Arde Chicago, de Charlotte Carter

La novela policíaca moderna es, como no me cansaré de repetir, un termómetro del clima moral y social de una época; en este aspecto, no existe mejor ejemplo que esta Arde Chicago, que enmarca la época inmediata al asesinato de Martin Luther King y los conflictos raciales que amenazaban con convertir los Estados Unidos en un campo de batalla.
Charlotte Carter, que según la biografía somera de la solapa ha sido editora y profesora y ha estudiado en Tánger con Paul Bowles (al que hace un homenaje en un pasaje de la novela), pertenece, por descontado, a la minoría afroamericana, y tiene edad como para haber vivido el período de insurrección previo y posterior al asesinato de MLK, de manera que (si bien hay que desconfiar siempre de los elementos "autobiográficos" en las novelas) lo que relata bien puede haberlo vivido. En cualquier caso, y si se cotejan los testimonios que se quieran, suena verídico.
Cassandra Lisle no tiene la menor intención de ser detective. Es una estudiante universitaria en Chicago, con una infancia problemática detrás y una desorientación típica de su edad, agravada por una época en la que la conciencia social puede adoptar muchas formas, desde la no violencia a la acción directa pasando por diversos voluntariados; formas que, para acabarlo de complicar, son criticadas por los mismos afroamericanos de otras tendencias. No quiere ser detective, pero cuando una chica, lavelle Jackson, al amparao de los disturbios por el asesinato de Martin Luther King, es secuestrada por alguien que tiene todo el aspecto de ser un policía, pero sin que en el departamento se tenga constancia de esta detención, acompañará a sus padres adoptivos en las indagaciones sobre el paradero de la chica.
Unas pesquisas que la pondrán en contacto con la corrupción en la policía, los elementos criminales negros de Chicago y el grupo activista Root, radical, intransigente y violento.
El argumento policial está bien construido, pero no es lo esencial de esta novela. Su auténtico tema es el de ese período de la historia estadounidense en el que se estuvo al borde de una guerra civil racial. En este sentido, y como casi todos los escritores que tratan el tema, Carter bebe de la fuente primigenia que fue Chester Himes (un escritor que no sólo escribió novelas policíacas o, mejor dicho, escribiéndolas trazó un discurso político y social sobre la cuestión del negro y las libertades civiles, o más bien sobre la falta de ellas). Charlotte Carter escribe bien, muy bien. No sólo en el aspecto social o el reflejo de una época histórica. cassandra es un personaje en extremo bien trazado dentro de sus inseguridades y sus afirmaciones de personalidad que son connaturales a su edad y pasado. E igualmente bien trazados están el resto de personajes.
Todo ello forma un conjunto equilibrado, limpio y bien narrado, en el que lo que se quiere decir queda claro y lo que se dice es significativo y útil. En estas novelas (que pueden parecer de tesis pero no lo son, al menos en el sentido panfletario) es demasiado fácil caer en el localismo o la compartimentación; Carter, sin embargo, consigue hacer de una época y un fenómeno social algo trascendente y universal.

(Jackson Park. A Cook County Mystery)
Eds. Siruela, col. Nuevos Tiempos / Policiaca
Madrid, 2011 [2003]
Serie detective aficionada Cassandra Lisle nº 1

Portada y sinopsis

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5 comentarios:

Peke dijo...

Tiene muy buena pinta. Lo malo de visitaros a los que tenéis un blog de literatura (sobre todo negra o policíaca) es que se me ponen los dientes largos casi siempre. :)

Lluís Salvador dijo...

Hola, Peke:
La tenía antes de que la leyera, y no me defraudó. De hecho, tiene otra serie, sobre una investigadora que es saxofonista de jazz. Tengo que echarle mano. Seguiré informando...
Y respecto a lo que comentas, bueno, mi función es la de recomendación y orientación. Comprendo que Barcelona tiene una red de bibliotecas de lo mejorcito,y que eso no es tan corriente en el resto de ciudades españolas. Así, y antes de comprar, aquí siempre podemos catar las novelas que nos resultan desconocidas. Por si te consuela, te diré que leo bastantes cosas que NO comento, porque son, a mi juicio, deficientes (y ahí hay buena parte de la invasión vikinga en el policiaco).
Un saludo!

Paco Camarasa dijo...

Excelente reseña, y me servirá para que tenga mas visibilidad en la librería, pero Luis, a la hora de dar los datos ( pcoo habitual que alguién ponga el título original)¿podrías añadir el título del traductor o traductora?.
Paco Camarasa
Librero

Lluís Salvador dijo...

Hola, Paco:
Un placer tenerte por aquí. (Por si alguien no lo sabe, Paco Camarasa es el codirector librero de la estupenda librería Negra & Criminal, amén de comisario de BCNegra, la semana dedicada al género que se celebra en Barcelona.)
Con respecto a lo que dices de los traductores, es una política (no me atrevo a llamarle filosofía) que ha sido muy pensada por mi parte. Por desgracia, la gran época de la traducción en España ha pasado; e incluso en catalán parece haber entrado en una vorágine desastrosa, cuando, si la traducción castellana era muy buena, la catalana solía ser excelente.
De modo que cuando me enfrenté al problema de si poner o no el nombre del traductor, adopté una línea de pensamiento, que fue que:
1) si la traducción es "normal", es decir, el traductor ha cumplido con su trabajo, sin estridencias, sin que destaque en nada, transmitiendo lo que el autor dice pero tampoco sin que se vea un trabajo de adaptación a la lengua de destino, no poner el nombre, como tampoco incluyo el del impresor o el del portadista (por cierto, algún día tendría que hablar de alguien que tiene un régimen de casi monopolio dobre las portadas, y que secuestra los títulos de las imágenes de las mismas, Getty Images). Ha cumplido con su trabajo y le han pagado (se espera) por ello. Sin más.
2) Si el traductor ha realizado un buen trabajo, o excelente, tal vez, con esa traducción, citar el su nombre. Y muchas veces, además, destacarlo en la reseña. Por poner un ejemplo, lo que ha hecho Pau Vidal con el universo de Camilleri / Montalbano es algo prodigioso. Yo que los he leído en original y en traducción puedo decir que ha conseguido, sin variar el sentido de lo que Camilleri escribe, crear todo un mundo montalbanesco en catalán, con una expresión propia que, a veces supera el original.
3) Si la traducción es mala (y cada vez hay más de esas), por supuesto, no citar el nombre del traductor. Y si es pésima, probablemente se reseñará así, pero seguiré sin citarlo. Considéralo una muestra de misericordia.
Ahora sigo...

Lluís Salvador dijo...

Hola de nuevo...

También, y es algo muy frecuente en las traducciones vikingas que nos invaden, cuando como traductores figuran uno con un nombre sonoramente nórdico y otro con un nombre sonoramente español, tampoco los cito. Tiene todo el tufillo de que el primero ha hecho lo que ha podido trasladando el noruego, sueco, etc. a mal castellano y el segundo ha revisado estilísticamente el resultado. A saber si alguien que no domina la lengua de destino (que es la piedra de toque del buen traductor) ha acertado con la traducción en un principio. Nadie puede saberlo. Y por algunas cosas que he leído, uno tiene graves sospechas al respecto de la bona fides de semejantes operaciones.
Sé que no debería ser así, y ojalá pudiéramos volver a ciertas épocas o tuviésemos la vergüenza de hacer como los estadounidenses, que cuando se deciden a traducir algo (lo cual sucede rara vez) lo hacen bien, lo pagan bien, escogen bien al traductor y, por tanto, le dan categoría de coautor.
Pero, mientras en España me encuentre, por ejemplo, con senderos que acortan el camino pero que sólo son empleados por un determinado grupo de personas, es decir, con "atajos de bribones", en lugar de "hatajos", o en catalán siga la costumbre ya instaurada de considerar que la conjunción "que" no existe, y que sólo se utiliza en catalán el pronombre "què", el nombre de esos traductores no figurará.
Descendiendo de lo general a lo concreto, en el caso de la novela que nos ocupa puedo decir que no está mal traducida. Sin embargo, en un par de ocasiones hay una palabra que es incomprensible en el contexto y que suena mucho, pero mucho, a que el traductor ha dejado el corrector del procesador de textos puesto. No es un gran pecado, pero muestra una cierta falta de profesionalidad. Todos los buenos profesionales saben que los correctores electrónicos se deben de emplear el mínimo, y sólo para localizar la típica errata tipográfica, y eso sólo después de haber revisado a fondo el texto a la antigua usanza.
Llámame exigente si quieres; yo creo que es ser un buen consumidor, es decir, buen lector.
Un abrazo!