Uno de los Desaparecidos, de Ambrose Bierce

En Uno de los Desaparecidos, relato de la serie "soldados" de Cuentos de Soldados y Civiles, percibimos todas las características fundamentales de la obra de Bierce. Un profundo desencanto, rayano en la desconfianza, del ser humano; lo cual no es ni mejor ni peor. El ser humano rara vez es angélico, y muchas veces demoníaco, de manera que no puede sorprendernos que esta última característica sea la que más se prodiga en las situaciones de guerra. Un humor negro, negrísimo, que se refleja en las situaciones y en su aparente inevitabilidad, incluyendo unas coincidencias que desembocan en drama. Y, tratándose de una guerra civil, la presencia siempre dolorosa de la guerra fraticida, llevada a su literalidad. O, si quieren ustedes, la disolución de todo vínculo, aunque sea familiar.
El relato completo lo pueden leer en los enlaces que figuran al pie de la entrada. Si lo hacen y comparan con otros de la serie, verán que este tiene una característica diferencial. Se trata de su situación de partida, que sí es propia de la invención literaria, a diferencia de algunos otros relatos en los que todo lo que se cuenta es plausible.
Jerome Searing parte de su campamento; se trata de un soldado muy especial, un explorador cualificado, uno de esos que se juegan el tipo averiguando dónde se halla el enemigo sin el respaldo de la seguridad que dan los número de sus compañeros. Avanza, se adentra en las líneas teóricamente enemigas y descubre que los sudistas ya no están allí. Esto podría trazarnos un relato plácido en este punto, pero aquí es donde la ironía de Bierce empieza a funcionar. Desde la casa en ruinas en la que se ha apostado, Searing es capaz de ver una gran extensión de terreno, incluyendo la columna en retirada sudista. Pero, en las otras líneas, un oficial de artillería desocupado lanza un cañonazo contra lo que cree un puesto de mando del ejército de Sherman; y falla estrepitosamente. Su obús va a parar a la cabaña en la que está Searing, que se despierta inmovilizado por los escombros. Y con algo que le parece un círculo negro bordeado de metal frente a él. En realidad, se trata de su propio fusil, que apunta directamente a su frente, y que amenaza con descargarse en cualquier momento y matarlo.
A partir de aquí, asistimos a un análisis del terror más propio del Poe de El Pozo y el Péndulo que de un relato de guerra. Una situación de tortura insoportable que tiene un final desesperado, y ácido, en tan sólo veintidós minutos de una espera que se hace tan insufrible para Searing que deja como ironía final este corto período de tiempo para lo que hubiera sido su rescate y este largo período de inmovilización y de amenaza que ha constituido su muerte.
No podemos mirar con simpatía a Searing: «levantó el gatillo de su fusil; con los ojos fijos en los distantes confederados, se preguntaba hacia dónde podría enviar su bala con la mayor posibilidad de hacer una viuda, o un huérfano, o una madre sin hijo (quizá los tres al mismo tiempo, porque este soldado raso, aunque hubiera rechazado varias veces su ascenso, no carecía de cierto género de ambición)». Una persona así no es precisamente alguien a quien podamos calificar como portadora de grandes valores humanos, aunque sin duda sería apreciada por cualquier mando militar. Y sin embargo, el sufrimiento que Searing padecerá poco después es tal que no podemos sino sentir compasión por su suerte. Esa es una de las grandes virtudes de Bierce. Tal vez la guerra haga salir lo peor de los seres humanos, o tal vez la guerra los haga así. Pero son parte de nosotros. Esta ironía amarga que Bierce vierte en todos sus relatos es la que le lleva a componer relatos tan maestros como Uno de los Desaparecidos.

(One of the Missing)
En Cuentos de Soldados y Civiles
Eds. Orión, col. Pruebas de Galera
Buenos Aires,  1975 [1888]

Texto en castellano de Uno de los Desaparecidos
Texto en inglés de One of the Missing

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