Lady Turton, de Roald Dahl

Roald Dahl sabía muy bien que, observando con cuidado la realidad, la literatura está servida. De hecho, los narradores / observadores de sus relatos son fascinantes: fríos en apariencia, desapegados en su aspecto, pero perceptivos, intuitivos y capaces de observar los detalles precisos que hacen que una situación se torne en extraordinaria. Situados y rodeados de gente que, por diversos motivos, creen que lo que están viviendo es normal, saben reconocer los síntomas de la anormalidad y, entonces, observarla como lo haría un entomólogo con un insecto que aparenta ser vulgar pero en realidad es único.
¿Quién no ha visto, de cerca o de lejos, parejas incongruentes? Hombres (o mujeres) que se engañan a sí mismos con matrimonios que nadie creería posibles por amor; relaciones de dominio y de poder que resultan inexplicables para los que las contemplan; y a veces, deseos inexpresados que saltan a los ojos de uno de estos desiguales componentes.
El relato lo pueden leer en el enlace que figura al pie de la reseña. Lady Turton (en su original, el relato se titula "Cuello", una palabra que alcanza su verdadero significado al final del cuento) es una mujer que se ha llevado el premio en la lotería del matrimonio; se ha casado con el heredero de un imperio periodístico. Y es un hombre débil, que sufre en silencio las tiranías y desplantes que ella le causa. Pero es demasiado bueno para reaccionar. De hecho, se trata de un hombre adorable, como descubrimos gracias a ese narrador del que hablábamos: es amable, sin prejuicios, culto, encantador, tímido pero cordial.
Aunque tal vez su esposa lo lleva al límite cuando, en un jueguecito de flirteo en el jardín que cree que no está siendo observado, mete la cabeza en un agujero de una escultura de madera de Henry Moore. La cabeza queda atascada allí, y después de un rato en el que el tiempo parece suspenderse (el manejo del tiempo que hace Roald Dahl es perfecto; sin más que hacerlo pasar, sólo con esta suspensión, hace que la tensión crezca de forma exponencial), Sir Basil y el narrador se acercan al lugar para ver qué se puede hacer. No hay remedio, para liberar a Lady Turton habrá que cortar la escultura, y Sir Basil pide al mayordomo (otra figura que en el relato parece secundaria pero es capital en su resolución) que vaya a buscar las herramientas. La escultura es muy querida para Sir Basil, y él mismo la cortará.
Y entonces se produce el clímax del relato. Sólo dura un instante, sólo es un pequeño momento, pero es como un fogonazo que cambia la personalidad de todos los personajes, haciendo que una historia que, para el que la contempla sin atención, es anodina, se vuelva trascendente, enorme, genial.

(Neck)
En Relatos de lo Inesperado
Argos Vergara
Barcelona, 1981 [1953]

Texto en castellano de Lady Turton

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