1280 Almas, de Jim Thompson

Si una máxima pudiera abarcar todo el microcosmos que encierra esta novela de Jim Thompson, sería la de "cuanto más corrupta es la sociedad, más corrupto es el individuo".
Una de las mejores novelas de su autor, y desde luego una de las mejores (y más brutales) del género, en apariencia tiene un planteamiento sencillo: Nick Corey, sheriff de una pequeña población del sur de los Estados Unidos, tenido por incompetente e inocentón, y algo idiota,incapaz de detener a nadie, cuando percibe que puede tener auténtica competencia para salir reelegido, empieza una escalada demoníaca de crímenes y manipulaciones de su entorno. Esto, en apariencia.
En realidad, Corey es un típico personaje de Thompson; un auténtico psicópata, alguien que se va convenciendo de que es el enviado de Dios a este infierno terrenal para destruir a aquellos que se lo merezcan y estén a su mismo nivel de poder o más abajo (puesto que él no puede nada contra los poderosos.
Si esto puede parecer la típica novela de asesino psicopático, hay que esperar a vernos introducidos en el mundo que rodea a Corey. Una esposa manipuladora, con un "hermano" retrasado mental, posible amante de ésta; ambos, creyendo que Corey es un simplón, intentan manipularlo, cuando en realidad Corey sólo espera su momento y su conveniencia para manipularlos a ellos. Una amante, Rose, con un marido brutal, que cree que cuando éste es asesinado por Corey puede tenerlo a su merced; unos macarras de prostitutas cuyas burlas y desprecios hacia el sheriff están aumentando. Un juez venal y político. Unas autoridades superiores y vecinas a Corey que lo consideran tan imbécil como el resto de la población (y hacen mal). Y, por descontado, una población, Potts County, que duda que el letrero a la entrada del pueblo, "1.280 almas", sea cierto, puesto que incluye a los negros en esa cifra.
Todos estos elementos, que se van desvelando poco a poco ante los lectores, hacen que se dé la razón a Thompson, hablando por boca de Casey, define el lugar como el infierno en la tierra. No es que simpaticemos con el sheriff, pero casi nos extraña que no opte por enviar a todo el pueblo a la muerte. Tal vez no lo hace porque 1.280 personas son muchas. Pero ganas no le faltan. Y motivos, sospecha el lector, tampoco.
¿Cómo ha llegado Corey a esta situación, a esta estructura mental? Ya no se trata de que esté loco. Tal vez, y esa es una premisa inquietante, sea el más cuerdo de los que le rodean, y el más listo de entre ellos. El caso es que Corey se ha dejado vejar, humillar, ha adquirido la personalidad que los demás han querido atribuirle. Ya sea por venganza o por despecho (al fin y al cabo, en la campaña para la reelección le piden que se haga respetar y empiece a hacer cumplir la ley), empezará a actuar como lo hacen sus semejantes. Manipulará como ha sido manipulado. Vejará como ha sido vejado. Y como el sheriff de una localidad vecina le dice, "si te pegan una patada, lo que tienes que hacer es devolvérsela el doble de fuerte".
Thompson, un escritor duro (tal vez el más duro de los escritores del género negro clásico), irreductible, sin un solo personaje con valores redimentes, describe una sociedad absolutamente perdida, endogámica, y tan malvada a nivel individual y colectivo que crea sus propias bestias. En este caso, una bestia que lleva la estrella de la ley prendida al pecho.
Leer 1280 Almas es como recibir un mazazo en la cabeza. En ocasiones, los hechos narrados superan con creces cualquier peor suposición que nos pudiésemos hacer. Pero lo que más impresiona de esta novela es que, por extrema que sea, queda la sospecha de que un entorno como el de Pottsville es perfectamente posible.

(Pop 1280)
Ed. Bruguera, col. Club del Misterio
Barcelona, 1981 [1964]

Existe reedición en RBA Libros

Portada y sinopsis

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