Historia del Arte. Últimas Tendencias, de Lourdes Cirlot

FIRMA INVITADA: Susana Rizo

Uno puede plantarse ante “Verde sobre morado” de Rothko, o delante de “New York City 3” de Mondrian y hacerse muchas preguntas. Entre ellas si el artista le está tomando el pelo al espectador con esas tiras adhesivas que crean líneas, eso sí, perfectamente paralelas y perpendiculares, o superponiendo dos colores ─verde y marrón─ y llamar a un cuadro así, por muy bien combinado que esté el cuadrado verde, sobre el cuadrado morado. Y es lícito, de hecho, hacérselas.
Hace bastante tiempo, la que ahora les escribe a ustedes trabajó tratando de explicar al público qué significaban esas obras. Por qué se habían concebido así. Por qué tenían tanto valor. Qué representaban, en el caso de que representasen algo. Y en caso contrario, qué técnica había usado el artista para hacer su obra. Trataba, en definitiva, de explicar lo que tenían delante. Pero sobretodo, lo que consideraba fundamental para que el espectador no se me escapase en digresiones a menudo inútiles (yo misma lo reconozco), era tratar de que conectase, que no le fuera indiferente. Tenía recursos para ello. Uno que no fallaba era contar cosas sobre la vida de esos artistas. Manías y peculiaridades de cada uno (como algunos de ellos eran bastante excéntricos, la fórmula rara vez fallaba). También solía explicar el momento en que nació el estilo pictórico o escultórico que representaban, la circunstancia histórica, política o social que pudieron influir a tal o cual artista para hacer obras que si bien pudieran tener un resultado estético, también pueden tenerlo dudoso en cuanto a la dificultad en la ejecución.
Si tenía que explicar el “Papel arrugado con macha de tinta” de Tàpies, se supone que iba implícito en mi oficio el sentir alguna clase de reverencia porque, simplemente,  se trataba de un Tàpies. Pero a mi me sucedió una cosa. Yo no la sentía. Y no la transmitía al público que tenía delante. Es más, llegué a decirles que quizá Tàpies se reía de todos nosotros (poco después de aquello, justo después de ver expuesto un burro disecado colgando del techo, dejé mi trabajo de guía en el Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona) y que cada uno de nosotros estaba haciendo arte cada vez que, por ejemplo, se le caía un huevo al suelo. “Huevo estrellado en el suelo, nº 3”. “Juzguen ustedes mismos”, les decía. Y ante su cara de perplejidad, yo sonreía. ¿Cómo demonios iba a decir que había arte en una pared repleta de cucarachas de plástico, que ojo, seguramente valían un dineral, de Jaume Plensa? Díganmelo. Cómo demonios.
Pero me voy por las ramas.
Hubo algo que me salvó aquellos años para entender y conseguir todos esos recursos de los cuales les hablo y que, en ocasiones, dejaba encandilado a mí público. Y a mí, satisfecha por el trabajo bien hecho. Para tratar de entender no todo, porque era imposible. Pero sí una parte. Y eso que me salvó fueron los recuerdos que conservaba de mi último año en la facultad de Historia del Arte, con una de las mejores profesoras que he tenido. Doña Lourdes Cirlot. El libro que escribió, y que es del que os voy a hablar, “Últimas tendencias de arte”, fue mi guía. El lugar donde iba a encontrar respuestas, referencias. Pues allí, en ese libro, está todo.
El libro abarca el periodo de las segundas Vanguardias  (1942-1968) hasta las denominadas Tendencias Posmodernas (1968 hasta nuestros días). Desde el Informalismo, pasando por expresionismo abstracto, el Pop Art, Minimalismo, Arte cinético, happening, Arte Conceptual, Arte Póvera, hiperrealismo, neoexpresionismo germano, transvanguardia italiana hasta llega  a las últimas tendencias en pintura y escultura en Estados Unidos, Reino Unido y España. 
Se trata de un libro crítico. Muy detallado, ilustrado y muy bien explicado, fácil de leer, fácil de comprender. Con una introducción sobre la etapa en la que se gesta cada movimiento, los significados de cada uno de ellos, las técnicas que se usaban, base ideológica, representantes, análisis de sus principales obras, documentación tratada con esmero. 
Para todos aquellos que estén leyendo esto, sean aficionados, no se pierden una bienal en Venecia, o un ARCO en Madrid, este libro del que les hablo, es la guía. Absolutamente fundamental, pues pocas veces he visto en un libro tan breve, todas y cada una de las tendencias y movimientos que nacieron poco después de la segunda guerra mundial, hasta nuestros días, tan bien explicados, con los principales representantes de cada estilo, dentro de las numerosísimas tendencias que experimentó el arte después del movimiento expresionista germano. La frontera entre lo que es arte, y no lo es, es frágil en el arte contemporáneo pues otros son los que han decidido que algo sea considerado digno de admiración y de subastarse y exhibirse bajo un precio desorbitado, o que sea, literalmente, desechado, olvidado. No es el tiempo quien le pone un precio y un valor a una obra. Es la crítica. Alguien con credibilidad dijo que algo era bueno. Y de ahí, a la fama. Como la bañera oxidada de Beuys expuesta como un objeto de culto.
Ya lo dice la propia profesora en su libro. El eslogan de “Todo vale” hizo que se cayera en un peligro real en la posmodernidad del arte. Adelgazó las fronteras. Hubo tanta diversificación que resultó difícil establecer una pauta, diferenciar corrientes.  A veces ese mismo lema llevó a los artistas a pecar de falta de originalidad.
Recuerdo una instalación de Boltanski que consistía en cientos de cajas de metal apiladas formando una especie de caja enorme que se podía recorrer a través de un estrechísimo pasillo. Imagino lo que muchos espectadores pensarían al ver eso. Pero si yo les cuento a ustedes que esas cajas son un recuerdo del holocausto, que si tu entras dentro sentirás casi asfixia (así es cómo funcionaba esa instalación de hecho, había que recorrerla por dentro) y sentías clavarse en tu nuca las miradas de todas la fotografías de fallecidos sen campos de concentración al entrar allí, la cosa cambiaba. No eran cajas apiladas. Era un atentado a la tranquilidad en la que creemos vivir y estar a salvo.
Y esas cábalas me hallaba yo precisamente el otro día, paseando por el Thyssen, y contemplando un cuadro de Van Gogh que me parece estéticamente precioso por su combinación de colores, la textura que se llega a percibir. Yo allí veía arte. Y decidí que al final era muy sencillo. Hay cosas que son innegablemente buenas. Porque hay una técnica, un esfuerzo. Porque hay una perfección objetiva. No hay un azar. Y en el arte contemporáneo sucede que una obra le puede llegar a uno, o no llegar. Es subjetiva. Es un me gusta, o no me gusta.
Es algo que te remueve por dentro. Algo de lo que sigues hablando, o en lo que sigues pensando. Y no tiene por qué haberte generado buenas sensaciones. Goya no las generaba. Era una patada en mitad del alma “esto es lo verdadero”, decía él , que no tiene por qué coincidir con lo que a uno le gusta mirar. Las venus de Tiziano son ensoñaciones. Los garrotazos de Goya, reales. Quizá lo peor que le podría suceder a una obra de arte es la indiferencia del espectador.
No digo que sea necesario leer este libro para entrar en una galería de arte moderno. Porque de lo que se trata aquí es de contemplar sin prejuicios y dejar que fluya. Lo que no llega por los sentidos, a veces puede llegar a ser comprendido si se sitúan en su preciso contexto.  Entonces y solo entonces (especialmente si lo desligas de las instituciones siempre tan preocupadas por quedar bien y salir en las fotos, los poderes fácticos y monetarios que hay allí involucrados creando un teatro más falso que los duros a tres pesetas de Pla) puedes llegar a sentir en algún momento la magia de los neones de Merz. Las telas tristes y roídas del Arte Póvera de Italia. El baile que hay en las pinceladas de Sonia Delaunay. Los irresistibles colores vivos del Rothko. O la fuerza del dripping de Pollock. Puedes llegar a sentir la lluvia del “Temps de pluja” de Barceló.
Para todos aquellos que quieran saber más, entender el por qué de ciertas obras, acérquense a uno de esos informadores de sala (les aseguro que la mayoría de ellos lo están deseando). O háganse con este sencillo, más que interesante y práctico libro. Especialmente para los estudiantes de arte resulta sencillamente imprescindible. Cirlot tenía, y tiene, el don de transmitir y hacer que lo que pasaba desapercibido pudiera ser valorado, observado y considerado con otros ojos. La mirada limpia, y libre, para no negar primero. Hablo de esa mirada que solo poseemos de niños, y luego perdemos. Eso es lo que me enseñó. Y esa capacidad que tenía como profesora, está recogida en este libro. Incluso para alguien agnóstico como yo que pone en duda una gran parte del arte realizado después de los fauvistas, se convirtió aquellos años en libro de cabecera. 

Ed. Planeta, col. Historia Universal del Arte
Barcelona, 1994


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2 comentarios:

Anónimo dijo...

Hola Lluís,

Mucha ilusión ver este escrito en tu blog. Este libro creo que sigue siendo imprescindible para todos los amantes y curiosos del arte contemporáneo. Gracias por dejarme contarlo.

Un saludo, Susana

Lluís Salvador dijo...

Hola, Susana:
De nada. Y felicidades por la reseña. Informativa, ilustrativa y personal, que es como deben ser.
Un saludo!