El Taipiano, de William Somerset Maugham
Somerset Maugham parece haber desaparecido de los estantes de las librerías, cuando otrora fue uno de los autores más populares. Una lástima; sus relatos siguen siendo un prodigio de construcción y una permanente enseñanza de técnica narrativa, como este que nos ocupa.
En su original inglés, taipan no quiere decir otra cosa que "hombre rico", "potentado", y es una expresión proveniente del chino que se incorporó al lenguaje británico. El traductor parece haber buscado aquí una solución de compromiso y haber adaptado al castellano el término, con ese "taipiano" que, desde luego, no figura en el diccionario.
En fin. La historia es la de, precisamente, uno de esos potentados coloniales que vive en China, y bien satisfecho de hacerlo. Inglaterra le aburre, mantiene el más mínimo de los contactos con su familia inglesa, y en China es un hombre respetado y hasta temido. De hecho, es más poderoso que el cónsul inglés. Con estas reflexiones autocomplacientes, camina y cada vez va llegando más lejos en sus conclusiones. Ataja por el cementerio y va viendo las tumbas de personas que él conoció. Desde luego, no sólo ha triunfado en la vida, sino que además los ha sobrevivido. En sus propias palabras, "ha podido con todos".
Y entonces ve a dos coolies que excavan una tumba. ¿Para quién puede ser? Él, que lo sabe todo de la colonia, no tiene noticia de que haya muerto nadie.
Por descontado, el que se incluya esta historia en un libro de relatos de fantasmas proporciona una pista adicional al lector sobre el desenlace del cuento, cosa que, hay que resaltar, no ocurría en su publicación original.
El caso es que aquí descubrimos un efecto sutil de técnica narrativa empleado por Maugham: Todo lo que se ha dicho anteriormente, todas las afirmaciones satisfechas del taipan, sufren una retractación una a una conforme le va invadiendo la inquietud primero, la inseguridad después y finalmente el miedo. En su último monólogo interior, no quiere, bajo ningún concepto, morir en China, y desea fervorosamente volver a Inglaterra.
Es un efecto bien curioso, y hay que fijarse en él para descubrirlo en su gradualidad, pero es un efecto potente, porque sirve para ir incrementando la sensación de inseguridad del protagonista. Y una lección de buena construcción literaria. Además, Maugham, enfrentado ante la escritura de una historia de fantasmas, no se limitó a lo más manido, sino que introdujo el lugar fantasma, en este caso una tumba que sólo un hombre, el taipan, ha podido ver.
(Taipan)
En Historias de Fantasmas de la Literatura Inglesa II
Edhasa, col. Fantásticas
Barcelona, 1989 [1922]
Ed. de Michael Cox y R. A. Gilbert
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