Le Pendu, de Jacques Brel
Del prematuramente desaparecido Jacques Brel se puede decir que es un icono de la chanson francesa (aunque él era belga), si bien muchas veces, cuando se pregunta por él, una buena parte de los interrogados sólo saben citar la canción Ne Me Quitte Pas. (He aquí un ejemplo de aquello que decía Umberto Eco al respecto de la sobreutilización de objetos culturales que son, con todo derecho, pertenecientes a la alta cultura, pero que por acumulación y vulgarización, acaban descendiendo grados en su valor. Yo mismo tuve que estar años sin escucharla para, al cabo del tiempo, poder volver a disfrutar de Ne Me Quitte Pas.)
Lo cierto es que Brel, cada día que pasa, y cada vez que se le escucha, se nos descubre como un poeta enorme, aparte de sus virtudes como cantante. Y queda todavía mucha gran poesía por descubrir desconocida por el gran público.
En el caso de este Le Pendu [El Ahorcado], que quedó inédito discográficamente hasta mucho después de su muerte, la sorpresa es enorme. Se trata de un poema musicado que evoca el estilo de la poesía de ahorcados de François Villon, pero uno que, además de tener un crescendo argumental impecable, está lleno de hallazgos felices: la utilización de todos los gestos de un ahorcado, la conversión de esos gestos en metáforas, la sensación de desolación, la concisión y la concentración de lo que se quiere decir en unos pocos versos, todo en suma hace una pequeña obra maestra sarcástica y negra.
Ya estoy harto
de balancearme
bajo mi cadalso,
bajo mi cadalso.
Ya estoy harto
del viento estival
que me balancea,
que me balancea.
Ya estoy harto
de ver a la mujer del mercero
que finge llorarme
mientras sonríe a los soldados.
¡Ella que decía:
Amo demasiado a mi mercero
para poder ser tu reina,
para que tú seas mi rey!
Ya estoy harto
de ver a los cuervos
que me vigilan,
que me vigilan.
Ya estoy harto
de ver a mis verdugos
que se adormecen,
que se adormecen.
Ya estoy harto
de ver a la mujer del mercero
que finge llorar
sonriendo a los soldados.
¡Ella que decía:
Amo demasiado a mi mercero
para poder ser tu reina,
para que tú seas mi rey!
Ya estoy harto
de sacarle la lengua
a mi pobre madre,
a mi pobre madre.
Ya estoy harto
de sacarle la lengua
a los ángeles negros
de Lucifer.
Ya estoy harto
de ver a la mujer del mercero
que finge rezar
mientras ríe con los soldados.
¡Ella que decía:
Mientras exista el mercero
no puedo hacer nada por nosotros,
no puedo hacer nada por ti!
Ya estoy harto
de estirar el cuello
hacia las nubes,
hacia las nubes.
Ya estoy harto
de estirar el cuello
hacia su rostro,
hacia su rostro.
Ya estoy harto
de ver a la mujer del mercero
que ya no hace ademán de fingir
y que se ofrece a los soldados.
¡Ella que decía:
Cuando habrás matado al mercero
te ofreceré el séptimo cielo,
y vedme ahora!
Ya estoy harto
de balancearme
bajo mi cadalso,
bajo mi cadalso.
¡Puede reventar
la mujer del mercero!
¡Me la pendula!
¡Me la pendula!
¡Me la pendula!
¡Me la pendula!
Y para que gocen del original, con la entonación que Brel le sabía dar, aquí la tienen:
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