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El Distrito de Sinistra, de Ádám Bodor

Hay que aclarar, aunque sólo sea a efectos de paisaje, que Bodor pertenece a la minoría magiarófona de Rumanía, por lo que la presente obra, aunque escrita en húngaro, tiene unas inequívocas referencias rumanas tanto geográficas como de personajes.
En realidad no se trata de una novela, sino de una serie de relatos de trasfondo y protagonista comunes que, juntos, constituyen una historia única y coherente. De ahí que puedan haber marchas y contramarchas en el tiempo, y descripciones que parecen reiterativas, aunque sólo son insistentes en ciertos detalles que se revelan importantes.
Y aclaremos que todo lo relatado no es sino una inmensa parábola, un microcosmos cerrado que en realidad se refiere a todo un país. En él vive Andrei Bodor, un hombre que ha perdido sus papeles y por tanto su identidad. Da igual, cuando llega al distrito de Sinistra se le da una nueva en forma de chapa grabada y colgada del cuello (algo que recuerda a los usos esclavistas, una interpretación que se confirma avanzada la historia). El distrito no es sino una inmensa región montañosa, una reserva de osos, en la que quienes los cazan (los privilegiados con la caza, diríamos) son amos y señores, y quienes lo habitan son funcionarios del estado y la reserva, que realizan tareas inútiles en apariencia.
Esa reserva, envuelta en nieblas, con unos límites precisos pero que, a efectos prácticos, podrían estar en el infinito, pues nada parece haber más allá, salvo el rumor de la existencia de otros lugares, confiere un aire onírico a todo el relato, como de pesadilla, ni siquiera matizada por el hecho de que la tierra sea inocente y neutral.
Y así pasan los años de Andrei Bodor, viendo los cambios que, para peor, suceden en la reserva. Viendo cómo se decretan cambios arbitrarios de oficio para los habitantes, cómo aparecen los gansos grises, hombres uniformados y uniformes que son los ejecutores de la coronel Coca Mavrodin. Cómo las decisiones, no por arbitrarias, dejan de ser ejecutadas («Anunciaron, pues, que este año no se produciría la epidemia, de modo que no haría falta vacuna alguna, y que todos se fueran a sus casas en paz. Después de engatusar a los pacientes para que saliesen de la consulta, ellos mismos se encargaron de sacar al patio las cajas con los medicamentos, y las aplastaron todas.»), y, al final, cómo unos titiriteros que salieron a la calle amenazan el orden establecido.
Bodor no sólo establece una atmósfera de opresión mediante el contraste del gran espacio abierto y las mentes cerradas, sino que logra que en esta narración en clave, sin referirse a Rumanía, la metáfora sea válida para cualquier régimen totalitario, y que conociendo por íntimo a los habitantes del distrito, percibamos cómo sus vidas dejan de ser propias para pasar a ser menos que nada para un régimen que nada las considera.
Todo ello con una prosa viva, detallista y medida, que sabe transmitir sentimientos y estados de ánimo con una maestría que hace que El Distrito de Sinistra adquiera tintes de gran literatura.

(Sinistra Körzet)
Acantilado / Quaderns Crema, col. Narrativa del Acantilado
Barcelona, 2003 [1992]
Trad. de Adan Kovacsics

Portada y sinopsis


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Caballero sin Espada, de Frank Capra

SESIÓN MATINAL 

(Mr Smith Goes to Washington); 1939

Director: Frank Capra; Guión: Sidney Buchman, basado en el relato de Lewis R. Foster; Intérpretes: James Stewart (Jefferson Smith), Claude Rains (Senador Joseph Paine), Jean Arthur (Saunders), Thomas Mitchell (Diz Moore), Edward Arnold (Jim Taylor), Guy Kibbee (Gobernador Hopper), Eugene Pallette (Chick McGann), Beulah Bondi (Ma Smith), Harry Carey (Presidente del Senado), H. B. Warner (Líder de la Mayoría del Senado), Astrid Allwyn (Susan Paine), Ruth Donnelly (Sra. Hopper), Charles Lane (Nosey), Porter Hall (Senador Monroe); Dir. de fotografía: Joseph Walker; Montaje: Slavko Vorkapich; Música: Dimitri Tiomkin; Dir. artística: Lionel Banks.

Hasta la fecha, no se habían producido películas sobre política. Biografías de políticos, sí; películas sobre grandes hechos históricos con componente política, también. Pero no filmes que trataran sobre el funcionamiento de la política real, la que en apariencia se dedica a minucias sin importancia que, sin embargo, importan a los afectados.
Y cuando se realizó y se estrenó esta Caballero sin Espada (su título original, "El señor Smith (es decir, el señor normal y corriente) va a Washington" es mucho más acertado) su éxito sorprendió a la misma empresa, preocupada, y mucho, acerca del poco público que podía atraer un filme sobre la pequeña política, y sobre todo, alarmada por el mensaje de crítica que llevaba. Irónicamente, Hollywood entraba en el juego de lo que estaba a punto de denunciar. Sin embargo, tanto Capra (ese adalid del New Deal), como el guiionista Sidney Buchman superaron los escollos, suavizando en algunas partes el mensaje; probablemente sabían que quedaría igual de corrosivo.
La historia es simple: Jefferson Smith es elegido y se convierte en el senador más joven de Estados Unidos. Además de juventud, lleva al Senado todo el idealismo que su edad, su ingenuidad y su bonhomía es capaz. Y allí se da de bruces con la auténtica política nacional, con sus lobbys de presión, sus jugarretas subrepticias, en fin, con todo el juego sucio que los políticos pueden hacer para defender otros intereses que no son precisamente los del pueblo americano. Decidido a luchar contra ello, y desde dentro (y este es un mensaje importante), Smith recurrirá a todo resquicio que el reglamento del Senado le proporcione, incluyendo la primera muestra en pantalla de lo que se ha venido en llamar "filibusterismo parlamentario", tomando la palabra y no cediéndola durante cerca de veinticuatro horas, en unas escenas que se han hecho famosas.
El éxito no sólo fue de público y crítica (obtuvo once nominaciones a los Oscar). a película tuvo el honor de ser prohibida por la Alemania de Hitler, la Italia de Mussolini, la España de Franco y la Unión Soviética de Stalin, y en otros países se dobló de manera que su mensaje fundamental quedara alterado. En los mismos Estados Unidos, varios políticos y senadores reaccionaron abruptamente ante ella, quedando retratados en el proceso. Joseph P. Kennedy, padre de JFK y entonces embajador estadounidense en Gran Bretaña, dijo: "Creo que exhibir la película en países extranjeros haría un daño irreparable al prestigio de América en el mundo".
Todo esto por una modesta película, una obra maestra, con interpretaciones geniales, un gran guión, una extraordinaria dirección y cuyo mensaje, en definitiva, no era otro que el que declara Jefferson Smith: "No daría ni dos centavos por sus fantasiosa normas si, tras ellas, no hubiera un poco de sencilla y común amabilidad con la gente... y algo de consideración por el prójimo, también".

Tráiler: Como podrán comprobar, en este tráiler de la época apenas se menciona la trama de la película; se limita a ensalzarla por quien interviene en ella, incluyendo el elogio de un crítico. Y es que la mención de que se trataba de una película sobre políticos bien podía alejar al público de los cines...



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Jazz Porque Sí: Thelonious Monk en el Five Spot

Esta vez nos encontraremos con el cuarteto de Monk en las actuaciones grabadas que dio en el club Five Spot de Nueva York en 1958.
Un cuarteto que, aparte Monk al piano, tenía a uno de los grandes saxofonistas tenores de la historia del jazz, Johnny Griffin. Sonido a veces áspero, lo que denominaríamos agresivo o impetuoso, con una técnica fuera de serie y con una capacidad de improvisación excelente, como podremos comprobar en estas grabaciones, en las que realiza un par de stop-chorus (es decir, quedarse solo sin ningún acompañamiento en medio de un tema) de quitarse el sombrero. Junto a un contrabajista excelente como Ahmed Abdul Malik, y un gran batería, Roy Haines.
Los temas son: Nutty; Blues Five Spot; Let's Cool One; In Walked Bud; y Blue Monk.
Temas desarrollados más extensamente que en grabación de estudio, con momentos para el lucimiento de todos los integrantes del cuarteto y con un Monk que siempre, siempre resulta sorprendente.
Atentos a los comentarios del Cifu, y que disfruten.


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El Beso, de Gustavo Adolfo Bécquer

A Bécquer, uno de los santos patrones del romanticismo español, sus Rimas, sobre todo aquella de "Volverán las oscuras golondrinas...", le han hecho mucho daño. Han sido tan sobreutilizadas que, como dice Umberto Eco, han pasado a degradarse incluso en su valor intrínseco. Y eso ha provocado que se hayan ridiculizado, parodiado y denigrado hasta la extenuación. Y si hablamos de su obra en prosa, ha sufrido otra de las peores maldiciones que la obra de un escritor puede sufrir, como es la lectura obligatoria en colegios; no hay nada peor que leer un libro porque te lo ordenan.
Una lástima, porque en concreto sus Leyendas no tienen nada que envidiar a los mejores relatos fantásticos por ejemplo británicos, que tanta fama tienen.
En la que les presentamos hoy (y que pueden leer o bien escuchar en el enlace al pie de esta reseña), Bécquer entra de lleno en ese universal de la mitología y lo fantástico como es la escultura viviente, y demostrando de dónde toma la inspiración, en el mismo relato se refiere al mito de Pigmalión y Galatea (no el de Polifemo y Galatea, que es completamente distinto).
Un poco por aprovechar la fama de revolucionarios republicanos y ateos de la que gozaron las tropas napoleónicas y un poco porque viene muy bien para explicar qué hacen y porqué unos soldados en un convento religioso, sitúa la época en la Guerra de la Independencia la acción del relato, y su localización geográfica en Toledo. En un recurso muy querido por los escritores de la época, y muy utilizado desde entonces, el lugar preciso de la acción es imaginario, aunque Bécquer se preocupa de proporcionar espacios reales (la plaza Zocodover, el Alcázar, el monasterio de San Juan de los Reyes) para incrementar la verosimilitud de la historia.
Y en cuanto a su desarrollo, típico del romanticismo, es magistral: empieza por crear un ambiente fantasmagórico que acompañe a la percepción, luego pasa al cuartelero para explicar la belleza extrema de la estatua orante y la compañía de la del esposo de la muerta, nos introduce luego en una atmósfera de transgresión de los valores humanos y el desafío a lo sobrenatural, todo ello sin que haya un solo pasaje que podamos denominar terrorífico, para reservarse esa intervención sobrenatural en un final sorpresivo e impactante, lleno de fuerza.
No sé si alguno de ustedes tuvo que sufrir la lectura de este relato en tiempos escolares, pero mi recomendación es que le den una oportunidad por el puro placer de su lectura. Estoy seguro de que lo disfrutarán mucho más. 

En Leyendas
Ed. Bruguera, col. Club Joven
Barcelona, 1982 [1863]

Texto y lectura en audio de El Beso


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La Pequeña Ciudad Donde se Detuvo el Tiempo, de Bohumil Hrabal

Nos reencontramos con una de las típicas historias de Hrabal, enormemente vitalistas, llenas de humor y de una ternura para con sus personajes que las vuelven cercanas al lector.
Es un modelo narrativo que repite una y otra vez, pero que jamás cansa; su secreto es que Hrabal consigue crear personajes que son más grandes que la vida pero, a la vez, están tan arraigados en la cotidianeidad que se nos hacen creíbles y reconocibles de inmediato y, porqué no decirlo, envidiables en su filosofía vital.
En este caso, el personaje en cuestión es el tío Pepin, contador de historias autobiográficas increíbles (y que, en el fondo, nadie cree, aunque casi todos disfruten con ellas), visitador, animador y héroe de las barras americanas y los bares de la ciudad, gran seductor tocado con su gorra naval blanca y dorada, dispuesto siempre a bailar y a dar lecciones de higiene sexual extemporáneas pero narradas con gracia tal que se convierten en relatos literarios. Contrapuesto a su hermano, director de la fábrica de cerveza, cuya máxima pasión es la desmontar y volver a montar todo vehículo a motor que pueda adquirir, y al que la vida despreocupada de su hermano lleva a mal traer.
Y la ciudad donde se detiene el tiempo es donde viven estos personajes principales y todo el coro de vecinos y familiares que los contemplan. Una ciudad donde no pasa el tiempo porque, lleguen o se vayan los nazis y se imponga o no el sistema soviético, intenta seguir con su vida cotidiana, aparte de grandes ideologías, gestas y tragedias, en una aspiración a normalidad y tranquilidad que no siempre son posibles.
hay quien se sorprende de que, tras todo el vitalismo expresado por Hrabal en sus obras, sus finales sean trágicos o descorazonadores. Es la diferencia entre ser un narrador inteligente o idiota o, si quieren, entre ser perceptivo o cegarse a sí mismo con un falso optimismo. La vida, como sabía muy bien Hrabal, es dura, es cruel. Al fin y al cabo, todas las vidas acaban en la muerte, y en muy pocas ocasiones ésta es placentera, o justa, u oportuna. Pero Hrabal sabe también que preocuparse por cómo, cuándo y dónde se va a morir es emplear un tiempo precioso de vida en saber lo que es incognoscible y perder ese tiempo que uno podría emplear en gozar de la vida, en su forma más sencilla o más sublime, que ambas tienen su valor y sus recompensas.
¿Y cómo se convierte eso en literatura? La respuesta la proporciona el mismo Hrabal cuando dice, por boca del narrador: «yo sabía que a Dios la verdad le importaba tres pepinos; a Dios le gustan los locos y los lunáticos y aquellos a los que les falta un tornillo y los entusiastas, personas como mi tío Pepin, Dios admira las mentiras repetidas con fe, las mentiras entusiastas le resultan más agradables que una verdad razonable, sosa y aburrida.» Mentiras que, además, son bellas cuando las escribe Bohumil Hrabal, añado.

(Městečko, kde se Zastavil Čas)
Galaxia Gutenberg / Círculo de Lectores
Barcelona, 2013 [1978]
Trad. de Monika Zgustova

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Historia de las Tierras y los Lugares Legendarios, dirigida por Umberto Eco

Como lleva haciendo desde hace un tiempo, Umberto Eco ha dirigido (no escrito, aunque algunos textos son fácilmente reconocibles como suyos) este libro que combina la iconografía con la cita literaria y el ensayo. Es un esquema que ya ha seguido en Historia de la Belleza, Historia de la Fealdad y El Vértigo de las Listas.
Hay que aclarar que no se refiere a lugares inventados, o de novela, o de cualquier otra forma de ficción. No, lo que nos trae Umberto Eco y su equipo son aquellos lugares que la gente ha creído que existían y que en muchas ocasiones han sido buscados con ahínco; o que existieron y por alguna circunstancia hemos perdido su rastro.
Pasearemos por tanto por la Tierra Plana y las Antípodas; las tierras de la Biblia; aquellas relatadas por Homero en La Odisea, así como las Siete Maravillas del Mundo; las tierras del Preste Juan; el Paraíso Terrenal y el más materialista pero igualmente paradisíaco El Dorado; Atlántida, Mu y Lemuria; Última Thule e Hiperbórea; Los lugares donde descansa el Santo Grial; la localización de Alamut y la sede de los hashishin; el país de Jauja; las islas de Utopía; la Terra Australis Incognita, que tan evasiva se mostró durante siglos. El interior de la Tierra y Agartha; para acabar con una invención moderna, pero en la que mucha gente cree: Rennes-le-Château como lugar mágico (porque el lugar en sí está localizado, claro, pero sus criptas del tesoro y otras majaderías escritas por Dan Brown no).
Ciertamente se podría criticar estos libros como cortados por un mismo patrón; ciertamente, se podría aducir que no son más que una variante de esos libros de mesilla de café que pueblan los estantes de libros de regalo de las librerías. Sin embargo, hay un hecho distintivo en todos ellos, y es que todos tienen la virtud de incitar a la curiosidad del lector. Y en este aspecto la combinación de fuentes literarias, recursos iconográficos y texto de acompañamiento es especialmente acertada. Una cosa es leer sobre, pongamos, la tierra del Preste Juan y otra tener a la vista cómo la percibían sus contemporáneos y cuáles fueron los textos que causaron la curiosidad de aquéllos que fueron en su busca.
Sobre todo, este libro es un viaje a un mundo perdido en sí mismo, el del planeta Tierra cuando todavía tenía lugares que eran terra incognita, que excitaban la fantasía (y a veces la locura) de los seres humanos. Hoy, que tenemos cartografiado y a vista de satélite en nuestro ordenador todo el globo, puede ser que esta otra cartografía fantástica nos reconcilie con nuestra imaginación.

(Storia delle Terre e dei Luoghi Leggendari)
Ed. Lumen / Random House Mondadori
Barcelona, 2013 [2013]

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Toro Salvaje, de Martin Scorsese

SESIÓN MATINAL 

(Raging Bull); 1980

Director: Martin Scorsese; Guión: Paul Schrader, Mardik Martin; Intérpretes: Robert De Niro (Jake La Motta), Cathy Moriarty (Vickie La Motta), Joe Pesci (Joey), Frank Vincent (Salvy), Nicholas Colasanto (Tommy Como); Dir. de fotografía: Michael Chapman; Música: de fondos discográficos de bibliotecas; Diseño de producción: Gene Rudolf.

Tal vez una de las últimas películas con estilo producidas por el sistema industrial americano, y desde luego, una de las mejores de Martin Scorsese (que tanto puede encantar como desesperar a los que le seguimos), Toro Salvaje representó una apuesta arriesgada en muchos campos. Un guión que se sabía que no iba a ser admitido por los estudios, que se suavizó pero aún así acabó siendo tildado de violento. La decisión de realizar la película en blanco y negro, y una realización más que estilizada de Scorsese, que podía alejar al público, marcaron el rodaje de una película que, superando todas estas aprensiones, se convirtió en un éxito (menor) de público y crítica (inmenso) de inmediato.
Scorsese decidió llevar a la pantalla la biografía del boxeador Jake La Motta, y respetó bastante las vicisitudes de la vida deportiva y personal de éste. Cuando decimos bastante, quiere decir lo bastante que Hollywood respeta este tipo de cosas, es decir, que hay personajes reales que se amalgaman en uno solo, etc. Pero los hechos vitales están ahí. Ahora bien, ¿fue La Motta tan autodestructivo como se retrata en la caracterización de De Niro? Bueno, hasta donde llega mi conocimiento, La Motta no se ha quejado, y más bien ha avalado la actuación de De Niro (aunque puede que en esto la amistad pueda pesar: De Niro estuvo entrenando con La Motta antes de filmar la película, y al parecer se hicieron amigos).
En cualquier caso, poco importa. Hollywood nos pone delante un personaje, sea real o ficticio, y lo que Scorsese hace con él es mostrarnos su personal descenso a los infiernos, de la fama a la cárcel, pasando por el espectáculo, y a una posible rehabilitación de la que, si hacemos caso al final de la película, podemos dudar.
Soberbia dirección de Scorsese, en tándem con un Robert De Niro en uno de esos papeles "de carácter" que tanto parecían gustarle. Una película cuyo mayor elogio puede ser que es más que posible que cautive a los que no les gusta el boxeo.

Tráiler:


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Jazz Porque Sí: Count Basie en el Americana Hotel de Miami

Hoy traemos una estupenda actuación que la banda de Count Basie dio en el Americana Hotel de Miami. Hay que decir que en aquella época la orquesta había alcanzado probablemente su mejor forma: después de la grabación de "Atomic Mr. Basie", la orquesta tenía un sonido más reconocible y único que nunca, el personal era de lo mejorcito, y esa coordinación intensa que era la marca de fábrica de las bandas de Basie había llegado a un punto tal que eran capaces de tocar con una compenetración que jamás ha conseguido otra formación de jazz.
Y eso se sigue demostrando en las actuaciones en directo. No se trata de grabar toma tras toma hasta llegar a una satisfactoria. Se trata de que eran capaces de hacerlo frente a público y a la primera. Un estilo, insisto, único en el jazz.
Escucharemos The Deacon; Cute; In a Mellotone; No Moon at All; Cherry Red; Can't Leave That Woman Alone; Roll'em Pete; Cherry Point; Whirly Bird; y el tema insignia de Basie, One O'Clock Jump, para indicar el final de pase. Pero sigan leyendo.


De hecho, hubo tres pases en esa sesión de baile organizada para esa convención de Miami, de manera que hay material para un segundo y hasta un tercer programa, y por tanto aquí está el repertorio del segundo pase y parte del tercero:
Splanky; Counter Block; Li'l Darling; Who, Me?; Five O'Clock in the Morning; In the Night; Smack Dab in the Middle; Everyday I Have the Blues; Back to the Apple; y Let's Have a Taste.
Como habrán podido comprobar, una música perfectamente reconocible en su estilo, en su sofisticación y en una perfección en la ejecución, rasgos todos que fueron las marcas distintivas de la que se calificó como la mejor orquesta de Basie.
Como siempre, atentos al Cifu y a sus explicaciones, así como a la identificación de los solistas de cada tema, y que disfruten.



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El Coche Fantasma, de Amelia B. Edwards

Amelia B. Edwards, que además de escritora fue egiptóloga (al parecer una de las pocas profesiones abiertas a las mujeres en la Inglaterra victoriana), escribió un puñado de historias de fantasmas; la que les presentamos hoy (y que pueden leer en los enlaces que figuran al pie de esta reseña) fue escrita para la revista de Charles Dickens, All the Year Round, y desde su recuperación en los años veinte-treinta del siglo pasado, ha pasado a ser una pieza casi imprescindible de las antologías de género.
Por descontado, esta fama viene a que prácticamente se trata, si no de un precursor, sí de un precedente de lo que sería el relato victoriano de fantasmas en todo su esplendor; no olvidemos que Montague Rhodes james, quien probablemente fue el mejor exponente de este tipo de narración, tenía dos años cuando se publicaba El Coche Fantasma.
De manera que no esperen la depuración y la sutileza narrativa que con posterioridad caracterizaría a estas historias fantasmagóricas. Lo que es importante aquí son los rasgos, los elementos y las características básicas que serán las que conformen las narraciones posteriores: la descripción del carruaje fantasma, la preparación mediante una conversación en la que se siembran dudas sobre el escepticismo ante los espectros, la narración en primera persona y como hecho vivido, la creación de una atmósfera y la plasmación de ésta en el relato. Todo ello está presente en la narración de Edwards, y todo ello estará en la receta que autores posteriores emplearán con eficacia y gusto en los mejores casos.
Lean, por tanto, este El Coche Fantasma sin prestar demasiada atención a las pequeñas incongruencias o a lo abrupto de la narración; recréense en esos elementos y en los mejores pasajes de la historia y verán surgir el esquema de la narración sobrenatural victoriana ante sus ojos.

(The Phantom Coach)
En La Eva Fantástica
Eds. Siruela, col. El Ojo Sin Párpado
Madrid, 1989 [1864]

Texto en castellano de El Coche Fantasma
Texto en inglés de The Phantom Coach


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El Enredo de la Bolsa y la Vida, de Eduardo Mendoza

En esta ocasión, las aventuras del loquito innominado que protagoniza las hilarantes aventuras que Mendoza escribe con menos frecuencia de la que desearíamos sus lectores, le llevan a la Barcelona de mediada la crisis económica (si es que 2012 era el punto medio de la crisis, que está por ver). Su búsqueda de un antiguo compañero de manicomio, tan mal atracador como el protagonista es mal detective, le hará recorrer una ciudad poblada de bares vacíos y llena de turistas, con bazares chinos que han reemplazado todo el comercio tradicional y estatuas vivientes, músicos ambulantes y pizzeros sin seguro como principales trabajos.
Desde que Mendoza excarceló del manicomio al protagonista, sus aventuras ya no son las salidas de un Don Quijote contemporáneo que contemplara los cambios de la ciudad con un estupor asombrado y una admiración desconcertada, sino incursiones en un mundo real que más bien parece de locos y en el que mejor no permanecer mucho tiempo, so pena de volverse tan idiota como las gentes que lo pueblan.
Si bien se ha perdido un toque de ingenuidad a lo Cándido, se ha ganado en ferocidad en la sátira que, mediante la bendita exageración, se vuelve retrato y paisaje, sin que se pueda decir que se aleja de la realidad.
«Era admirable ver cómo aquellos potentados, tan duramente golpeados por la crisis financiera como acababa de saber leyendo un trozo de periódico, seguían manteniendo la apariencia de derroche y jolgorio con el único fin de no sembrar el desaliento en los mercados bursátiles.» Se lo crean o no, con otras palabras, claro, este mensaje se transmitió en su momento a la sociedad, diciendo que había que mantener el nivel de consumo para no "enfriar" la economía y porque si guardábamos el dinero iba a ser peor. Bueno, pues esa es la clarividencia de Mendoza en su visión novelística del mundo. Con conceptos de origen tan demenciales como este, que Mendoza consiga darles una vuelta de tuerca más hacia la sátira es prodigioso. Claro que a ello ayuda ese lenguaje, cervantino y refinado, que el narrador prodiga y que convierte en humorístico el mundo, amén de emparentarlo con la novela picaresca y la sátira del Siglo de Oro. Es una combinación única y en extremo eficaz, que muestra no sólo maestría literaria sino también una creatividad desbordante (los nombres de establecimientos y personajes son antológicos, por ejemplo).
Pero sobre todo es su visión del mundo la que es extraordinaria. De una sociedad que creemos normal y en realidad es más majareta que los antiguos internos del manicomio. Un sistema social que está para que lo encierren, y a nosotros nos den una cura de reposo y un gramo de cordura. Reírse con las novelas de Mendoza es muy sano; en definitiva, es reírnos de nosotros mismos, y nada es mejor para el espíritu que eso.

Ed. Seix Barral, col. Biblioteca Breve
Barcelona, 20125 [2012]
Serie del loquito detective nº 4

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Una sátira genial, como las que sólo Eduardo Mendoza sabe hacer.

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La Marcha de la Locura. De Troya a Vietnam, de Barbara W. Tuchman

Barbara Tuchman alcanzó justa fama y el premio Pulitzer con su fenomenal Los Cañones de Agosto, donde exponía con claridad absoluta los estadios iniciales de la Primera Guerra Mundial, amén de escribir una de las páginas más bellas de la historiografía al respecto de la desaparición del mundo decimonónico y la violenta entrada en otro paradigma global.
Con ese hito, que le permitió superar reticencias y discriminaciones más bien malintencionadas (y bastante machistas, todo hay que decirlo), Tuchman desarrolló una obra ensayística en el campo de la historia que merece mucho la pena.
La Marcha de la Locura trata sobre la insensatez en el gobierno. Aunque no en todos los casos, esa tozudería irracional, esa locura, suele acabar en conflicto armado, con nefastas consecuencias, lo cual emparenta este libro con Sobre la Psicología de la Incompetencia Militar, de Norman F. Dixon, con el que comparte parte del análisis psicológico de esa insensatez. Tuchman declara que hay muchos casos de incompetencia militar que ayudan a esa insensatez de gobierno, pero que no son el objeto de este libro, lo cual sugiere la inquietante noción de que en política, la incompetencia se da por supuesta y que hay un grado más allá, una inspiración filosófica por así decirlo, que raya en la locura y que causa (más) incompetencia.
En la introducción, Tuchman proporciona ejemplos de estas situaciones, tan numerosas como inquietantes: las invasiones de Rusia de Carlos XII, Napoleón y Hitler; Moctezuma y su inacción ante las tropas de Cortés; la tozudería de Chiang Kai-shek en su construcción nacional de una nueva China; la carrera desaforada del crecimiento económico (y recordemos que esto se escribía en 1984); la aventura de la Armada Invencible; la caída del Imperio Romano; la del zarismo en Rusia. El lector puede, seguro, aportar muchos más ejemplos. 
Las causas las cifra la autora, solas o en su combinación, en la tiranía u opresión, la ambición excesiva, la incompetencia o decadencia y la insensatez o perversidad. Se centra en ésta última, y pone cuatro ejemplos que analizar: la Guerra de Troya, los papas renacentistas y la secesión protestante, la pérdida de las colonias británicas en América y la Guerra de Vietnam.
La parte dedicada a la Guerra de Troya es la más breve (al fin y al cabo, las fuentes son escasas y son lo que son; tampoco es que se pueda dar una gran fiabilidad histórica a Homero, Virgilio o Arctino de Mileto), pero es pertinente porque su ejemplo es palmario de actitudes políticas posteriores. Cuando el ejército aqueo se desvanece de la noche a la mañana dejando sólo un gigantesco caballo de madera, únicamente se puede calificar de locura introducir esa figura en la ciudad, no registrarlo ni comprobar su interior y despreciar todos los avisos acerca de una estratagema de los griegos para traspasar las murallas de Ilión.
Pero, ¿cómo se puede calificar las continuas actitudes y legislaciones que irritaban más y más a los ciudadanos de Nueva Inglaterra y la continua negativa a llegar a un acuerdo que los convirtiera en lo que ya eran salvo de iure, es decir, buenos súbditos del rey Jorge III?
¿Cómo explicar la espiral de autocomplacencia en el poder y desprecio de la espiritualidad que llevó a los papas renacentistas a ignorar los reiterados avisos de que o limpiaban su propia casa u otros lo harían por ellos?
¿Cómo comprender que administraciones republicanas y demócratas se empeñaran en una guerra no declarada, con un objetivo imposible de conseguir, teniendo en cuenta además el precedente del fiasco francés en Indochina? Un empeño que dinamitó la sociedad estadounidense y se llevó por delante el patriotismo, la confianza en el gobierno y causó un síndrome de inferioridad que provocó una escalada en la prepotencia de la política exterior norteamericana, que ha causado reticencias y desconfianzas en aliados, neutrales y enemigos desde entonces y, en definitiva, una pérdida de prestigio irremediable respecto de los Estados Unidos como líder mundial.
Pues Tuchman da el primer paso para explicar eso y trazar líneas de contacto comunes que puedan dilucidar los porqués de conductas en apariencia caprichosas y en definitiva inhumanas precisamente por demasiado humanas. En ese aspecto, el libro abre un campo, si no nuevo, sí apasionante, como es el de buscar los motivos reales de la política. La autora declara que, por lo general, los historiadores suelen buscar con tanto ahínco la racionalidad en la Historia que tienden a no creer que los gobernantes puedan comportarse irracionalmente. Y acierta en esa tesis porque, si lo miramos bien, la historia del gobierno de la humanidad consiste en una continua evolución y búsqueda de instrumentos para desterrar la irracionalidad de la gobernanza. Señalar con los ejemplos mostrados que todavía no se ha alcanzado ese punto y que los sistemas son falibles no es sino aportar un enfoque nuevo y fundamental tanto a la historiografía como a la filosofía política.

(The March of Folly. From Troy to Vietnam)
RBA Libros, col. RBA Historia
Barcelona, 2013 [1984]

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Gilda, de Charles Vidor

SESIÓN MATINAL 

(Gilda); 1946

Director: Charles Vidor; Guión: Marian Parsonnet, basado en un argumento de E. A. Ellington; Intérpretes: Rita Hayworth (Gilda Mundson Farrell), Glenn Ford (Johnny Farrell), George Macready (Ballin Mundson), Steve Geray (Tío Pío), Joseph Calleia (Detective Maurice Obregón), Joe Sawyer (Casey), Gerald Mohr (Capitán Delgado), Ludwig Donath (miembro del cártel alemán); Dir. de fotografía: Rudolph Maté; Dir. musical: Morris Stoloff y Marlin Skiles; Música: Hugo Friedhofer.

Un disparate de película, con unos diálogos que leídos resultarían ridículos. Sin embargo, todo un bombazo en taquilla, un film mítico en sí mismo y un referente que fue imitado y copiado hasta la saciedad.
La historia es la de una mujer, fatal entre las fatales, que por despecho se ha casado con alguien que resulta ser el jefe de aquel que le causó el despecho. Un disparate, repito, basado en un patrón amor/odio tan fuerte que resulta increíble. Y no obstante, la dirección y la fotografía están cuidadas al máximo, y los intérpretes, quién sabe por qué conjunción de los astros, están magníficos declamando esas tonterías que, de nuevo, el espectador admite porque están dichas como están dichas y en el contexto fílmico. Hasta Glenn Ford, un actor tendente a la inexpresividad (pero excelente para ciertos papeles), está bien.
Pero claro, quien domina de principio a fin la película es esa magnífica actriz y excelente bailarina que fue Rita Hayworth, y que con esta película pegó una patada a la puerta de entrada de la mitología hollywoodiense. Y es que, realmente, ella es la película. Y no se trata sólo de belleza. Hay una interpretación excelente, llena de matices, desde la crueldad y el cinismo hasta la ternura y la indefensión, y una sensualidad continua en sus movimientos.
Hay cosas que no se pueden explicar racionalmente. Que Gilda sea una película tan buena partiendo de unos materiales tan escasos es una de ellas. Pero, dejándose llevar por la película, uno acaba con la sensación de haber visto algo irrepetible.

Tráiler:
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Jazz Porque Sí: Charlie Christian en directo (VII)

Completamos hoy lo que dio de sí la breve pero fulgurante carrera de Charlie Christian, el hombre que hizo que a partir de él la guitarra en jazz no fuera ya la misma, y que sentó las bases para que la guitarra jazzística que escuchamos hoy sea lo que es.
Lo encontraremos en el Uptown House, en una de esas jam sessions que anticiparon tantas cosas, como el advenimiento del be bop. Y, en efecto, si escuchan este Stompin' at the Savoy tendrán problemas para reconocerlo según era tocado por las orquestas de la época. El sonido es totalmente moderno, la improvisación es total, las audacias empiezan a estar presentes. Está acompañado por los trompetistas Hot Lips Page y Joe Gay, por Rudy Williams al saxo alto, el gran Don Byas al saxo tenor, Allen Tinney al piano, Paul Ebenezer al contrabajo y Taps Miller a la batería. La energía de Page a la trompeta se deja sentir, y es que era uno de los mejores trompetistas de su generación, pero el solo de Christian es precioso, y por descontado, uno que podría realizar cualquier guitarrista hoy; pero con más valor entonces, porque lo que hacía Christian lo había inventado él solo.
Después lo encontraremos con el sexteto de Benny Goodman, su formación habitual, en el Madison Square Garden, interpretando Benny's Bugle y Rose Room. Y entonces acompañando a la orquesta de Goodman en Solo Flight.
Y con ello se cierra lo que Christian grabó en directo. Para completar el programa, volvemos a los inicios grabados, esta vez en estudio, de este guitarrista genial. Y con el grupo de Lionel Hampton. Pero, ¡qué grupo! Tal vez en la época fuera lo más normal del mundo, pero la concentración de talento por metro cuadrado dudo que pudiera repetirse hoy: nada más y nada menos que Charlie Christian a la guitarra, Lionel Hampton al vibráfono y vocales, Dizzy Gillespie a la trompeta, Benny Carter al saxo alto, Coleman Hawkins, Ben Webster y Chu Berry a los saxos tenores, Clyde Hart al piano, Milt Hinton al contrabajo y Cozy Cole a la batería. Se escuchará When Lights Are Low; One Sweet Letter From You; Hot Mallets; y Early Session Hop.
Y de nuevo con el sexteto de Benny Goodman, con Lionel Hampton al vibráfono y Fletcher Henderson al piano, Flyin' Home; Rose Room; y el gran tema de Hoagy Carmichael, Stardust.
Presten atención, como siempre, a los comentarios del Cifu, y que disfruten de este genial precursor del jazz moderno que fue Charlie Christian.


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La Cosa Maldita, de Ambrose Bierce

Si en algunos de los relatos de Ambrose Bierce se veían elementos que Howard Phillips Lovecraft había podido utilizar o en los que se había inspirado para dar cuerpo a sus Mitos de Cthulhu, en La Cosa Maldita esta influencia se mostraría mucho mayor, hasta ser tomado en su totalidad el concepto que preside el relato de Bierce.
Ya hemos visto que el "amargo" Bierce, además de sus relatos sobre soldados, tenía una cierta tendencia hacia el relato gótico y de terror, aunque con el factor distintivo de enclavarlo siempre en el territorio que medor conocía, el de la frontera americana. Aquí no puede contenerse, y en las cuatro partes de que consta el cuento pone un encabezamiento que es prácticamente un chiste. De un humor negro, negrísimo, como no podía ser de otra manera. Cuando dice "No siempre se come lo que está sobre la mesa", de inmediato nos lleva a una sala lúgubre en la que un hombre lee un libro, siete más están sentados en silencio y uno encima de la mesa cubierto por una sábana. Se trata de un cadáver, por descontado, y de ahí la ironía del encabezamiento, que sigue cuando nos enteramos de que esos ocho hombres están reunidos en torno al difunto para juzgar las circunstancias de su muerte. La imagen del hombre leyendo frente a un muerto y la de los siete callados, la iluminación y toda la ambientación de la sala más parecen sugerir una ceremonia diabólica que no un juicio, y no descarto que la intención de Bierce fuera esa, teniendo el poco aprecio que tenía por la justicia y sus ejecutantes.
Lo cierto es que el juicio se desarrolla cuando se llama a declarar al periodista que vio al hombre con vida por última vez. Y que declara que acaba de enviar lo que vio a su periódico. "Como historia de ficción, por supuesto", porque como relato veraz no sería creído por nadie.
El resto del relato se lo dejo para que lo lean en los enlaces que figuaran al pie de esta reseña. Una vez lo hayan hecho, podrán comprobar que el concepto de una criatura invisible a los ojos de los hombres, de un color más allá de nuestra percepción, es uno de los temas que Lovecraft mejor aprovechó en su narrativa, y que Bierce construye sobre ese concepto un relato de terror que bien puede denominarse clásico en el sentido de que puede figurar por derecho propio en las antologías del género.

(The Damned Thing)
En Cuentos de Soldados y Civiles
Eds. Orión, col. Pruebas de Galera
Buenos Aires, 1975 [1893]
Trad. y prólogo de José Bianco 

Texto en castellano de La Cosa Maldita
Texto en inglés de The Damned Thing


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Brumas del Franquismo: el Auge del Cine Negro Español (1950-1965), de Francesc Sánchez Barba

Sánchez Barba realiza con este libro un exhaustivo estudio sobre el cine negro español en su época de máximo esplendor, un cine que, a diferencia de sus contemporáneos del resto del mundo, tenía una característica que lo hacía muy especial.
Este rasgo distintivo fue el ser un cine de género sometido a una férrea censura moral e ideológica, lo cual provocaba la paradoja de que un cine que, como texto o subtexto, aportaba una cierta medida de la moral de la sociedad, aquí se encontrara sujeto a unos postulados más bien irreales: la bondad de la pena de muerte, el crimen como extravío moral y alejamiento de los valores sacrosantos del régimen (religión, patria, familia...) y nunca causado por desigualdades sociales, el final omnipresente de que el crimen siempre paga, la actuación ejemplar de la policía (y la inexistencia de la figura del detective privado, algo prohibido), etc.
Claro que, como veremos, incluso con estas limitaciones este cine se las arregló para, si no criticar, sí reflejar de alguna manera la sociedad de su época.
Como estudio es ejemplar, y tal vez lo único reprochable es cierto esquematismo producto de su origen como tesis doctoral; pero es un inconveniente muy menor. Hay que aclarar que por "cine negro", el autor no se refiere a eso que se entiende por cine negro americano, sea lo que sea éste (algún día hablaremos de la definición, o más bien indefinición, de este término). Sánchez Barba emplea el término en el sentido laxo de cine negrocriminal y policiaco en todas sus formas, cosa que no viene mal (noir español, lo que se dice noir, serían sólo un puñado de películas de los años cincuenta). En su estudio pasa revista al contexto histórico, a las fuentes que inspiraron este cine, a los productores, directores y técnicos y a la respuesta de público y crítica. Pasa entonces a un análisis ideológico de los filmes, y después entra en detalle en cincuenta películas representativas, para enumerar el resto de filmes policíacos producidos (los precursores son citados en un apartado previo), y trazar conclusiones. En suma, un trabajo admirable y completo, un libro de referencia para el futuro, y uno necesario.
Tanto más como que (tal como hemos dicho antes) este tipo de películas se las apañó para mostrar una realidad social. Sobre todo en sus inicios.
Sometidas a censura, sin embargo hubo cosas que no se podían censurar. Por ejemplo, las tomas en exteriores reales de Barcelona o Madrid, e incluso los interiores de los pisos y pensiones de clase baja (en contraste con algunas escenas en viviendas de la burguesía, que mostraban un abismo económico entre ambas). Estas escenas, con sus actores y figurantes vestidos ad hoc, proporcionan un registro iconográfico de la miseria, de la decadencia de los barrios bajos, de lo paupérrimo del mundo laboral, de la sordidez de una sociedad que todavía no había salido (o apenas acababa de hacerlo) de la cartilla de racionamiento y de la autarquía que era sinónimo de privación... para algunos. Era inatacable, puesto que (como si de neorrealismo se tratase) no hacía más que filmar la calle. En ese aspecto, si el espectador lee entre líneas, comprende que el mensaje "oficial" puede ser uno, pero el social es otro muy distinto. En este proceder por "negativo fotográfico" social, estas películas constituyen un documento formidable sobre una época.
Por supuesto, el régimen no podía prohibirlas, ni vetar su producción, pero sí que es seguro que no las veía con simpatía. Han sido muchos años de ver televisión franquista en los que uno se hastiaba ante las películas afines a la visión cinematográfica franquista (mucha folclórica, mucha copla, pandereta y faralaes) sin que jamás la televisión oficial y única se dignase a reponer Apartado de Correos 1001, por poner un ejemplo. Irreprochables como pudieran resultar para los censores, estas películas no debían resultar simpáticas a ojos oficiales (como tampoco resultaba simpático el periódico El Caso, dedicado a la crónica negra).
No hay que hacerse ilusiones respecto a la calidad de los filmes. Salvo unos pocos salvables por su dirección, interpretación o por esas cualidades subliminales que he comentado, se trataba de películas comerciales de bajo presupuesto (y justamente cuando los presupuestos crecieron, los filmes se alejaron de la calle) destinadas al consumo rápido y a los programas dobles.
Pero su estudio, por las razones que hemos comentado, era necesario, y Sánchez Barba ha logrado establecer el texto referencial para cualquier trabajo futuro.

Pubs. i Eds. de la Universitat de Barcelona, col. FilmHistoria
Barcelona, 2007 [2007]

Portada y sinopsis


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El Francotirador Paciente, de Arturo Pérez-Reverte

FIRMA INVITADA: Susana Rizo

Tras cerrar la última página de la novela, sé que es un lugar al que volveré, más tarde o más temprano. En sus renglones hay matices que viajan más allá de las palabras y he llenado sus hojas de subrayados para seguir leyendo los pensamientos de Sniper, el protagonista de esta novela. Todos aquellos que creen que el arte está íntimamente relacionado con la vida y sus reglas del juego, van a encontrar un referente en este libro. En cada página un apunte, una frase resaltada, digna de releer. Y quien nos lleva hasta él y a su manera de pensar es la enigmática Alejandra Varela, apodada Lex, la otra protagonista de esta historia. Todo está narrado desde su punto de vista, y desde sus recuerdos. Una mujer infranqueable en sus silencios y fatigas, de fuerte personalidad y gran inteligencia. Ella es el alter ego de Sniper. Como él, Lex es otro francotirador paciente que perdió por el camino algo en lo que creía. Y hay ciertas cosas que no quedan impunes. Existe un precio a pagar y nadie está exento de ser observado por el azar paciente e imprevisible. De que éste te ponga en su punto de mira, y dispare.
Lex, especialista en arte contemporáneo y en la búsqueda de personas y libros, es contratada por un importante editor para encontrar a Sniper, uno de los grafiteros más famosos del mundo, con el fin de proponerle hacer un catálogo y una exposición retrospectiva de su obra. El problema es que la identidad de Sniper es un misterio, así como el lugar donde reside. La única certeza es que le protegen cientos de personas, cómplices, incapaces de desvelar su identidad, por la admiración y respeto que le profesan. Pero hay otros que le buscan para eliminarlo de la faz de la tierra. Los mensajes que lanza Sniper, o que lanzan sus seguidores en su nombre, son portada de noticias por su envergadura, su extremada originalidad, brutalidad, y especialmente por la peligrosidad y audacia que entraña el llevar a cabo esos grafitis, conocidos como “intervenciones”. Algunas de éstas incluso se saldan con la muerte de quienes las ejecutan. Lex emprende casi una persecución que le llevará desde Portugal a Italia, pasando por Lisboa, Verona, Roma y, finalmente, Nápoles. Y no está sola en esta búsqueda.

Con esta novela nos adentramos en el mundo del arte, del grafiti concretamente, con sus luces y sombras, sus aspectos más criticables y loables, incluyendo un recorrido por su historia, sus escritores y su razón de ser. Hay de hecho una gran crítica hacia la impostura del arte moderno, o de una parte de éste. Pero parece la excusa para presentarnos, de nuevo, un concepto sumamente revertiano: el de la geometría del Universo inconmovible que sonríe a todos, paciente. Según palabras del propio autor “sólo la lúcida y fría observación de la realidad histórica del hombre permite entender. Y en ese proceso es fundamental el arte”. De hecho, en mi opinión, se trata del tercer ajuste de cuentas que el autor hace en su vida literaria: Territorio Comanche, El pintor de Batallas, y ahora El Francotirador Paciente. Puentes, Instantáneas y Pinturas que tienen consecuencias.

Personalmente veo aquí un guiño al “Duelo a garrotazos”, esa esencia grafitera que Goya plasmó magistralmente en una de las paredes de su casa de la Quinta del Sordo. Sobre este pintor dijo Ortega y Gasset “No es verosímil que nadie, después de haber contemplado una buena porción de su obra al menos, se sienta ante ella indiferente. En cambio, es muy posible que a algunos Goya les irrite. Pero esta irritación no es cualquiera. Posee un peculiar cariz. Va disparada contra el artista, pero da un culatazo sobre quien la siente, dejándole preocupado respecto a si mismo. Esto es lo peculiar de Goya”. Y creo que también es lo peculiar de nuestro misterioso Sniper.

Arturo Pérez-Reverte consigue una estética especial presentándonos este mundo de luchadores callejeros, que tienen sus propios códigos y normas, algo que en el tablero del “Territorio Reverte” es muy valorado. El arte existe no solo para iluminar y deslumbrar, sino también porque a veces es cuanto queda para poder expresarse. El grafiti es otra manifestación artística, más libre y abierta, que quizá ha existido desde el principio de los tiempos para expresar no sabemos muy bien qué sentimientos o anhelos, como aquellos grafitis descubiertos en 1868 por el hidalgo y arqueólogo don Marcelino de Sautuola y su hija María en las oquedades de Altamira. Un arte subliminal, subversivo y misterioso que a veces roza la frontera con el vandalismo y otras traspasa la de la genialidad. Todos hemos sentido eso, y en momentos muy recientes. Muchas de las mismas pancartas del 15-M eran puro arte callejero. Y resulta absolutamente gráfico el recuerdo de aquel escrito del Sniper Alley en Sarajevo “Welcome to Hell”. El grafiti reclama el derecho a escribir y, como le escuché una vez expresar a don Arturo, a “sentirse joven en la víspera de la batalla”. Algo que en la novela se denomina “experimentar los treinta segundos sobre Tokio”. La estética también la logra con una ambientación impecable, el uso del lenguaje, bronco, moderno y de tribu, propio de los escritores de grafiti con su jerga específica, y, desde luego, con los personajes que desfilan como secundarios –editores, empresarios, sicarios– que de tan bien dibujados parecen sacados de un cómic de Hergé.

Es ésta una obra reflexiva, intrépida, que atrapa hasta la médula gracias a la pericia de su prosa conducida por Lex a lo largo de interesantísimos diálogos a medida que ella se va acercando a su objetivo. Todo ello ambientado en tiempo presente, con referencias a sucesos actuales, recientes y desgraciadamente familiares (la gran crisis económica). Para los protagonistas de esta historia es un tiempo lleno de recuerdos y, tal vez, de remordimientos. De cuentas pendientes. Como en mayo del 68, la ciudad se ha convertido en un campo de batalla y los desafíos de Sniper son estallidos de lúcida ira cuya onda expansiva provoca inquietud. Al final actúa como lo hacían los espejos deformantes de Valle-Inclán, sin piedad. Su aparente falta de escrúpulos y vanidad desconciertan, y, a pesar de todo,un ejército entero le responde, y le respalda. Lex es quien va a intentar entender, interrogándole, como hiciera Markovic con Faulques en El Pintor de Batallas.

No obstante, existe aquí un breve espacio para los restos de aquello que se salva y perdura. La inocencia destruida por esas mismas implacables normas del juego que Sniper quiere probar. Hay una poética en ese recuerdo, con la forma de una firma en la pared que se desvanece en el tiempo. Mientras cada cual naufraga a su manera –ninguna de las acciones que se lleven a cabo en esta persecución quedará impune– ese recuerdo permanece intacto. A salvo.

El Francotirador Paciente es una obra que recomiendo encarecidamente. Es audaz, emocionante y posee un ritmo que va subiendo de intensidad progresivamente, hasta conseguir el clímax cortando y dejando en vilo al lector justo en el momento oportuno. Existe un inteligente dominio escénico y la narración resulta tan tremendamente visual como acostumbra lograr la maestría de Arturo Pérez-Reverte, que si permiten el atrevimiento, yo definiría como el Spielberg de las letras hispánicas.

Ed. Alfaguara
Madrid, 2013 [2013]

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M, el Vampiro de Düsseldorf, de Fritz Lang

SESIÓN MATINAL 

(M); 1931

Director: Fritz Lang; Guión: Thea von Harbou, Paul Falkenberg, Adolf Jansen, Karl Vash; Intérpretes: Peter Lorre (Hans Beckert), Otto Wernicke (Inspector Karl Lohmann), Gustav Gründgens (Schränkler); Dir. de fotografía: Fritz Arno Wagner; Música: Adolf Jansen; Dir. artística: Karl Vollbrecht, Emil Hasler.

Una obra maestra absoluta, Fritz Lang consiguió hacer algo más que un policiaco, algo más que narrar una historia de forma convencional y mucho más que una película de su época. En efecto, vista hoy, M es una película tremendamente actual en su ritmo y en su formulación cinematográfica, y eso que se ha dado en llamar film noir americano debe mucho a la forma en que Fritz Lang planteó visualmente el filme.
Más allá de que se haya querido ver una alegoría de la amenaza del nazismo en esta historia de un pedófilo asesino que llega a ser perseguido por toda la ciudad, policía y hampa trabajando codo con codo en su búsqueda, el filme y su historia mantienen una tensión constante, y un ritmo genial que hace que avance con toda suavidad en su transcurrir.
Y para aquellos que consideran que Peter Lorre era un secundario de físico peculiar, más apto para la comedia y las películas de monstruos de serie B, bien harán en contemplar su descomunal interpretación de un criminal psicópata que, en ocasiones, hasta mueve a la compasión. Su actuación está tan llena de emoción en todos los registros que es una antología de la interpretación, y una que hace que Lorre tenga que ser considerado uno de los grandes actores de la historia del cine.

Tráiler:

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Jazz Porque Sí: Duke Ellington con Count Basie

Duke Ellington con Count Basie. O viceversa, puesto que en esta sesión nadie toma primacía con respecto al otro. Se trata de una reunión histórica: las dos mejores bandas de jazz de la historia reunidas tocando la misma música y compitiendo amigablemente en su desarrollo.
Y el resultado es el que era de esperar, una explosión de buena música con unos intérpretes que logran conjugar esa compenetración perfecta que siempre tuvo la orquesta de Basie con la riqueza armónica que acompañó en todo momento a las interpretaciones de las bandas de Ellington. De manera uqe prepárense a escuchar un caudal de buena música.
El programa es: Battle Royal; To You; Take the A Train, con Billy Strayhorn al piano por parte de la orquesta de Ellington; Corner Pocket; Wild Man Moore; Segue in C; BDB; y se cierra el programa con parte de Jumpin' at the Woodside. Pero sigan leyendo.


Y es aquí donde escucharemos completo el famosísimo Jumpin' at the Woodside, seguido de One More Once, composición de Ellington evidentemente dedicada a Basie y la famosa frase pronunciada en su interpretación de April in Paris; Blues in Hoss' Flat; y las tomas alternativas de BDB; Wild Man Moore y Jumpin' at the Woodside.
Y empezaremos a escuchar otra sesión de grabación no menos histórica, la de Duke Ellington en septeto más la incorporación del gigante del saxo tenor Coleman Hawkins. Para abrir boca (ya vendrá el programa que tenga el grueso de esta reunión) escucharemos Limbo Jazz, un calipso muy simpático en el que al batería Sam Woodyard casi se le tiene que adjudicar el papel de vocalista; y un Mood Indigo que, en manos de Hawkins, se hace todavía más antológico.
Presten atención más que nunca a los comentarios del Cifu; frente al batiburrillo de solistas de dos orquestas es de agradecer tener un guía que los identifique. Y que disfruten.



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La Inquilina, de Avram Davidson

Avram Davidson nunca encajó en ningún sitio. Tuvo la desgracia de vivir en una época en la que cualquier intrusión de lo fantástico en lo que se escribiera resultaba un anatema para las editoriales "literarias" y una condena al gueto de la ciencia ficción. Pero tampoco allí acababa de encajar. Sus relatos y novelas eran demasiado heterodoxos para los géneros de anticipación, fantástico o terrorífico. Su ficción era demasiado sutil, demasiado irónica, demasiado literaria, sin ceñirse a ningún modelo estándar. Eso no le ganaba el aprecio del público de género, por descontado, y por esto mismo era alguien adorado por sus colegas escritores. Alguno de ellos dijo que con tan sólo su relato ...Y Todos los Mares Llenos de Ostras (un relato que algún día comentaremos; baste decir ahora que su tema de inicio es el conocido fenómeno de la multiplicación espontánea de clips en los cajones y de perchas en los armarios. Ya ven que no es precisamente una idea estereotipada), Davidson tenía asegurado un lugar en el Olimpo de la ciencia ficción.
Esta irreductibilidad y desclasamiento hizo que Davidson, al final de su carrera, viviera casi en la miseria, y tuviera que ser ayudado por esos escritores que nunca ocultaron su admiración por alguien a quien consideraban un maestro. Extraño, pero maestro. En otras épocas, no más felices pero sí más normales, Avram Davidson habría sido un escritor reconocido en la literatura general.
La Inquilina es uno de estos relatos que no responden a ningún modelo, aunque su final sea lovecraftiano; por supuesto, con un toque de ironía que hace que escape del puro canon terrorífico de los Mitos de Cthulhu. Davidson era así.
El propietario de un barrio miserable acaba de hacer una operación de venta inmobiliaria favorable a sus intereses, y tiene que desahuciar a unos cuantos de los inquilinos de un bloque. Para convencer a los remisos, ha contratado a Edgel, un tipo alto, fornido, encorvado (y esto es importante para entender el relato), irresponsable judicialmente, alcohólico y que se gana un sobresueldo mísero haciendo estos trabajos para Balto.
Pero en el bloque vive una inquilina que no quiere trasladarse, por mucho que se le ofrezca una prima y otro alojamiento o se la presione. Un día que la inquilina sale a hacer la compra, Edgel entra en el piso para poner los trastos en la calle. Lo que encuentra dentro, o mejor dicho, el ser que encuentra dentro, no tiene nombre.
Si esto les parece un relato de terror clásico, es porque sólo es el perfil de la trama. En realidad, Davidson, que deja mucho al lector y a su imaginación, se centra más que nada en la mente de Edgel, más en el paralelismo de la vida de Edgel y la inquilina, así como a la especulación de lo que es y cómo es lo que se encuentra en el piso.
No es un relato lineal, planteamiento, nudo y desenlace, como ya hemos dicho. Davidson, en unas pocas páginas, nos da los elementos para que seamos nosotros, los lectores, quienes construyamos la historia, antes y después de lo relatado. Lo magistral de Davidson es que somos capaces de crear y comprender este relato, no en todos sus detalles pero sí en lo fundamental, con las implicaciones que supone.
No es fácil, es sutil y da buena prueba de cómo Avram Davidson jamás se rebajó a hacer literatura de consumo, y siempre aspiró a un nivel literario superior.
Este relato no es fácil de conseguir (tampoco es difícil, pero requiere su trabajo), pero todavía no he encontrado ninguna historia de Davidson que no merezca la pena. Si ven su nombre, dense un capricho refinado e inusual, y pruébenlo. Verán que Avram Davidson era un escritor único.

(The Tenant)
En Ciencia Ficción Selección 22
Ed. Bruguera, Col. Libro Amigo
Barcelona, 1976 [1971]

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Moby Dick. La Atracción del Abismo, varios autores

La fórmula no es nueva, pero cuando está bien realizada es impagable. Y este libro está perfectamente realizado.
La fórmula es la de reunir a una serie de autores, ilustradores y artistas alrededor de una obra o de un escritor y así componer un volumen que sirva tanto de homenaje como de celebración. En el caso de Moby Dick, el homenaje y la celebración son importantes, pero también lo es desvelar los secretos de una obra que es más conocida que leída.
En efecto, y este es uno de los grandes misterios de la obra cumbre de Melville, todo el mundo conoce la existencia de una ballena blanca, todo el mundo sabe quién es el capitán Ahab y más o menos una gran mayoría sabe cómo hay que llamar a su protagonista ("Llamadme Ismael", dice la primera frase del libro), pero leerlo, lo que se dice leerlo, pocos lo han leído. Y una buena parte de los que lo han hecho han pasado por una versión recortada, condensada o editada. Al fin y al cabo, Moby Dick es un libro extraordinario, pero también único en su estructura narrativa, que sigue desconcertando al lector.
En todo caso, estos homenajes cumplen una doble función, y es la de acercar a posibles lectores a la obra y a los que, como yo y los autores la han leído, regocijarnos en una comunión con otros que aman la obra de Melville y evocar visualmente los pasajes de la novela.
En el aspecto visual, este libro invita a la contemplación pausada y detallada. No sólo los artistas son variados, sino que las ilustraciones, cuidadosamente seleccionadas, son excelentes.
En cuanto a los contribuyentes de textos, por supuesto, la calidad varía. Los hay notabilísimos, si bien conocidos, como los de Muñoz Molina o Pérez-Reverte (da igual, leerlos en conjunción con los demás que los acompañan les da una nueva dimensión), otros que representan una aportación refrescante, como los de José Luis Garci sobre Ray Bradbury, que fue el guionista de la versión fílmica de John Huston, o el de Constantino Bértolo sobre la edición ilustrada por Rockwell Kent. Otros son informativos, como el que nos recuerda que parte de la película ya citada se rodó en las Canarias, o el de Raúl Guerra Garrido sobre el tamaño de Moby Dick. Otros muchos se dedican a cubrir cualquier aspecto de Melville y su obra cumbre, incluyendo las adaptaciones cinematográficas, los ilustradores de los libros o las novelas gráficas que han surgidos sobre y alrededor de la novela de la ballena blanca. Más un capítulo final de miscelánea y curiosidades que descubre festivales, lecturas de la obra en internet (Moby Dick Big Read, patrocinado por ese aficionado absoluto y genial que es Philip Hoare) y otras muchas cosas.
En fin, pasar por este libro es un auténtico placer para aquellos enamorados de Moby Dick; además, espero que cree muchos lectores; la obra de Melville lo merece. 


Ilarión Eds. y Asoc. Cultural Graphiclassic
Madrid, 2013

Portada y sinopsis


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La Concessione del Telefono, de Andrea Camilleri

La Concesión del Teléfono es una de esas novelas enclavadas en el territorio mítico de Vigata (que es y no es Porto Empedocle) con las que Camilleri abandona a su comisario Montalbano para llevarnos a la Sicilia histórica, aquella que tal vez ha conformado la Sicilia de hoy.
Camilleri suele usar la sorna, ese humor irónico que era favorito del padre de todos los escritores sicilianos, Pirandello, y que Sciascia, por ejemplo, empleó a conciencia. En este caso, la historia relatada parte de un equívoco: Pippo Genuardi escribe insistentes cartas al prefecto pidiendo la concesión de una línea telefónica (estamos en 1892, cuando una línea telefónica particular era poco menos que una extravagancia); no importa la insistencia, no importa que Pippo equivoque el destinatario, que en lugar de ser el prefecto debería ser la Administración de Correos y Telégrafos. Lo que importa es que en lugar de llamarlo Marascianno, Pippo escribe "Parascianno", cosa que el prefecto toma como una afrenta personal. Y le echa encima a los carabineros, pidiendo que le informen de la orientación política de Pippo; sugiriendo, claro está, que al más mínimo indicio, cierto o falso, de desafección, Pippo pase a residir en la cárcel.
A partir de esta anécdota ínfima, Camilleri logra un cuadro sobre la Sicilia de la época, desde los prefectos "extranjeros" que no comprenden nada de Sicilia, hasta la mafia y sus imbricaciones (el auténtico poder sobre el territorio) y el carácter siciliano en general, con consecuencias nefastas para Pippo, quien tampoco es un dechado de virtudes que digamos.
hay la tendencia de calificar a Camilleri como un escritor que, psé, escribe policiacos o bien escribe bufonadas. Esta apreciación pasa por alto no sólo la auténtica dimensión del Camilleri escritor, con un dominio del italiano y sus dialectos como pocos han logrado, sino que omite el análisis profundo que, riendo riendo, hace de Sicilia.
En esta novela tenemos una exposición más que lúcida sobre el uso del lenguaje; la costumbre siciliana de la media palabra, de la metáfora en apariencia inocente, de lo no dicho pero implícito... que los que son sicilianos dominan a la perfección. De ahí la costumbre de, cuando no queda más remedio, se diga "¿Puedo hablarle 'papale papale'?" o "¿a la latina?", indicando que, muy a disgusto de quien habla, se van a decir las cosas claras y sin circunloquios.
Prueba de ello es la división de la novela en "cosas escritas" y "cosas dichas". Con lo escrito vemos la fachada de las cosas, en su mayoría inocentes, coherentes, racionales. Pero no sabemos apenas nada. Es con las cosas dichas (y muchas más veces no dichas pero insinuadas) cuando descubrimos la auténtica historia que hay detrás. Sobre todo, hay una recurrencia: quien habla claro, o no es creído o lo paga caro. Quien calla, o habla en acertijos, en cambio, tiene las líneas de comunicación abiertas y una vida más larga por delante. La verdad, en Sicilia, no sólo es desagradable sino que parece de mal gusto, algo que emplear únicamente con los niños o con los tontos.
La Concesión del Teléfono es una novela divertida, a veces hilarante, una historia de equívocos sobre equívocos que desembocan en tragicomedia, pero también una historia de Sicilia a nivel de la gente que la puebla. No en vano, como quien no quiere la cosa, Camilleri de permite decir, a través de uno de sus personajes: «¡Pienso en este pobre yerno mío, atrapado en medio del Estado y la mafia!» «Genuardi no es el único, si eso le sirve de consuelo. Tres cuartas partes de los sicilianos están atrapados entre el Estado y la mafia.»

Sellerio Editore, col. La Memoria
Palermo, 199828 [1998]

Exitste edición castellana en Eds. Destino

Portada y sinopsis de la edición italiana

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La solicitud de una línea telefónica en un pequeño pueblo siciliano desencadena una divertida serie de peripecias burocráticas, malentendidos y maniobras. Una visión a la vez cómica, realista y amarga de la sociedad siciliana.

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La Presa, de Walter Hill

SESIÓN MATINAL 

(Southern Comfort); 1981

Director: Walter Hill; Guión: Michael Kane, Walter Hill, David Giler; Intérpretes: Keith Carradine (Spencer), Powers Boothe (Hardin), Fred Ward (Reece), Franklyn Seales (Simms), T. K. Carter (Cribbs), Lewis Smith (Stuckey); Dir. de fotografía: Andrew Laszlo; Música: Ry Cooder.

Esta película no figura en las grandes filmografías, ni tampoco es demasiado recordada, y sin embargo se trata de un filme muy notable.
El argumento es el siguiente: en unas maniobras de la Guardia Nacional en Louisiana, los miembros de un pelotón se meten en los pantanos de la zona, habitados por la minoría cajun. Los chavales van a estas maniobras como si se tratara de una fiesta, o de un juego. Y en un momento dado, uno de ellos dispara su arma, cargada con proyectiles de fogueo, contra los cajuns. Las balas no son reales, pero el sentimiento de amenaza que producen y la actitud de prepotencia de los soldados "invasores" son inequívocos. Los chicos han cometido un error fundamental: han entrado en un lugar que no es su casa, su país, y se han mostrado como conquistadores arrogantes y con un total desprecio de la población local.
¿Les suena? Claro que sí. Esta película no es sino una alegoría de la guerra del Vietnam, pero realizada (y la jugada es maestra, puesto que implica que no es tanto la nacionalidad o la raza como el desprecio a la población en general lo que fue el gran pecado del ejército) en pleno corazón de los Estados Unidos.
Todos y cada uno de los paralelos entre las situaciones de la película y los episodis de una guerra en el sudeste asiático pueden ser perfectamente trazados.
Porque la prepotencia está en el inicio, pero después viene el terror. Los cajuns no son hombres que se dejan amilanar en su propia casa, y emprenden la caza del pelotón. Y nadie conoce mejor el terreno pantanoso que ellos, ni conoce mejor las artimañas de la caza y las trampas, ni se mueve mejor y más silenciosamente. Ese pelotón se ve atrapado en una pesadilla opresiva, en un entorno hostil (insisto, en su propio país) y sin ningún apoyo local, sólo contando con la esperanza de que cuando no aparezcan en el punto de reunión salgan a buscarlos. Una esperanza muy lejana en el tiempo.
Hill logra un ambiente asfixiante, una tensión insuperable, un juego de paralelismos brillante y una ejecución fílmica impecable, en una película que merece la pena recuperar y poner en su adecuado lugar.

Tráiler:


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Jazz Porque Sí: Harry James en el Palladium de Los Angeles

Hoy tendremos una gran sesión de jazz clásico, de la mano de la big band de uno de los grandes trompetistas de la era del swing, Harry James. Para aquellos que no recuerden a James, diremos que fue, por ejemplo, el trompetista estrella del famoso Sing, Sing, Sing que la orquesta de Benny Goodman se marcó en el Carnegie Hall en 1937 (y si no han escuchado ese concierto, les recomiendo que corran a la tienda de discos más cercana y se hagan con él. No se arrepentirán).
James fue un trompetista de un sonido limpio y con una facilidad para moverse por la escala casi insultante. Además fue un músico con criterio, y lo va a demostrar en sus intervenciones con una muy buena banda, que incluye a un genio de la batería como es Buddy Rich.
En un programa muy bailable, escucharemos Palladium Party; Bye Bye Blues; Please Take a Letter Miss Brown; Ain't She Sweet, con vocal de Rich; Sugar Foot Stomp; How Could You Do a Thing Like That to Me; Moonlight Bay; Midnight Sun; Moaning Low; y Flash.
Espero que hayan disfrutado de la sesión de baile, y atentos a los comentarios del Cifu, como siempre.