Aflicciones del Hombre Humano, de Robert Sheckley

En los años cincuenta la ciencia ficción se desarrollaba primordialmente en revistas (un fenómeno que apenas hemos conocido en España) y en forma de relato corto. Los escritores del género se ganaban la vida con los pocos dólares que ganaban de esta manera y, por tanto, era cuestión de los editores de esas revistas el impedir que les colocasen malos relatos (o por lo menos, que no les colocasen tantos, porque la revista tenía que salir con contenido cada mes). No obstante, y por raras conjunciones de talento de los escritores, sagacidad de los editores, y otras circunstancias más o menos afortunadas, surgían auténticas joyas.
Robert Sheckley fue uno de esos escritores que tenían talento y, una característica no muy común, un gran sentido del humor. Tal vez por esa crianza en revistas, apenas cultivó la novela, y lo que recuerdan los aficionados son sus relatos.
Quede clara una cosa: son relatos de consumo, sin mayor trascendencia que la de explicar una historia y hacerlo bien, entreteniendo al lector. Pero en ese hacerlo bien radica la diferencia. Alicciones del Hombre Humano es uno de esos relatos que lo hacen muy bien, y ha quedado en el afecto y la memoria de los aficionados del género que lo han leído.
Un hombre que ha comprado un planetoide a ciegas (y ha tenido suerte: hay algo de mineral para explotar y una tenue atmósfera) empieza, con el tiempo, a sufrir lo que su robot-capataz Gunga-Sam (una referencia al poema de Kipling Gunga-Din, y, en realidad, el auténtico protagonista de la historia) denomina las "aflicciones del Hombre Humano". En suma, que necesita una compañera. El minero decide encargarla por correo, decidiéndose, con espíritu práctico, por una novia de frontera. Y sin embargo, le envían un modelo de lujo. El error es subsanable, pero con tiempo, de manera que la novia equivocada (vigilada por un robot dueña-sacerdote) debe quedarse un tiempo en la colonia. Donde, por supuesto, su mano se dejará sentir en la vida de todos.
El final, como el argumento anterior, es más o menos previsible, pero en este relato no importa tanto la historia como el tono en el que está contada. Con un humor ligero y con un estilo directo, este cuento se desarrolla ante el lector como si fuera una historia oral narrada ante el fuego. A lo cual contribuyen los personajes robots. Porque Gunga-Sam, que ha sido fabricado sin alma para que así los autómatas no padezcan la angustia, es sin embargo un robot sagaz, el mejor servidor de su amo (más Jeeves que Tío Tom, eso sí), y con su peculiar lenguaje y su filosofía sobre el mundo del Hombre Humano (por contraposición, uno supone, al Hombre Robot), le da un sabor nuevo a una historia en teoría conocida, y contribuye muy poderosamente a la potencia del relato.

(Human Man's Burden)
En Los Mejores Relatos de Ciencia Ficción
Ed. Bruguera, col. Libro Amigo
Barcelona, 19678 [1956]
Selección de Groff Conklin

Texto en castellano de Aflicciones del Hombre Humano

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2 comentarios:

Germán Hernández dijo...

¡Qué delicia de cuento!

¡Gracias Lluis!

Saludos!

Lluís Salvador dijo...

Hola, Germán:
Sheckley era un autor que, sistemáticamente acertaba en sus relatos de ciencia ficción, que solían estar teñidos de un humor intenso. No escribió demasiadas novelas, y por eso es menos conocido que otros autores del género, pero fue uno de los grandes.
Un saludo!