el encargo, Mikael ha sido investigado por una empresa de seguridad, y en concreto por una investigadora freelance, Lisbeth Salander, una personalidad enrevesada, marginal, con problemas sociales y psicológicos, pero un genio en su campo.
El encargo en cuestión es investigar la desaparición y posible asesinato de Harriet Vanger, sobrina de Henrik, hace treinta y seis años. Un caso que ha quedado por esclarecer y que obsesiona a Henrik.
Mikael descubrirá indicios que fueron pasados por alto y, con la ayuda de Salander, tendrá que enfrentarse al cerrado mundo de la familia Vanger, casi en su totalidad residente en una pequeña isla y enfrentada entre sí y a la que, a algunos de sus miembros, les hace muy poca gracia la intervención de Blomkvist.
Como novela policiaca es muy correcta, aunque algo verbosa. Sin embargo, hay que tener en cuenta que es una primera novela. Larsson es uno de esos escritores que quiere visualizarlo todo: quiere tener preparado un perfil psicológico de todos y cada uno de sus personajes, quiere tener una idea detallada de los lugares y quiere tenerlo todo en su sitio. No es un mal método, pero el mismo Larsson debería haberse dado cuenta de que todo aquello que puede ser de utilidad para el escritor no necesariamente tiene que serlo para el lector. Por tanto, muchas veces Larsson amontona detalles que nada aportan a la historia y la enlentecen (y la hinchan hasta las 665 páginas). Con todo, la impresión es positiva: la trama es atractiva, todavía más por el hecho de existir unos personajes, sobre todo el de Lisbeth Salander, potentísimo, psicológicamente activos y atractivos, que se constituyen en el motor de la historia y en objeto de curiosidad para el lector.
¿Es una gran novela? La respuesta es que no. Sobran muchas cosas y faltan muchas otras para que sea así. Sin embargo, y dentro de su género y sus limitaciones, es un policiaco notable, con un personaje potente y extremado, capaz por derecho propio de entrar en el elenco de los grandes personajes del género.

Portada y sinopsis

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El Maquinista de la General, de Buster Keaton

SESIÓN MATINAL

(The General); 1926

Director: Buster Keaton y Clyde Bruckman; Guión: Al Boasberg y Charles Smith; Intérpretes: Buster Keaton (Johnny Gray), Marion Mack (Annabelle Lee), Glen Cavander (Capitán Anderson); Dir. de fotografía: J. Deveraux Jennings y Bert Haines.

¿Qué se puede decir de una película que, sin duda, es la más perfecta en su género de gags puramente visuales? ¿Destacar sus pequeñísimos defectos? Bueno, pues muy bien: empieza con un ritmo más bien bajo en su planteamiento de la historia. ¿Tiene alguno más? Podría ser, pero son tan menores que no perjudican para nada el resultado global.
El caso es que Buster Keaton, cuando arranca en su resolución humorística de las situaciones efectúa una acumulación continua de gags, cada uno enlazado con el posterior, el siguiente más sorprendente y efectivo que el anterior. Cada uno de ellos meditado y medido, dificilísimo de concatenar y sin embargo ejecutado con una naturalidad asombrosa.
Imprevista, sorprendente, fresca, emocionante, manteniendo al espectador en vilo y provocándole la carcajada una y otra vez, una y otra vez. Este crescendo apoyado en todo lo que es posible utilizar para sostener e incrementar la tensión cómico-narrativa es un clásico inagotable, posible de visionar tantas veces como se quiera sin fatigar jamás.
Con valores de producción inmensos, visibles y perfectamente utilizados, se puede aducir que es un festival de un solo cómico. ¿Y qué? No sólo Keaton es el hombre impasible que por sí y por sus acciones provoca la comicidad. Todo está al servicio de la historia, pero junto a lo cómico tiene imágenes emblemáticas y tantos momentos insuperables que la convierten en una obra maestra única. En blanco y negro y muda. Pero nadie, jamás, superará esta película en su ejecución y resultados.

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Un Matrimonio in Provincia, de Marchesa Colombi

Einaudi, col. ET Classici
Turín, 20096 [1885]
Introducción de Natalia Ginzburg

He aquí una historia que fascinó en su infancia a Natalia Ginzburg, que luchó en la edad adulta para recuperarla en la edición; un libro del que Italo Calvino ha dicho: «Desde las primeras páginas se reconoce una voz de escritora que se hace escuchar sea lo que sea lo que cuente».
No es para menos. No es tanto su argumento: típicamente decimonónica, es la historia de Denza, una muchacha que, más que enamorarse de un muchacho, se enamora de la idea del amor; perteneciente a una clase inferior, tendrá que resignarse a la suerte de un matrimonio ventajoso pero dentro de su orden; su "enamorado" es un heredero rico y gordo, casi una ridiculez de amor, pero que parece corresponder a Denza, aunque (¿calzonazos? ¿tan sujeto a las normas sociales como su enamorada?) se casará con otra.
Todo ello, con variaciones, ausencias y presencias, en parte o en todo, podría ser algo ya visto en las novelas románticas y de costumbres de la época y posteriores, y sin embargo deja sensación de frescura y de novedad.
Hay que reconocer el mérito estilístico de Colombi. Una prosa ligera, airosa, en extremo ágil, precisa, que es capaz de llevar en volandas al lector y que consigue una extrema suavidad en la narración.
Pero también un procedimiento por implicación. No es una novela social pero consigue transmitir la atmósfera opresiva de la pequeña burguesía y la vida de una ciudad de provincias. No es una novela de combate, pero refleja una realidad demasiado frecuente en el sometimiento de la mujer, y, sobre todo, la alternativa terrorífica ofrecida a las muchachas: el matrimonio a tiempo, fuera cual fuera, o quedarse para vestir santos, es decir, ser objeto de burla social. Es una novela romántica, pero matizada por un humor que evita el caer en tópicos y manierismos ridículos.
Y sí es una novela de época, porque está perfectamente reflejada en la novela.
Son cien páginas de texto que llevan una carga implícita intensa, levemente irónica (y sardónica) y que son de las más placenteras que se pueden leer.

Portada y sinopsis de la edición italiana

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El Recurso del Método, de Alejo Carpentier

Alianza Ed., col. El Libro de Bolsillo, Biblioteca Carpentier
Madrid, 1998 [1974]

En el recorrido por la figura del dictador en la literatura hispanoamericana, hoy, de la mano de Alejo Carpentier, efectuamos una auténtica inmersión en la mente de uno de estos tiranos.
El recurso del Método del título es una frase que pronuncia el Primer magistrado protagonista de la novela: «Y habría que perseguir por tales tierras al General Hoffmann, cercarlo, sitiarlo, acorralarlo, y, al fin, ponerlo de espaldas a una pared de convento, iglesia o cementerio, y tronarlo. "¡Fuego!" No había más remedio. Era la regla del juego. Recurso del Método.» Una frase y una metodología. Una repetición metódica de la permanencia en el poder. Justamente será cuando se aparte de este método cuando pondrá la semilla de su propia destrucción.
El Recurso del Método es una obra en extremo perceptiva, muy sutil y precisa en su comprensión de la mente y tipología del dictador. Lejos Carpentier del camino fácil de la ridiculización o la burla; caer en ellas no sería un desprestigio del dictador, antes bien del pueblo dictado, que quedaría entonces situado como una masa informe a la que cualquier inculto descerebrado puede dominar. No. Lo que dice Carpentier es que los dictadores son capaces, más o menos, tanto como para llegar al poder y mantenerse en él. Y que son las dictaduras las que llevan su propia destrucción incorporada, en la permisividad de la corrupción, el desprecio por el bienestar popular y el alejamiento del poder respecto del pueblo.
La novela se inicia, para sorpresa del lector, en París, y en un ambiente que podemos definir como ilustrado. Es un extraño inicio, pero definitorio de las intenciones de Carpentier. El auténtico hogar del Primer magistrado, el único lugar donde se siente bien, donde le importa lo que piensen los demás de él, es París. Es un símbolo del alejamiento del país que gobierna, un alejamiento incluso físico pero que, por descontado, implica también el alejamiento emocional y moral. Y el Primer magistrado se nos muestra como una personalidad ilustrada. Será más adelante cuando comprendamos que esta ilustración no es más que una pátina que oculta una personalidad soez, una cultura de loro que se ha forzado a degustar y gustar, pero que ni comprende ni evoluciona, otro símbolo de su permanencia en un mundo inmóvil que, por supuesto, es irreal.
Y en esta novela extraordinaria, seguimos las peripecias vitales de este Primer Magistrado, símbolo del dictador, símbolo de su psique y de sus usos, costumbres y tipología. Con una extraña ecuanimidad de juicio. Si no fuera porque sus crímenes y crueldad son irremisibles, uno casi sentiría piedad por este hombre viejo, rebasado por todo y por todos: por sus aliados, por su familia, por sus opositores, por el mundo en marcha. Un personaje que en el fondo, es ridículo, pero lo terrible y desolador es que ese ridículo nacido de sus propias pretensiones haya forzado la miseria y la muerte a los demás.
"«Ahora, estas estatuas suyas descansarán en el fondo del mar; serán verdecidas por el salitre, abrazadas por los corales, recubiertas por la arena. Y allá por el año 2500 o 3000 las encontrará la pala de una draga, devolviéndolas a la luz. Y preguntarán las gentes, en tono de Soneto de Arvers: "¿Y quién fue ese hombre?" Y acaso no habrá quien pueda responderles. Pasará lo mismo que con las esculturas romanas de mala época que pueden verse en muchos museos: sólo se sabe de ellas que son imágenes de Un Gladiador, Un Patricio, Un Centurión. Los nombres se perdieron. En el caso suyo se dirá: "Busto, estatua, de Un Dictador. Fueron tantos y serán tantos todavía, en este hemisferio, que el nombre será lo de menos".» (Tomó un libro que descansaba sobre una mesa.) «¿Figura usted en el Pequeño Larousse? ¿No?... Pues entonces está jodido»... Y aquella tarde lloré. Lloré sobre un diccionario ─«Je sême à tout vent»─ que me ignoraba."

Portada y sinopsis

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El Gran Somni Daurat, de Chester Himes

(The Big Gold Dream)
Eds. 62, col. Seleccions de la Cua de Palla
Barcelona, 1989 [1960]
Serie Coffin Ed Johnson y Gravedigger Jones nº5

Sumergirse en una novela de Chester Himes es, no me cansaré de decirlo, entrar a dar un paseo, a veces hilarante y a veces trágico, por ese personaje con entidad propia que es harlem. Y sin embargo, esta es probablemente una de las novelas más sombrías de la serie, en parte porque su motivo principal son los sueños rotos de los protagonistas, que corren tras la oportunidad de salir de la miseria.
Siempre es difícil dar un resumen argumental de las novelas de Himes sin desvelar algo fundamental de su trama, compuesta de minúsculas piezas que encajan como en un mecanismo de relojería, pero creo que esta vez es necesario. El Dulce Profeta, por descontado más falso que un billete de dos euros, arrastra multitudes, pero lo que a él le ineteresa es aumentar su cuenta corriente, aunque sea a costa de los más necesitados. Cuando Alberta Wright le relata que ha tenido un sueño premonitotio, El Gran Sueño Dorado del título, en el que hacía tres pasteles de manzana que entonces estallaban en una lluvia de dólares y que, interpretándolo como una profecía, apostó a las tres loterías clandestinas del barrio y ganó en las tres, el Dulce Profeta, en lugar de asombrarse ante lo maravilloso de tal premonición cumplida, se las ingenia para robar los premios obtenidos, desencadenando una ola de engaños y crímenes.
Este es el corazón de la historia: treinta y seis mil dólares y todos los esfuerzos de los que rodean a Alberta (y de los no tan póximos a ella) para robárselos, perseguirlos una vez desaparecidos y establecerlos como una obsesión.
Siempre compuestas de pequeñas historias, en este caso la mezquindad corre libre por Harlem, desembocando en dramas personales, pequeños o grandes. Un espectáculo al que asisten, como testigos resignados, acostumbrados a todas las miserias, los policías "Ataúd" Johnson y "Enterrador" Jones, los tipos más duros de Harlem, quienes, cuando son acusados de no tener entrañas, responden:
«Es difícil decir quién tiene entrañas y quién no. Aquí tenemos una mujer herida y hay un asesino que todavía corre por ahí. Ella nos podría decir quién es antes de que mate a alguien más.»
Puede que no sea tan chispeantemente surreal como las anteriores novelas de la serie, pero Chester Himes sigue componiendo con El Gran Sueño Dorado el fresco de un Harlem que en todo, aun lo extravagante, parece real.

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El Gran Dictador, de Charles Chaplin

SESIÓN MATINAL

(The Great Dictator); 1940

Director: Charles Chaplin; Guión: Charles Chaplin; Intérpretes: Charles Chaplin (Hynkel/barbero judío), Paulette Godard (Hannah), Jack Oakie (Napaloni), Reginald Gardiner (Schultz), Henry Daniell (Garbitsch), Billy Gilbert (Herring), Maurice Moscovich (Mr. Jaeckel); Dir. de fotografía: Karl Struss y Rollie Totheroh; Música: Meredith Wilson; Dir. artística: J. Russell Spencer; Montaje: Willard Nico.

Revisada de continuo, El Gran Dictador ha sido objeto de polémica desde su estreno. Algunos consideran el discurso final de Chaplin al mundo un error, otros la parte fundamental de la película. Unos la consideran desigual, otros el alegato más mordaz contra la figura de Hitler y el nazismo.
Mi opinión va en esta segunda dirección (junto a To Be or Not to Be, con la que se la compara, sin que haya motivo, y de la que tendré que decir unas cuantas cosas en el futuro). Y tiendo a excusar sus errores, que los tiene. Hay que tener en cuenta unos detalles, algunos históricos, otros no. El Gran Dictador enfureció en su época, pero se obvia que esa furia provino de los que abogaban por la no intervención estadounidense en la guerra. Se trataba de una película que tomaba partido por la humanidad en lugar del pragmatismo político, y eso no gustó. Respecto al discurso final, es posible que constituya otra película, pero Chaplin, como creador situado en su época, creo que tenía todo el derecho a hacerlo. E incluso a marcar distancias entre ficción humorística y una realidad trágica.
Y en cuanto a la película anterior, una que tiene momentos tan grandes como esta no puede quedar sin reseñar en la historia del cine; y que los críticos exijan a Chaplin que siempre esté a la altura de sus momentos cumbre no es problema sino de los críticos. El encuentro entre Hynkel y Napaloni es uno de esos momentos cumbre, el ballet de Chaplin/Hynkel con el globo terráqueo es otro. Para encontrar el auténtico valor de El Gran Dictador sólo hay que imaginarse un mundo en el que estas escenas no hubieran sido creadas. Un mundo más pobre, sin duda.

Tráiler:

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Macanudo nº5, de Liniers

Random House Mondadori
Barcelona, 2009 [2007]
Edición argentina:
Eds. de la Flor
Buenos Aires, 20073 [2007]

Liniers es uno de los dibujantes más interesantes que existen actualmente en el mundo. Las razones son muchas, pero podrían resumirse en que su universo es tan extenso que parece no tener fin.
No es que no tenga personajes fijos o series internas, al contrario: El Misterioso Hombre de Negro, Lorenzo y Teresita, Oliverio la Aceituna, sus duendes, la biografía de Pablo Neruda en sus momentos poco significativos, José Luis el infeliz, los amigos imaginarios, Origami Boy, Cosas que, a lo mejor, le pasaron a Picasso, sus sempiternos pingüinos, mis favoritos Enriqueta, la niña lectora, y sus compañeros el gato Fellini y el osito de peluche Madariaga; o las verdaderas aventuras del propio Liniers. Entre otras, que no tienen porqué estar protagonizadas por personajes identificables o suceder en un entorno concreto. De hecho, pueden suceder en cualquiera de los territorios de la imaginación de Liniers, que son vastos e innúmeros. Y no siempre alejados de la realidad, sin embargo.
Con semejante panorama de temas, universos y tendencias, leer un recopilatorio de Liniers es enfrentarse con una antología sosprendente, en apariencia anárquica (bendita anarquía) pero siempre refrescante.
Desde el humor del absurdo (que no humor absurdo) hasta lo onírico, desde lo social hasta lo literario, de lo visual a lo textual ("Pero ché... Ya tendría que haber llegado. La película está por empezar. ¿Dóde está? ¡Cada vez que vamos al cine pasa lo mismo! ¿¡Dónde está este idiota!?" ─La Novia de Godot), Liniers hace y dibuja lo que quiere con un saludable derroche de imaginación y buen humor.
Un humor tremendamente inteligente, no sólo por sus referencias, innumerables en lo literario y lo artístico sino por sus propios mecanismos creativos, que le dan una libertad interpretativa que proporciona una consistencia cualitativa envidiable.
Es posible que una sola tira de Liniers no haga que la adicción surja en el lector. Poder leer progresivamente sus pequeñas obras proporciona sin embargo un extraño sentido de continuidad. Y en sus recopilatorios, como en este, uno tiene recompensas inesperadas, como "El Inquilino", una historia de cuatro páginas dedicada a, y en el estilo de, Edward Gorey. Pero sin perder las esencias de Liniers.

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