El Submarino, de Clifford Ashdown (Richard Austin Freeman)

Sé que para hablar de los rivales de Sherlock Holmes, volumen del cual procede este relato, antes hubiera debido ocuparme del habitante del 221b de Baker Street; bueno, prometo enmendarme y hacerlo en un futuro, aunque casi nadie requiere la recomendación de este reseñista para descubrir y/o disfrutar de las historias de Conan Doyle.
El escritor Richard Austin Freeman, que empleó para algunas de sus obras el pseudónimo Clifford Ashdown, reclamaba para sí la paternidad de la historia inversa de detectives; estamos en los subgéneros de los subgéneros de los géneros aquí, y él la definía como aquella que plantea el crimen, incluso el autor del mismo, desde las primeras páginas, siendo el resto el esfuerzo del detective por descubrir al culpable. Doctores tendrá esta particular iglesia criminal para determinar si eso es cierto o no.
Reivindicaciones aparte, sus relatos, poco conocidos hoy en día, tienen cierto atractivo, que comparten con los del mucho más aventajado Conan Doyle. Sus ambientes son muy reales, casi siempre el Londres de la época, un Londres que es posible visitar y "sentir". Sus detectives son originales. Los crímenes, los que era posible esperar en la época en la que se vivía en el postvictorianismo y se entraba en el siglo XX. Sus resoluciones tienen mérito. Tal vez carecen del toque del genio, ese que ha convertido a Sherlock Holmes en un arquetipo tan potente que resulta una figura mítica incluso para aquellos que no han leído sus historias, no han visto las películas o series y no tienen otra referencia que las indirectas.
En el caso de El Submarino [es extraña la obsesión de la época por la navegación submarina y por su uso como arma total, un tema que merecería un estudio] el argumento se lo pueden imaginar. El protagonista sorprende una conversación en la cual un delineante de los astilleros ofrece vender los planos del submarino británico, en este caso no a una innominada potencia europea, como suele ser en estos casos, sino a los franceses.
Por mucho que el tema ya sea hoy reurrente, el tratamiento no lo es. El protagonista, Romney Pringle (residencia en el 33, Furnival's Inn (a la izquierda conforme se entra viniendo de Holborn)), que gusta de disfrazarse, tiene como tapadera común la de agente literario. Se trata de un total amateur, que trabaja sin contacto con Scotland Yard y que es hombre de recursos. El mismo hecho de cómo descubre este complot, en un restaurante francés del Soho, haciéndose pasar por inglés que no sabe ni una palabra de francés y escuchando por pura vocación las conversaciones de la mesa vecina, ya tiene un punto de autoparodia que resulta saludable.
Por desgracia para Pringle, pocos días después tropieza con un francés que le pide una dirección y él se la da en francés, mientras un poco más lejos está el agregado naval que estaba en el restaurante (no precisamente la escena más creíble del mundo criminal, pero en fin, alguna concesión hay que hacer).
A partir de entonces se organiza un seguimiento de Pringle que puede poner en peligro su vida, y en estas páginas que suceden en Londres es donde Ashdown se luce; yo he estado en Londres, y puedo trazar estos pasos de la persecución como si las viviera.
Pero este seguimiento compromete el plan que Pringle tiene para frustrar la entrega de los planos, y se necesitará mucho ingenio y habilidad para poder llevarla a cabo. El final es sorprendente.
Como historia detectivesca, de esas que alguien ha denominado "de la época de la luz de gas", no alcanza a las grandes historias de Sherlock Holmes, por descontado. Pero no desmerece ni en intención ni en realización y originalidad ese particular subgénero de los detectives amateurs londinenses, algo que es más difícil de lo que se cree.

(The Submarine Boat)
En Los Rivales de Sherlock Holmes, vol. 1
Barral Editores, col. Ediciones de Bolsillo Serie Negra Policial
Barcelona, 1975 [1902]
Ed. de Hugh Greene

Texto en inglés de The Submarine Boat

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