Diable, un Perro (Bâtard), de Jack London
Probablemente el autor que más ha tratado a los perros en su narrativa (dejando aparte perros maravilla como Lassie o Rin-Tin-Tin) haya sido Jack London. En consonancia con sus narraciones, los perros de London siempre son agrestes, y aunque su relación con los humanos suele ser homologable a la de cualquier animal doméstico, pero puesta en un ambiente de frontera con lo salvaje, ciertamente esta geografía los hace más independientes y más basales en sus reacciones. Como los humanos que conocen, por otra parte: tramperos, aventureros en el Pacífico, buscadores de oro, etc.
El caso de Diable, o Diablo (una precisión, aquí: Diable ─A Dog fue el primer título de este relato, publicado en 1902 en la revista Cosmopolitan, pero en ediciones posteriores London cambió el título, y por tanto el nombre del animal, al de Bâtard, Bastardo), decíamos pues que en el caso de Diable, la relación que le une con su amo es la de puro odio, un odio que es mutuo, por otra parte.
Diable es hijo de un lobo y de una perra esquimal, y ya de cachorro muestra que su herencia lobuna es dominante. Sin embargo, London sabe muy bien lo que nos va a relatar. Se apresura a decir que Diable bien podría haberse convertido en un perro de trineo como cualquier otro, tal vez el mejor, pero es la relación con su amo la que lo va a cambiar.
Diable muerde la mano de cualquiera que intente tocarlo, pero eso es porque desconoce lo que es una caricia, y ante esa falta de malicia no podemos precisamente juzgarlo como un mal perro (y en eso los paralelismos con los seres humanos son constantes: Diable no ha recibido nunca amor, sólo odio, y eso lo ha convertido en lo que es; de la misma manera, hay hombres así, parece decirnos). No, el odio que Diable siente está dirigido a un único ser, y es a su amo, Black Leclère.
Lo inusitado del tema es que esta relación se sostenga precisamente por ese sentimiento de odio mutuo. Leclère ha tenido ocasión de vender al perro, pero siempre ha preferido quedárselo para "poder matarlo él mismo".
London es excelente en su narración, que es intensa y que, detalle a detalle, va marcando el camino hacia una tragedia inesperada para el lector (y que no revelaré; pueden ustedes leer el relato en los enlaces que figuran al pie de esta reseña). ¿Y en cuanto a la moral? Me temo que cada lector tendrá que buscar la suya propia. Pese al odio, Diable está constreñido a comportarse como lo hace. Su único mundo ha sido el de la violencia y el del castigo, a veces injustificado, y eso le ha hecho violento y, sobre todo, ha fijado en él un odio no hacia el "jefe" de la manada (Leclère), sino que sospechamos hacia el hombre del que tal vez esperó algo alguna vez y sólo le dio dolor y humillación. Pero Leclère es alguien que escoge voluntariamente el odio, y focalizarlo en Diable. En este sentido, el hombre sería más salvaje que el pero. Pero tal vez también a Leclère el mundo le ha hecho así. Tal vez necesita de Diable, de su odio, para mantener la tensión, sentirse amenazado y en peligro continuamente, porque en el mundo en el que vive relajarse puede significar morir.
En cualquier caso, con moraleja o sin ella, el relato es arrebatador por la intensidad de los sentimientos que London sabe transmitir. Los del hombre, sí, pero no menos importantes los del propio Diable, un personaje que sólo dispone de la mímica para hacernos llegar su mensaje y que sin embargo consigue erigirse en una personaje enorme y omnipresente en su amenaza, pero también en su tragedia.
(Diable ─ A Dog)
En Amor a la Vida
Ed. Akal, col Akal Bolsillo
Madrid, 1981 [1902]
Texto en inglés de Diable - a Dog
Texto en castellano de Diable, un Perro
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