Vértigo, de Alfred Hitchcock

SESIÓN MATINAL 

(Vertigo); 1958

Director: Alfred Hitchcock; Guión: Alex Coppel, Samuel Taylor, basado en al novela D'Entre les Morts, de Pierre Boileau y Thomas Narcejac; Intérpretes: James Stewart (John "Scottie" Ferguson), Kim Novak (Madeleine Elster / Judy Barton), Barbara Bel Geddes (Midge Wood), Tom Helmore (Gavin Elster), Henry Jones (Forense); Dir. de fotografía: Robert Burks; Música: Bernard Herrmann; Dir. artística: Hal Pereira y Henry Bumstead.

Una de las obras maestras indiscutibles de Alfred Hitchcock (aunque cuando se estrenó, créanme, no fue considerada así), Vértigo nos presenta, tal vez (o sin el tal vez) una trama demasiado complicada y enrevesada, pero como siempre al maestro la trama le importaba lo justo; percibió desde el primer momento que aquí se trataba más de captar la pulsión psicológica de Scottie Ferguson, interpretado por James Stewart, una pulsión que raya en obsesión y casi se adentra en la psicopatía.
Scottie es un policía retirado aquejado de vértigo (que hoy llamamos acrofobia) al que un amigo contrata para que vigile discretamente a su esposa, que tiene la obsesión de estar poseída por el espíritu de una antigua dama española. Este seguimiento vigilante no hace sino que Scottie se enamore de Madeleine, un amor truncado cuando no puede evitar que se suicide; el hecho de que haya sido su vértigo el que haya impedido a Scottie evitar el suicidio sume en una profunda depresión al detective.
Un tiempo después Scottie se encuentra por la calle con Judy Barton, de un asombroso parecido con Madeleine. Tras abordarla, Scottie empieza un juego peligroso: transformar a Judy en Madeleine. Por supuesto, los espectadores sabemos que ambas son la misma persona, y que Judy / Madeleine ama a Scottie, por lo que todo este proceso obsesivo lo contemplamos con intensa preocupación; Judy se deja hacer por amor a Scottie, pero todos sabemos que cuando la transformación sea de verdad completa la tensión acumulada entre los dos (tres) personajes se desatará con terribles consecuencias.
Todo en esta película está hecho para realzar la obsesión: el frecuentar los mismos lugares, la hipnótica y magistral música de Bernard Herrmann, la secuencia onírica, debida al gran Saul Bass, la minuciosa dirección de Hitchcock, la fotografía de Robert Burks.
Una de las películas más noir de Hitchcock, irónicamente rodada en tecnicolor, esta ceremonia de destrucción, tanto del propio Scottie para consigo mismo como la de Judy en su disolución en Madeleine es una de las más bellas rodadas jamás. Y jamás se ha conseguido que un tema tan escabroso, tan tenso, haya sido rodado con tanta sutileza como Hitchcock logró con Vértigo.

Tráiler:


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