El Festín de Babette, de Gabriel Axel

SESIÓN MATINAL 

(Babettes Gæstebud); 1987

Dirección: Gabriel Axel; Guión: Gabriel Axel, basado en un relato de Isak Dinesen; Intérpretes: Stéphane Audran (Babette Hersant), Jean-Philiippe Lafont (Achille Papin), Jarl Kulle (General Lorens Löwenhielm), Bibi Andersson (dama sueca), Bodil Kjer (Filippa), Birgitte Federspiel (Martine); Dir. de fotografía: Henning Kristiansen; Música: Per Norgard; Dir. artística: Sven Wichman.

Es curiosa la obsesión de los países nórdicos con la religión. Tal vez sea porque la luterana ha sido la religión oficial de estado durante siglos, pero el caso es que en muchas películas y novelas procedentes de Escandinavia, la religión tiene un papel importante en la trama.
En este caso es fundamental, porque lo que propone la película de Axel (inspirada en el relato de la perceptiva, perspicaz y estupenda Karen Blixen / Isak Dinesen) es la contraposición entre espíritu y cuerpo, y la conclusión de que hay muchas maneras de servir al primero.
A un pequeño pueblo de la costa de Jutlandia llega Babette, una francesa que huye de los estragos de la revuelta comunal de París, en la que ha perdido a su familia. Casi por caridad, las dos hijas del antiguo pastor de la localidad, un hombre estricto y genial a su manera que no permitió que sus hijas se casaran, puesto que eran sus dos manos en la obra de Dios, la emplean como criada y cocinera.
La llegada de Babette a la localidad supone una ínfima revolución. Las dos hermanas empiezan a ahorrar dinero, puesto que Babette sabe comprar, y la sopa que ambas hermanas dan a los ancianos de la localidad mejora sensiblemente. El caso es que la única ligazón de Babette con Fancia es un billete de lotería que su primo le renueva año a año. Y ese billete resulta premiado con 10.000 francos. Es mucho dinero, y todos suponen que babette abandonará Dinamarca para establecerse en cualquier lugar, pero antes de irse Babette pide a las hermanas un favor: organizar la cena de conmemoración del centenario del pastor.
Las hermanas conceden esa gracia, pero pronto, y ante la llegada de los suministros encargados por Babette, empiezan a temer que ese banquete se pueda convertir en una tentación de la gula que aparte del pensamiento y los corazones de los presentes las palabras y el espíritu del difunto predicador. Y así, toda la escasa parroquia se conjura para no comentar nada sobre la bebida o la comida durante la cena.
Pero sucede una cosa extraña: conforme va avanzando la cena, las rencillas que persistían entre los presentes en las austeras reuniones parroquiales se van suavizando, hasta desaparecer y terminar en una armonía como no se había visto en muchos años.
Y es que Babette ha dado un banquete regio, digno de la chef que era en París anteriormente, y un banquete en el que se ha gastado los 10.000 francos ganados a la lotería.
El argumento que les he señalado es completo, y no hay más secreto que la forma de narrarlo, delicada y emotiva, y las conclusiones que el espectador pueda extraer de este relato maravilloso muy bien llevado a la pantalla. Sigue siendo una de las películas imprescindibles en la gastronomía en el cine, pero es mucho más que eso. Y un verdadero placer contemplarla.

Tráiler:

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