Un Día en Nueva York, de Gene Kelly y Stanley Donen
SESIÓN MATINAL
(On the Town); 1949
Director: Gene Kelly, Stanley Donen; Guión: Betty Comden, Adolph Green y el ballet Fancy Free de Leonard Bernstein; Intérpretes: Gene Kelly (Gabey), Frank Sinatra (Chip), Jules Munshin (Ozzie), Vera-Ellen (Ivy Smith), Betty Garrett (Brunhilde Esterhazy), Ann Miller (Claire Huddesen), Tom Dugan (Oficial Tracy, coche 44), Florence Bates (Madame Dilyovska), Alice Pearce (Lucy Schmeeler); Coreografía: Gene Kelly, Stanley Donen; Dir. de fotografía: Harold Rosson; Dir. musical: Lennie Hayton, Roger Edens; Canciones: varios autores.
Con los musicales, hay que tener siempre presente que tienen sus propias reglas. De tal modo que para verlos se hace necesaria una suspensión de la incredulidad muy amplia. No hay nada más atentatorio a la lógica que ver a una serie de gente conversando tranquilamente y que, de repente, se pongan todos a cantar y bailar, con la anuencia y hasta la participación de los transeúntes.
De manera que, cuando contemplamos una comedia musical, estamos haciendo un ejercicio de suspensión de todas las normas, una aceptación de clichés y adquirimos unas expectativas distintas a las que tenemos cuando vemos cualquier otro tipo de película.
Pero siguen habiendo normas, y éstas afectan a la calidad de la película. Nada pero que ver a unos actores que bailan desganados, unas coreografías forzadas o a malos cantantes interpretando piezas que les vienen anchas.
En el caso de Un Día en Nueva York, nada de eso existe. No sólo las coreografías, la música, las interpretaciones y todo lo que compone un musical es perfecto; es que toda la película destila una vitalidad y una alegría desbordantes, un entusiasmo por todo lo que en la película aparece, sea baile, canto, interpretación o comedia. Esa vitalidad es tan contagiosa que el espectador se siente trasladado a ella, y al final se ha contagiado de la misma alegría que destila el filme (un efecto sin duda buscado por todas las comedias musicales, pero que muy pocas han sido capaces de lograr).
Gene Kelly ya estaba probando (en una escena, justamente el ballet "Un Día en Nueva York") la conjunción de ballet clásico y moderno que llevaría un par de años después a su cima en Un Americano en París.Esa concepción moderna pero que tiene un cierto aire clasicista da un toque de atemporalidad que ha hecho que esta película sea una de las joyas más preciadas del cine musical de todos los tiempos.
Tráiler:
0 comentarios:
Publicar un comentario