El Lobo, de Guy de Maupassant

Guy de Maupassant es, de entre la tripleta de grandes realistas franceses (los otros son Zola y Flaubert), el menos conocido actualmente. (Hace poco, tuve la esperanza de que la adaptación cinematográfica de Bel Ami remediara en parte esta situación, pero la película fue un desastre, y mejor que el nombre de Maupassant no se asocie demasiado con ella.) Y es una lástima, porque su obra es enormemente variada y rica, y el lector que se acerca a ella esperando encontrarse con una muestra más del realismo decimonónico no tarda en descubrir a un escritor tremendamente intenso, vital y detallista, y que se mueve con una soltura pasmosa en la novela realista, romántica, social, de viajes o erótica.
También se movió en el campo del terror, y hay que destacar que, habiendo muerto loco en el manicomio de Auteuil, y siendo consciente de los síntomas de su locura, sus relatos que tocan este tema son tremendamente vívidos, como no podía ser de otra manera en un escritor realista, y pueden anotarse casi en la literatura de la experiencia; gran parte de las muestras de locura y las alucinaciones que se reflejan en sus cuentos debió vivirlas en la realidad.
De todas maneras, y aunque la colección de cuentos de la que he tomado este relato así parece indicarlo, El Lobo no tiene nada de fantástico, aparte de la mención a la bendición de una bala, una referencia a la leyenda del loup-garou, pero que por sí sola no justifica la inclusión en la literatura de terror.
El relato lo pueden leer en los enlaces que encontrarán al pie de esta reseña. Por introducirles en la historia, se trata de una narración en la que se cuenta la peripecia de dos hermanos, nobles, que han estado soportando que un lobo enorme, gris blancuzco, haya hecho estragos en la comarca, e incluso haya entrado en sus porquerizas y matado a sus mejores cerdos, lo cual toman como una afrenta casi personal.
Emprenden entonces la caza de la bestia, y en esto consiste la narración, que incluye un giro trágico que, sin embargo, es el motor del final de la historia.
Cosa sencilla de narrar, y narrada de hecho muchas veces. Pero durante su lectura observarán ese intenso detalle que Maupassant imprime a sus historias, y que hace que no sólo resulten creíbles, sino que se presenten ante nuestros ojos. Y, por otra parte, ese detalle añade una intensidad inusual a un relato que, de no ser así, sería una simple anécdota. Esa intensidad Maupassant fue capaz de lograrla muchas veces, en una demostración de un arte que no se puede aprender en las escuelas de escritura. Cuando la frase final, «es hermoso sentir pasiones como esta», es pronunciada, el lector no puede sino estar de acuerdo, y tal vez Maupassant era muy consciente de lo que hacía cuando escribía: retratar pasiones. Y pocos lo han hecho como él.

(Le Loup)
En Cuentos Fantásticos
Ed. La Mandrágora, Serie Fantástica
Buenos Aires, 1975 [1882]

Texto en castellano de El Lobo
Texto en francés de Le Loup

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