Memorias de un Amante Sarnoso, de Groucho Marx

Que Groucho ha sido algo más que un actor de cine y un cómico es algo evidente para todos. Ha trascendido a categoría icónica, tanto visual como intelectual, y su legado, en la forma de un humor sarcástico, surreal a veces y siempre original e imprevisto sigue siendo una fuente de inteligencia y lección cómica.
Además era un gran escritor. Puede que esto parezca exagerado, pero hay que tener en cuenta que cuando una obra es releída una y otra vez sin que pierda su frescura, y sobre todo cuando se relee por el placer de hacerlo, entonces nos hallamos ante algo especial. Su gran éxito fueron sus memorias, Groucho y Yo, que algún día comentaremos, pero poco después Groucho seguía la estela y publicaba estas Memorias de un Amante Sarnoso, una serie de escritos variados, pero siempre en la onda marxiana.
Es difícil resumir las historias contenidas en este libro, porque tienen que ser leídas para ser reídas, pero baste una lista de sus partes principales, como son "L'amour como diversión", "El amor a través de las edades", "Ecos sociales de un proscrito de la sociedad", "Lo que sucedió a otros ocho tipejos" y "La filosofía marxista, según Groucho".
Para mi gusto, los mejores son los finales, tal vez porque los demás pueden parecer hoy día un poco años sesenta, pero lo cierto es que prefiero al Groucho que se introduce a sí mismo como personaje en las historias más que a ningún otro. Y así, esos ocho tipejos, que tienen todo el aspecto de ser anécdotas reales y vividas por el autor o alguno de sus amigos, como esa partida de naipes en Londres en la que Chico y harpo cazaron a un tahúr y lo dejaron esquilamdo mientras el pardillo, con la esperanza de recuperar el dinero, iba quemando los muebles en la chimenea para impedir que los dos Marx se fueran a casa con las ganancias debido al frío. O esa pensión de mala muerte (tan evocativa de los teatros de variedades de los años veinte y treinta) en la que el desayuno eran tamales, el almuerzo fríjoles y la cena carne con chili y café mexicano, un día tras otro. Y de cómo los hermanos Marx pudieron variar de dieta mediante el sacrificio de uno de ellos haciendo de galán de la hija de la propietaria; un cambio de dieta efímero, sin embargo...
O cuando habla de política. De un modo muy sui géneris, claro: «Aquel tipo gritó de repente: "¡Propongamos a Groucho Marx para la Vicepresidencia!" Naturalmente, me sentí aludido, y pregunté por qué había sido elegido para tal honor. "Porque el Vicepresidente, por lo general, nunca dice nada, y me ha parecido que esto podría ser una experiencia insólita para usted." Lo cierto es que he estado redactando unas notas acerca de lo que necesita el país [...]: En primer lugar, la nación precisa de un buen bocadillo de jamón. Me refiero al sencillo y anticuado (hoy en sesuso) bocadillo compuesto exclusivamente por jamón y pan, que fue una institución nacional hasta que los snack-bars, con su afición por las mezclas, lo echaron a perder para todos nosotros.»
Y muchas más, como todo el capítulo titulado "El paria de Hollywood soy yo". Siempre con una comicidad extrema, siempre con ese aprovechamiento de la situación ("Otro amigo mío (no creían que pudiera tener dos, ¿eh?) me dijo...") y la frase aguda y oportuna a punto de aparecer, para sorprender al lector.
Si quieren ustedes regalarse unos ratos inolvidables de buen humor, no dejen pasar la ocasión de leer estas supuestas memorias de, no un amante sarnoso, sino un cómico genial e irrepetible.

(Memoirs of a Mangy Lover)
Eds. Júcar, col. Biblioteca Júcar Narrativa
Gijón, 1978 [1963]

Reeditado en 2000 por Tusquets Editores
Portada y sinopsis

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2 comentarios:

Gustavo Solórzano-Alfaro dijo...

Una genialidad este libro. Yo me acabo de comprar un dvd con "A Night at the Races" y otros filmes.

Saludos

Lluís Salvador dijo...

Hola, Asterión:
Genial de verdad. Un día de estos releeré (por 15ª vez) Groucho y Yo...
Un saludo!