He Aquí el Hombre, de Michael Moorcock

Michael Moorcock es uno de esos escritores rebeldes, experimentales, innovadores en la forma y en el fondo, que tuvieron que refugiarse bajo la etiqueta de la ciencia ficción en los años sesenta, setenta y principios de los ochenta, cuando en realidad eran literatos de propio derecho, algo que algunos, Moorcock entre ellos, ha podido demostrar dentro de la corriente general literaria poco después de esa fecha.
En el caso de He Aquí el Hombre, formalmente (¿cómo podría ser de otra manera?) ciencia ficción [Nota: esta reseña se refiere al relato, o más bien novela corta, de 1966; Moorcock amplió y profundizó el cuento para convertirlo en una novela del mismo título en 1970] el protagonista, Karl Glogauer, psicólogo jungiano frustrado, aficionado (como lo era el propio Jung) al ocultismo y lo paranormal, casi obsesionado por la persistencia, origen y significación del cristianismo, tiene la oportunidad de realizar un viaje temporal gracias a una máquina que ha construido un cliente de su librería ocultista. L emplea para desplazarse a la Palestina de la época de Cristo, con la intención de advertir a Jesús de su destino. Allí es recogido por una tribu esenia capitaneada por Juan el Bautista, y ya tiene dificultades para negar que es el enviado (los restos de la máquina y las ropas que llevaba no hacen sino corroborar su origen sobrenatural).
Viajando hasta Nazaret, descubre horrorizado a la familia de José el carpintero, de la estirpe de David, y en concreto a Jesús, un muchacho afecto de idiotismo. Consternado y moviéndose entre el pathos de la magnitud histórica y sus propias dudas, Glogauer empieza a tomar el lugar que la historia reservaba al nazareno hasta llegar a provocar su propia crucifixión.
El argumento no era nuevo ni siquiera en 1966, pero, moviéndose en la ciencia ficción más basal, se limitaba a la advertencia a Cristo de lo que le esperaba y a la bondadosa reconvención de éste al viajero temporal.
Moorcock, en cambio, va mucho más allá, y hay que destacar que en las setenta y pocas páginas de He Aquí el Hombre, introduce más sociología, psicología, teología, historia y erudición en general que algunos autores han puesto con posterioridad en el mismo tema en cuatro mil páginas. Y, por descontado, con gran calidad literaria. Un texto así no puede sostenerse por el escándalo que pueda provocar, sino que requiere una base más sólida, y esa es la enormidad de los mitos, y la curiosa paradoja de que mediante la desmitificación de los mismos (al fin y al cabo, Moorcock es especialista en antihéroes), se pueda reconstruir esa realidad mítica con la misma potencia, aunque con diversa visión.

(Behold the Man)
En El Libro de los Mártires
Producciones Editoriales, col. Star Books
Barcelona, 1980 [1966]

Texto en castellano de He Aquí el Hombre

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