Recuerdos de Mi Vida, de Santiago Ramón y Cajal

FIRMA INVITADA: Eduardo Garrido

A menudo me convenzo de cuanto debemos aprender de mucha gente nos ha precedido en la historia, muy especialmente de aquellos seres que por su inusual inteligencia, talento y empeño dejan una huella indeleble para el resto de generaciones. Santiago Ramón y Cajal representa a la ciencia y al humanismo, llevados al más alto nivel universal.
Recientemente, he tenido el placer de volver a saborear el libro autobiográfico del doctor Santiago Ramón y Cajal titulado Recuerdos de Mi Vida, aunque en esta ocasión ha sido la obra completa publicada íntegramente en una edición impecable. La primera parte, titulada "Mi Infancia y Juventud", ya la había leído durante mi propia mocedad y aquel curioso personaje me cautivó o, al menos, la forma como el autor relató los inicios de su vida, tal vez fuera una similitud de rasgos de carácter y aficiones que yo mismo tenía en esos momentos. El segundo tomo, "Historia de Mi Labor Científica", se trata de la continuación de aquel primer libro y vio la luz en 1917, cuando nuestro sabio universal tenía 65 años de edad y frisaba su jubilación de la cátedra de medicina de Madrid, la cual ejerció sin tregua durante tres décadas en una acogedora aula de bancada de madera ubicada en la vieja Facultad de San Carlos. Ambos textos se editaron conjuntamente en 1923, en vida de Cajal, según fue su propia voluntad, pero dicha obra biográfica no había vuelto a editarse íntegramente hasta este siglo XXI.
Recuerdos de mi vida es un excitante hilo biográfico, un amplio trayecto plagado de lecciones vitales, de consejos, moralejas, sentencias y conclusiones que Ramón y Cajal formuló con atino. Su lectura supone un auténtico deleite y parece no haber párrafo del que uno pueda prescindir. Como colofón, el autor quiso incluir una sección con las reseñas de las publicaciones científicas nacionales e internacionales realizadas por él o por sus discípulos más allegados, la prestigiosa escuela neurológica denominada Cajaliana. Dicha escuela nació en el que puede considerarse el primer laboratorio de investigaciones biológicas que existió en nuestro país, el cual estuvo emplazado durante bastantes años en un pequeño edificio de la Glorieta de Atocha, en la ciudad de Madrid. Imagino fácilmente a aquel hombre serio y discreto, de rasgos inteligentes y mirada impactante, caminado con su abrigo y sombrero oscuros, recorriendo algo encorvado el escaso trecho que distaba entre su casa de la calle Alfonso XII y dicho laboratorio o la Facultad. En otras ocasiones, merodeando sigiloso y taciturno por las librerías o los cafés preferidos de su barrio.
Ramón y Cajal gozó de una mente privilegiada y una voluntad férrea. Patente es su magna obra científica, pero también demostró un especial talento en diferentes artes como la fotografía, el dibujo, la pintura y la escritura, habilidades que cultivó desde bien joven. Gracias a ello, su legado y paso por la vida nos ha llegado con absoluto detalle, hecho que no ha sucedido, lamentablemente, con muchas otras celebridades de esa época. Cajal dibujó delicada y profusamente sus hallazgos histológicos, pero no olvidó fotografiar su entorno más próximo y gracias a sus múltiples autorretratos nos permiten observar hoy la transformación del aspecto de Cajal a lo largo de los años, dejándonos entrever como vivió sus logros y desdichas en cada etapa concreta. Admirables son las audaces hipótesis neurofisiológicas formuladas por él, absolutamente vigentes y por las que obtuvo los mejores premios y condecoraciones, entre ellos el Nobel de Medicina y Fisiología en 1906. Pero, no por menos conocidas, lo fueron, asimismo, sus innovaciones sobre el fonógrafo y el método fotográfico en color, sus observaciones sobre las ensoñaciones, la hipnosis, la conducta de las hormigas o su vehemente afición hacia la astronomía y el ajedrez. Escribió, además, extraordinarios cuentos, así como libros sobre consejos para el investigador o de tintes filosóficos, ensayo y reflexiones sobre la vida. Cabe destacar, igualmente, que durante su larga etapa en Madrid, tras su estancia de formación médica en Zaragoza y como catedrático también en Valencia y Barcelona, Cajal consiguió ensamblar un extraordinario equipo de científicos y promulgar su iniciativa y apoyo incondicional a la formación de jóvenes talentos españoles junto a los mejores científicos mundiales del momento. Aquel embrión acabó consolidándose, logró avanzar, representando hoy en día los modernos institutos y centros de investigación de nuestro país y las becas destinadas a la formación biomédica en el extranjero. Abruma el hecho de imaginar como un sólo ser humano, reconocido autodidacta y fraguado en remotas tierras aragonesas del faldón Pirenaico, pudo acometer tan ingente y variada tarea, a pesar de haber trabajado con el máximo ardor hasta el final.
Don Santiago Ramón y Cajal llegó a vivir 82 años, pese a que su salud fue achacosa desde el inicio de la madurez como consecuencia de enfermedades sufridas previamente. No obstante, es posible que su pertinaz acción científica se justifique, en parte, por ello. Cajal fue un amante de la Naturaleza, un observador inquieto, un explorador tenaz, un defensor de la verdad, en definitiva, un aventurero obsesionado en dejar plasmadas sus experiencias, así como sus hallazgos científicos, con la mayor realidad. El creador indiscutible de la “teoría de la neurona”, quien sabe si se hubiese convertido en un transeúnte infatigable, un viajero a la vieja usanza con lápices, óleos y cámara fotográfica en ristre, sus aficiones más precoces, un médico enamorado de paisajes y culturas lejanas. Así apuntaba desde su indómita niñez y juventud, cuando su referente eran los libros de Julio Verne o las vivencias de Robinson Crusoe. El jovencillo Santiago dejaba volar la imaginación rastreando con verdadera curiosidad los ríos, cañadas y cerros de la tierra montañesa donde se crió, Petilla, Larrés, Ayerbe o Jaca. Tal incansable entusiasmo errante y movido por un deseo irrefrenable de conocer nuevos paisajes, soñados en sus lecturas de infancia, le condujo a obtener unas oposiciones del cuerpo de sanidad militar. Tras un periplo castrense por tierras catalanas, es destinado al frente de la guerra de Cuba, donde contrajo graves dolencias y cuyas secuelas siempre arrastró. Su gran fortaleza física, adquirida desde niño vagando solitario por la montaña o ejercitando la gimnasia, quedó absolutamente mermada y con irreparables secuelas. No obstante, hasta qué punto ese infortunio del destino pudo terciar en el arranque de otra larga y fascinante aventura, esta vez a través de la óptica de un microscopio, y que derivó en un deambular por territorios ignotos a través de la tupida e ínfima pero mayor compleja selva que ha creado la naturaleza, el tejido nervioso. Cajal permaneció en su amada Naturaleza desde su laboratorio.
Aconsejo el conocimiento de la biografía de este ser único y difícilmente repetible, pues Ramón y Cajal nos descubrió sin fisuras lo más íntimo de su ser, sus relaciones familiares y de amistad, sus éxitos y adversidades, su amor por la montaña y la naturaleza, su predilección por la vida sencilla, su erudición y su obra. Durante casi mil páginas y con una escritura exquisita y diáfana, el autor nos pasea de forma elegante por su intensa existencia, desde retozos por sus añoradas tierras montañesas hasta geniales flirteos científicos arrebatando misterios hasta entonces guardados en las entrañas del mundo.

Ed. Crítica, col. Clásicos de la Ciencia y la Tecnología
Barcelona, 2006 [primera edición Madrid, 1923]
Ed. de Juan Fernández Santarén


Este texto fue publicado en el Diario del Alto Aragón el 26 de abril de 2012
© 2013 Eduardo Garrido

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Santiago Ramón y Cajal

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2 comentarios:

Anónimo dijo...

Magnífica reseña. Creo que el escrito consigue llegar a las entrañas de Cajal y meterse en su mente, con todo el respeto por el sabio. Ojalá esta inmensa figura fuese más valorada en este país, que mucha más gente le conociera, pues no ha habido otro igual. Enhorabuena por este escrito y a Lluís por haber sabido valorarlo y darle una oportunidad para acercarlo a sus lectores. Un saludo
Susana

Lluís Salvador dijo...

Hola, Susana:
Gracias por la parte que me toca y por el comentario.
Un saludo!