La Mujer Alta, de Pedro Antonio de Alarcón

Pedro Antonio de Alarcón fue uno de los pocos cultivadores del género fantástico en España durante el siglo XIX. En efecto, dentro de ese magro panorama en el cual se encuentran un puñado de autores y de relatos, Alarcón destacó por ser el primer escritor de habla hispana que se ocupó de Edgar Allan Poe y porque sus incursiones en el género (unas incursiones a veces muy peculiares, como veremos) fueron afortunadas y no meros pastiches.
En La Mujer Alta nos encontramos con un relato que parece en la línea de las historias de fantasmas inglesas con elementos de imaginería del más puro estilo Poe, pero con una figura que es creación propia de Alarcón. En efecto, muchas veces el fantástico español de la época se basó en leyendas medievales, consejas populares, figuras del folklore, etc. No aquí, donde no sólo el autor nos sitúa en el espacio contemporáneo, sino que inventa una figura que, si bien tiene reminiscencias con otras presentes en la imaginería tradicional, como las portadoras de muerte, o las aojadoras, tanto por forma como por estilo es completamente creación de Alarcón.
La historia (que pueden ustedes leer en el enlace al pie de la reseña) es la de un amigo del narrador que se encontró un día con una mujer muy alta, de aspecto tétrico: «Lo primero que me chocó en aquella que denominaré mujer fue su elevadísima talla y la anchura de sus descarnados hombros; luego, la redondez y fijeza de sus marchitos ojos de búho, la enormidad de su saliente nariz y la gran mella central de su dentadura, que convertía su boca en una especie de oscuro agujero, y por último, su traje de mozuela del Avapiés, el pañolito nuevo de algodón que llevaba a la cabeza, atado debajo de la barba, y un diminuto abanico abierto que tenía en la mano, y con el cual se cubría, afectando pudor, el centro del talle.»
No se puede negar que es una descripción atrevida en un género que suele operar más por lo no visto que por lo mostrado. Y es una que acepta un riesgo, como es el diluir el efecto terrorífico. Sin embargo, Alarcón maneja la situación con maestría (para la época, claro), y hace de este ser descrito un vehículo de inquietud. Puesto que esta presencia que parece seguir al protagonista no anuncia sino desgracias en forma de muerte de los seres queridos del que parece ser enemigo de la mujer.
Como relato de género es notable. Como relato además enclavado en una tradición tan realista como es la española, es inusitadamente eficaz. Como creación de un ser sobrenatural propio, es un hallazgo. En cualquier caso, es uno de los mejores relatos de fantasmas españoles del siglo XIX, uno que merece entrar con honores en las antologías del género.

En Narraciones Inverosímiles
Ed. Bruguera, col. Libro Amigo
Barcelona, 1982 [1881]

Texto de La Mujer Alta

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4 comentarios:

Alberto Ripoll dijo...

¡Qué cosas! Hace un par de días leí este relato. Es de lo poquito de terror (de miedo, como lo define De Alarcón) que tenemos entre nuestros clásicos; además de Becquer, Carrere y algún otro. Igualmente buenas son "El clavo" y "El amigo de la muerte" (que no el novio). Recomiendo muchísimo sus "Historietas nacionales".
Alberto.

Lluís Salvador dijo...

Hola, Alberto:
Bueno, estas serendipias pasan. Y, en efecto, el panorama de la literatura de terror y fantasía española hasta bien entrado el siglo XX es desolador. Los que citas y esa rareza que fue la "Galería Fúnebre de Espectros y Sombras Ensangrentadas", de Agustín Pérez Zaragoza. Y que hayan pasado a los cánones, sólo Alarcón y Bécquer. Siempre lamento que a Carrere no se le preste la debida atención.
Gracias por el aporte, y un saludo!

Anónimo dijo...

Estoy empezando ahora con este autor y no creo que exista un cuento mas breve y a la vez tan... atractivo. La verdad es que si sabemos como venderselo a los jóvenes será mucho mas fácil. Claro que no siempre es tan fácil como parece.
Un saludo

Lluís Salvador dijo...

Hola, Anónimo:
A los jóvenes, perpetuamente aburridos por los textos obligatorios, sólo hay una manera de llevarlos a la literatura y es precisamente con textos como estos. Pero claro, todavía existe la idea de la sacralidad de la literatura, el desprecio a los géneros, etc. Pese a que Umberto Eco ya los reivindicó en 1967 y pese a que es la literatura de consumo dominante. Y lo curioso es que esta literatura de consumo tiene unos antecedentes literarios magníficos, tal vez no tanto españoles (aunque los hay), pero sí universales... En fin...
Gracias por el comentario, y un saludo muy cordial!