Raíces Profundas, de George Stevens

SESIÓN MATINAL

(Shane); 1953

Director: George Stevens; Guión: A. B. Guthrie, basado en la novela de Jack Schaefer; Intérpretes: Alan Ladd (Shane), Jean Arthur (Marian Starrett), Van Heflin (Joe Starrett), Jack Palance (Jack Wilson), Brandon de Wilde (Joey Starrett), Ben Johnson (Chris Calloway), Edgar Buchanan (Fred Lewis), Emile Meyer (Rufus Ryker), Elisha Cook Jr (Stonewall Torrey), John Dierkes (Morgan Ryker); Dir. de fotografía: Loyal Griggs; Música: Victor Young.

Una pelícual que se ha revalorizado inmensamente en los últimos tiempos, hasta caer, para mi gusto, en la exageración. Porque calificarla de obra maestra sólo se puede entender si eso es por comparación con el cine que se produce en la actualidad.
Raíces Profundas no puede ser una obra maestra, en primer lugar porque adolece de la presencia de un niño actor que, con franqueza, resulta bastante cargante. Hitchcock ya dijo "nunca ruedes con perros, con niños ni con Charles Laughton", y aquí tenemos perro y niño, aunque el primero no sobreactúa como lo hace el segundo. Por otra parte, es demasiado larga par el tema que trata; y eso quiere decir que, planteado el inevitable conflicto, uno espera a que estalle demasiado tiempo como para que esto sea muestra de un ritmo perfecto.
Sin embargo, Shane es una muy buena película. De hecho, uno tiene la impresión de que los productores, el guionista y el director eran muy conscientes de lo que se traían entre manos (y de ahí una cierta solemnidad que perjudica algo al filme), que era nada menos que poner toda la épica del salvaje oeste en su inicio del crepúsculo aprovechando al mismo tiempo todos los tópicos (o tropos, si quieren) del mismo.
La historia es tan simple que cualquiera puede esbozarla: Un pistolero cansado, Shane, llega a un granja que está amenazada por el señor ganadero local, que reclama para sí pastos y paso libre. Cuando las amenazas e intimidaciones topan con la resistencia inesperada de Shane, que no se deja comprar, llama a un pistolero de Cheyenne para si es necesario forzar las cosas hasta un desenlace violento. Más una historia de tensión sexual no resuelta entre Shane y la esposa del granjero; y una historia de camaradería entre el pistolero arrepentido que es Shane y el hijo de los granjeros.
Como ven, todo muy elemental. Pero es el tratamiento el que importa aquí, y cuando adquiere el adecuado ritmo y se libra de interferencias, la película adopta una épica sencilla pero que impresiona por su intensidad. Gran trabajo del director, y una interpretación de Alan Ladd que le lanzó al estrellato (pese a ser uno de esos actores inexpresivos que Hollywood ha dado); e intensa interpretación de Jack Palance (que aún aparecía en los créditos como Walter Jack Palance), todo un epítome de la fría maldad.
Si tienen ocasión de verla, no lo duden. Contemplarán una buena película que además lleva temas como la inevitabilidad del destino de las personas, la imposibilidad de deshacerse del pasado y el fin de una época en el Oeste americano. Pero tampoco compren con facilidad esas opiniones de que se trata de una obra mestra.

Tráiler:

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