Yzur, de Leopoldo Lugones

Dice Borges: «Es evidente que sufrió el influjo de Edgar Allan Poe y de Wells, pero esos textos estaban al alcance de todos y sólo Lugones escribió Yzur».
Sólo Lugones, en efecto, logró seguir a los maestros fundadores de los géneros y aportar en este relato un final tan desgarrador,  tan emotivo, tan preciso en su objetivo y en su logro como para construir un cuento que hace que se le tenga que considerar imprescindible.
Lugones, cuya biografía e intereses son inabarcables, se ve perjudicado en su obra por el hecho de que era un pionero que escribía cuando el género (casi cualquier género: el fantástico, el terror, la ciencia ficción, el realismo mágico) apenas tenía sus cimientos puestos y luchaba por encontrar su forma estilística. Así, muchas veces se detiene en prolijas explicaciones científicas, muy del gusto para la época, con el objetivo de la "verosimilitud". Aun así, sus relatos tienen la potencia a veces del genio, a veces de la inventiva, a veces de la poética.
Se hace más atemporal en los cuentos que prescinden de estos artificios y se mueven en lo mítico, lo legendario, lo telúrico indígena o lo bíblico.
En Yzur (que pueden ustedes leer completo en el enlace al pie de esta reseña), la frase rectora del relato es «Los monos fueron hombres que por una u otra razón dejaron de hablar». Con ese inquietante (pero estimulante) supuesto, encontramos a un hombre que se esfuerza por enseñar al chimpancé Yzur a recuperar el habla. Las explicaciones técnicas de las que les hablaba están presentes, pero sea por el tema, sea porque, en el fondo, son totalmente comprensibles (¿quién no ha enseñado a hablar a un niño?), en este caso no perturban la marcha argumental, sino que contribuyen a marcar el paso del tiempo en el aprendizaje de Yzur.
Dice Borges que el estilo utilizado tiene una "deliberada sequedad no exenta de contenida pasión". Tiene razón, pero yo acentuaría el hecho de que esa pasión contenida se desata llegado un punto del relato, cuando el investigador tiene noticia de que Yzur habla, pero a solas. A partir de entonces empieza la auténtica escalada de emociones que culminan en un final perfecto.
Muchas interpretaciones se pueden dar a ese final. Yo me quedo con la íntima de asistir a un clímax, a la vez triunfo y supremo fracaso, a un momento de comunión que es premio y castigo (castigo eterno, me gusta pensar) para el investigador. A un momento en el que el protagonista ya no es el científico, sino el lector, cualquier lector.

En La Estatua de Sal
Eds. Siruela, col. Biblioteca de Babel
Madrid, 1985 [1906]
Selección y prólogo de Jorge Luis Borges

Texto completo de Yzur

btemplates

2 comentarios:

Peke dijo...

Es tristísimo.

Lluís Salvador dijo...

Hola, Peke:
Desgarrador, como digo. Es uno de los relatos que más impresionan de Lugones, si no el que más; desde luego, queda en la memoria.
Y, considerado desde el punto de vista de creación literaria, es uno que admira, porque esa frase final es tan justa, tan precisa, tan adecuada a cómo debe terminar el relato y a lo que quiere transmitir, que no puede sino ser calificada como maestra. Ninguna otra podría haber causado ese efecto en el lector y rematar así el relato.
Un saludo!