Desde Aquel Beso, de Sidney Lanfield

SESIÓN MATINAL 

(You'll Never Get Rich); 1941

Director: Sidney Lanfield; Guión: Michael Fessier, Ernest Pagano; Intérpretes: Fred Astaire (Robert Curtis), Rita Hayworth (Sheila Winthrop), Robert Benchley (Martin Cortland), John Hubbard (Capitán Tom Barton), Osa Massen (Sonya), Frieda Inescort (Sra. Julia Cortland), Guinn Williams (Kewpie Blain), Donald MacBride (Sargento mayor); Dir. de fotografía: Philip Tannura; Coreografía: Robert Alton; Música incidental: Morris Stoloff; Canciones, letra y música: Cole Porter.

Los musicales tienen sus normas propias. Para acceder a ellos, no es que haya que suspender la incredulidad, sino amoldarse a unos hechos que son implausibles, aceptar una historia las más de las veces increíble y esperar que no sea tan ridícula como para destrozar lo fundamental como son las canciones y el baile.
Por tanto, baste saber que Fred Astaire se mete, un poco involuntariamente, en un lío amoroso con Rita Hayworth, problema del que lo saca la orden de reclutamiento en el ejército (estamos en 1941 y Hollywood respondía a las necesidades políticas del país, incluso en los musicales); pero por supuesto acabarán reencontrándose. No sé si existe un final infeliz en algún musical de Hollywood, por lo menos de los producidos hasta los años setenta, pero por supuesto Nunca te Harás Rico (olvídense de esa tontería de título castellano) tiene un final felicísimo.
Lo que más destaca, además del siempre insuperable y no superado Fred Astaire, es la pareja que tiene en este film, Rita Hayworth. En cuestión de parejas, Ginger Rogers siempre ha estado mitificada. Para mi gusto, la mejor pareja de Fred ha sido Gene Kelly; después, un perchero; después, Cyd Charisse; y después, Rita Hayworth.
El primer baile de los dos es toda una declaración de intenciones: bailan al unísono, pero sin cogerse, y Rita lo hace con las piernas al aire, lo cual, aparte otras consideraciones, quiere decir que el baile de Rita es lo bastante bueno como para no tener que ocultar los pies. Y es que, en efecto, Rita Hayworth fue una sorpresa como bailarina, y se demostró como una de las mejores. En esta película tienen oportunidad de verla junto al mejor de todos, y les aseguro que, si un musical tiene la misión de aliviar las preocupaciones, éste lo consigue.


Tráiler:

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4 comentarios:

Black Arrow dijo...

Sobre un final distinto a los felices: ¿recuerdas el de West Side Story?

Saludos

Lluís Salvador dijo...

Hola, Black Arrow:
Pues claro... Y el final amargo de Cabaret, o el mortal de All That Jazz...
A lo que me refería era a los musicales clásicos de Hollywood; realmente hubiera sido una sorpresa uno en el que el protagonista no se quedara con la chica... :-)
De hecho, una de las claves de la modernidad en los musicales consiste en que, manteniendo esas convenciones propias (ya sabes: nadie se pone a cantar en medio de la calle para decir que su jefe es un déspota, por ejemplo), adquieren connotaciones realistas; y eso implica que no siempre el final sea feliz. De hecho implica que en la mayoría de ocasiones no lo sea.
Gracias por el aporte, que me ha permitido precisar algo sobre el tema.
Un saludo!

Black Arrow dijo...

Concuerdo con tu comentario

Aunque hay temáticas como la criminal, digamos, en Chicago u otro musical como el del barbero asesino en que no se puede sentir ninguna simpatía ni por lo contado así sea cantado.

O sea que me pongan un criminal cantando pues no me atrapa ni me interesa.

Puedo leer o ver en una pelícla sobre tal hecho delictivo pero me es repugnante que lo pongan o hagan como un musical.

Saludos

Lluís Salvador dijo...

Hola, Black Arrow:
Chicago es un musical extraño. Supongo que Fosse hubiera sacado mucho partido de él, pero, como dices, me parece, en primer lugar desigual, y en segundo falto de objetivo concreto. El argumento es un mero pretexto, y eso es renunciar a la opción teatral del musical. Hasta los musicales de Astaire tenían argumento definido, por tenue que fuera.
Y Sweeney Todd, musicado por Sondheim... Hay que entender un poco la mentalidad anglosajona. El personaje de Sweeney Todd es legendario, y puede (o puede que no) haber existido. El caso es que ha pasado al folklore popular, como Punch o (este sí existente) Jack el Destripador. Déjenselo a los ingleses, como dice Stephen King, que son amantes de esa tradición entre macabra y morbosa; hay que fijarse que celebran la fiesta de Guy Fawkes, un tipo al que ahorcaron y que quería volar el parlamento, a ser posible con los parlamentarios dentro; o que consideran una institución nacional la cámara de los horrores del museo de cera de Madame Tussaud. Que hicieran una obra de teatro que después fue musical no era sino un paso lógico. Como que hicieran una novela con un personaje tan bestia como La Ópera de Tres Peniques, que después adaptó Brecht, esta vez sí, para darle un toque social y de crítica e interrogarse sobre si todos los delincuentes están en los bajos fondos...
Un saludo!