Con Legítimo Orgullo, de Julio Cortázar
La ironía es parte integrante de muchos de los textos de Cortázar. Y cuando se trata de política, más. En este caso, la ironía se centra en los mecanismos de control del individuo y en el engaño colectivo de la sociedad, que hace cosas pensando que sireven para algo, cuando en realidad tienen un fin muy distinto.
El día después de la festividad de difuntos, toda una nación se pone a barrer las hojas caídas de los árboles. Cuando decimos toda, queremos decir toda. Hombres, mujeres, niños, ancianos, todos participan en este ritual estrambótico, que se vuelve cada vez más extraño cuando vamos descubriendo que es el gobierno quien distribuye las tareas, y otorga una tarjeta de cumplimiento de este deber cívico, que es controlado por las autoridades y cuyo incumplimiento o ineficiencia conlleva castigos como el de ser enviado a las selvas del norte. La extrañeza crece cuando se nos desvela que el método no es el de pillar una escoba, barrer y recoger las hojas, sino que se emplean mangostas, que atacan las hojas caídas rociadas previamente con esencia de serpiente... Y el relato se va haciendo cada vez más estrambótico, más irreal dentro de una realidad plausible, y más cuando descubrimos que, según el gobierno, las expediciones al norte son para recolectar esa esencia de serpiente, pero que esas selvas no son precisamente las del país en cuestión, sino las del vecino, que no se muestra muy de acuerdo en esa intrusión territorial.
El relato completo lo pueden leer en el enlace al pie de esta reseña. Comprobarán así que lo que parece una humorada (y lo es: una humorada sangrante en su sarcasmo, en su sátira de los métodos de control social) va desembocando cada vez más en una fábula sobre el material y las motivaciones con las que se hacen las guerras. Porque en definitiva, el lector avisado descubrirá que todo ello no es sino una excusa para justificar ante la población y a la vez mantenerla ignorante de que el auténtico motivo es un conflicto territorial.
A partir de aquí, sólo cabe hacer una lectura poliédrica del relato, parándose en la ironía y el humorismo de la situación, pero a la vez aceptar la invitación a pensar que nos hace Cortázar sobre si los motivos de cualquier cosa propuesta por los estados (el mismo Cortázar hubiera escrito Hestado, quizá) son reales o sólo una ficción absurda para el adormecimiento de conciencias. En este sentido, es programática la frase inicial del relto: «Ninguno de nosotros recuerda el texto de la ley que obliga a recoger las hojas secas, pero estamos convencidos de que a nadie se le ocurriría que puede dejar de recogerlas».
En Los Relatos 1.Ritos
Alianza Ed., Col. El Libro de Bolsillo
Madrid, 1976 [1967]
Originalmente integrante de La Vuelta al Día en Ochenta Mundos
Texto de Con Legítimo Orgullo
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