Unfinished Portrait of the King of Pain by Van Gogh, de Ian McDonald

En ocasiones, un autor asume riesgos enormes a la hora de desarrollar una historia. Es el caso de Retrato Inacabado del Rey del Dolor por Van Gogh. No sólo el riesgo de hacer de un personaje real (y ciertamente conocido universalmente) el protagonista del relato, sino de meterlo en una situación fuera del ámbito que esperaríamos de él. Los que así proceden suelen emplear algo de humor en ello, a veces rayando en la parodia, pero en el caso del relato de MacDonald el tema es absolutamente serio.
Esa es otra dificultad, puesto que el tema hace que la historia se mueva peligrosamente hacia la fábula moralizante. Por fortuna el autor puede salvar la situación, pero en algunos momentos el relato se tambaleó sobre el abismo de lo facilón. Sin embargo, siempre admiro a los autores que asumen riesgos. Frente a aquellos que juegan a empatar, o que (empleando una imagen que me es grata) recorren el alambre a gatas, siempre tendré el máximo respeto por aquellos que se deciden por tomar el camino difícil y hacer funambulismos peligrosos.
El argumento de este relato no es fácil de resumir. Por supuesto, hallamos a Van Gogh en la Provenza, deslumbrado por el sol, soñando con fundar su colonia de artistas junto a Gauguin. Y en un día de fuerte mistral, se le aparece un individuo, en un paisaje imposible en medio de la campiña, quien le pide que pinte su retrato. Este individuo es el Rey del Dolor, un humano designado en un futuro dominado por las máquinas para ser la conciencia de aquellos que causan dolor a otros, mientras los ordenadores resuelven el dilema de cómo suprimir el dolor en la humanidad. Vincent empieza el retrato, que queda inacabado, pero eso no importa al Rey del Dolor; es una pena, pero él es lo bastante magnánimo como para recompensar al genio universal que será Van Gogh, de modo que le implanta un micromecanismo que elimina el dolor.
Van Gogh está abocado a la locura. No sólo porque le parece que todo lo vivido es irreal y fruto de una compulsión de su mente, sino porque, en efecto, no siente dolor, y en su lugar sólo percibe destellos de colores. La bendición de la supresión del dolor es una maldición, puesto que con él desaparece también el contraste de la alegría y la exaltación.
No voy a relatarles el final, aunque no es un relato fácil de encontrar; baste decir que el cuento, denso en su fondo, juega con elementos que en un principio parecen ajenos o superfluos. Por ejemplo, ¿por qué Van Gogh? La respuesta es porque Van Gogh fue el artista que más traspasó repetidas veces la tenue línea que separa la locura de la cordura, y también porque fue un artista que se relacionó con el dolor en carne propia y ajena, por ejemplo cuando fue evangelizador en las minas. Introduce el tema de la dominación de las máquinas, en este caso en teórico beneficio de la humanidad, pero tal vez lo hace precisamente porque la erradicación del dolor es la eliminación de un sentimiento humano, que las máquinas no pueden comprender. En ocasiones, repito, está a punto de caer en la mera fábula moralista, pero recupera el pulso y vuelve al terreno de las emociones abandonando las moralejas; si el mensaje resulta explícito, el camino para llegar a él no lo es tanto, de modo que la función literaria del relato queda salvada.
Y siendo un cuento extraño, mezcla de muchas cosas, también es un relato que muestra la capacidad de un narrador para mostrarse imaginativo y audaz y poner a prueba su arte.

En Demons & Dreams. The Best Fantasy and Horror 2
Legend / Random Century
Londres, 1990 [1988]
Ed. de Ellen Datlow y Terri Windling

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