Centauros del Desierto, de John Ford

SESIÓN MATINAL 

(The Searchers); 1956

Director: John Ford; Guión: Frank S. Nugent basado en la novela de Alan le May; Intérpretes: John Wayne (Ethan Edwards), Jeffrey Hunter (Martin Pawley), Natalie Wood (Debbie Edwards a los 15 años), Vera Miles (Laurie Jorgensen), Ward Bond (Reverendo capitán Samuel Johnston Clayton), John Qualen (Lars Jorgensen), Henry Brandon (Jefe Scar / Cicatriz), Antonio Moreno (Emilio Gabriel Fernández y Figueroa); Dir. de fotografía: Winton C. Hooch; Música: Max Steiner.

Centauros del Desierto es un ejemplo paradigmático de reevaluación de una película. Se estrenó como un western más de su director, incluso con algunas críticas negativas, pero en los años setenta los críticos empezaron a verlo con otros ojos, y llegaron a la conclusión de que, fílmica y temáticamente, era una de las mejores y más sutiles películas de John Ford. Esa ha quedado como la opinión prevalente, aunque gente como Pauline Kael, que es una excelente crítico que no se muerde la lengua, haya escrito que "podrán leer muchas cosas sobre esta película, pero creo que es desilusionante".
Lo de que se pueden leer muchas cosas sobre Centauros del Desierto es una verdad como un templo. Se han escrito, más allá de apreciaciones breves, estudios completos sobre ella. Y poca cosa puedo añadir yo. Desde la utilización de Monument Valley (con incursiones al Canadá para las escenas de nieve) como escenario, hasta los encuadres de la puerta, que parecen marcar la diferencia entre dos vidas, una, la salvaje y desarraigada del exterior y otra, la hogareña y estable, pacífica, del interior, en la cual el protagonista, Ethan, no puede entrar más que brevemente, estando por siempre condenado a vagar por el exterior.
Porque este personaje lo marca todo en esta película. No han pasado ni diez minutos de filme que ya sabemos mucho de él. Ha sido sargento de caballería de la Confederación (aunque, como se nos dice más tarde, ni se le vio durante la rendición ni después de la capitulación). Corrió el rumor de que los tres años transcurridos desde la derrota del Sur los pasó en California, pero él lo niega diciendo que no ha estado jamás allí ni piensa ir. Nos enteramos de que ha estado en México, por una condecoración maximilianista que regala a Debbie, y porque lleva "dobles águilas" de oro, moneda del México de Maximiliano. Luchando en qué bando queda sin descubrirse. Y percibimos que es más que seguro que estuviese enamorado de la que ahora es su cuñada, lo que introduce un pequeño elemento de tensión en las relaciones con su hermano. Y sabemos que odia a los indios y mestizos, aunque sólo tengan un cuarto de sangre india. Es mucho para un personaje, es una intensidad y un pathos desmesurado para un simple western. De hecho, es más propio de la épica clásica que no de un relato de frontera.
Resulta que, como el propio Ford se ocupó de mostrar en El Hombre que Mató a Liberty Valance, la epopeya del western es falsa, una construcción de una leyenda. Y es interesante comprobar que dos de los grandes westerns de Ford, La Diligencia y Centauros del Desierto, sean uno la trasposición de un muy europeo relato, Bola de Sebo, de Guy de Maupassant, y que el otro esté estructurado como si su modelo de referencia fuera una mezcla de la Ilíada y la Odisea.
La Búsqueda de Debbie, capturada por los comanches renegados del jefe Cicatriz, no es sino una especie de rescate de Helena; no se trata ya de salvarla, puesto que la convivencia con los comanches la ha convertido a los ojos de Ethan en alguien más allá de la remisión (aunque esa actitud cambiará al final), sino de rescatarla como venganza. La errabundia que emprenderán Ethan y Martin durante más de tres años tiene todo el aspecto del deambular de Odiseo por un Mediterráneo conocido pero agreste, sin poder llegar jamás a su casa, en este caso cumplir su misión, y durante este deambular sucederán episodios que son como las aventuras que narró Homero. Si lo vamos a mirar, hasta el asunto de los pretendientes está presente con el cortejo de la novia de Martin, que llega el mismo día de la boda para impedirla y castigar al pretendiente. Y, como en la Odisea, el final de la aventura no es el final del deambular de Ethan. Ha cumplido su misión, pero el descanso está fuera de cuestión, y se encamina de nuevo hacia el campo abierto, quien sabe en busca de qué esta vez, aunque uno sospecha que en busca de sí mismo.
Ford era muy consciente de todo ello, y así lo demuestra mediante el lenguaje cinematográfico, con encuadres, planos y movimientos de cámara.
Con todo ello compuso una auténtica épica, una que tiene más profundidad y alcance que cualquier otro western épico, y una que trasciende el mero hecho fílmico para convertirse en un uso de la narrativa clásica, para llevar un sentido de inmanencia de las gestas heroicas a la pantalla. Para, con toda sencillez aparente, hacer un clásico como pocos han habido.

Tráiler:

btemplates

2 comentarios:

Jordi Canal dijo...

Valdemar acaba de publicar la novela.
Ver: http://www.valdemar.com/product_info.php?products_id=676

Lluís Salvador dijo...

Hola, amigos de la mejor biblioteca de género negro de Catalunya, y gracias por la información. Los chicos de Valdemar siempre me sorprenden agradablemente...
Un saludo muy cordial!