Delicatessen, de Jean-Pierre Jeunet y Marc Caro

SESIÓN MATINAL

(Delicatessen); 1990

Director: Jean-Pierre Jeunet y Marc Caro; Guión: Jean-Pierre Jeunet y Marc Caro; Intérpretes: Dominique Pinon (Louison), Marie-Laure Dougnac (Julie Clapet), Jean-Claude Dreyfus (Clapet), Karin Viard (Señorita Plusse), Ticky Holgado (Marcel Tapioca), Anne-Marie Pisani (Señora Tapioca), Jacques Mathou (Roger); Dir. de fotografía: Darius Khondii; Música: Charles D'Alessio; Dir. artística: Marc Caro; Montaje: Hervé Schneid.

En el año 1990, cuando absolutamente todo el cine parecía moverse por caminos ya recorridos, una pareja de jóvenes realizadores franceses sacudió la taquilla y a los espectadores con esta comedia negra y surreal, que representó una bocanada de aire fresco y originalidad en un mercado cinematográfico estancado.
Basada en un argumento postapocalíptico, la gran ventaja de sus creadores fue su desvergüenza al incorporar elementos de todo lo posible para proporcionar una atmósfera propia, que fuera tan irreal como para resultar, paradójicamente, creíble. Así, hallamos elementos de la historieta humorística (aquí en España, alguien comparó esta película a una versión desmesurada y de ciencia-ficción de "13, Rue del Percebe", de Francisco Ibáñez), una decoración entre vintage y kitsch combinada con elementos del neorrealismo; las tramas más desmesuradas de la ciencia-ficción catastrofista; una salsa surrealista abundante pero sabiamente repartida, y elementos circenses.
Por si no la han visto, sólo les adelantaré de su argumento que en un arrabal de una ciudad francesa después de un apocalipsis, una casa vive dominada por el carnicero, que es además suministrador de carne para sus inquilinos, una carne que obtiene de los conserjes que va contratando. La llegada de Louison, una persona muy especial, trastocará este orden establecido y caníbal.
Hay que resaltar esa virtud de seguir adelante con lo que a primera vista parece ridículo o increíble. Es justamente el secreto que lo convierte en admisible para el espectador. El cine puede contar cualquier historia, pero no puede avergonzarse de contarla. A partir de ahí, depende de contarla bien para que sea buena. Jeunet y Caro la contaron tan bien que es una película que puede volverse a ver múltiples veces sin que su frescura disminuya.
Las críticas a su obra posterior han sido, principalmente, que eran nuevas visitas a este mundo desmesurado e imaginativo. Es discutible que esto sea un defecto, sobre todo cuando esos mismos críticos ponen el grito en el cielo cuando los cañones de un western no les resultan familiares. En cualquier caso, lo que muy pocos ponen en duda es la novedad y el avance que supuso Delicatessen.

Tráiler:

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