Los Sudarios No Tienen Bolsillos, de Horace McCoy

Horace McCoy es más conocido por ser el autor de ¿Acaso no Matan a los Caballos?, que dio origen a una película que en España se tituló Danzad, Danzad, Malditos. El resto de su obra es poco conocida, pero esa novela ya le proporcionó fama como escritor del género negro, y también reputación como un crítico social terrible.
Con Los Sudarios No Tienen Bolsillos nos encontramos en la misma situación, sólo que incrementada al cubo; buena prueba de ello es que esta novela no fue publicada en Estados Unidos hasta once años después y en una versión suavizada.
Su protagonista es Mike Dolan, un reportero, lo cual nos remite al oficio que el propio McCoy realizó, de modo que el lector puede sospechar con bastante justicia que lo que se relata tiene muchos visos de ser realidad.
Por descontado, sucede en una ciudad inventada, y Dolan acaba de recibir la enésima reprimenda por parte del director de su periódico al respecto de una noticia demasiado "comprometida" como para poder publicarse. Lo comprometedor de la noticia es que puede disgustar a los anunciantes, de modo que, explica el director, llevar un periódico consiste en trazar una línea diplomática con los que pueden sostenerlo. Que, por descontado, no son los lectores.
Dolan está harto de esta situación, de modo que se lanza de cabeza: presenta su dimisión, obtiene dinero prestado y lanza un semanario al estilo del New Yorker. Es un plan ambicioso, y arriesgado, sobre todo si tenemos en cuenta que el primer número lleva un reportaje sobre la corrupción en la liga de béisbol. Pero si Dolan no se gana precisamente simpatías con su revista, pocos números después obtiene un enemigo declarado: denuncia a un médico abortista, hermano de uno de los principales de la ciudad. De hecho, éste intenta que la revista no llegue al público secuestrándola (no judicialmente, sino a pura fuerza de matones a sueldo). Sin embargo, la denuncia está bien fundada y testificada, y el médico se suicida.
Todo ello hace incrementar las ventas, pero pone en el disparadero a Dolan y a sus pocos redactores, Ed Bishop, un buen periodista de tendencias comunistas y Myra, una misteriosa chica, medio conciencia de Dolan medio enamorada de él.
Y la cuerda, que el intrépido Dolan está ya tensando demasiado en una ciudad de provincias, se rompe cuando investiga al grupo de los Cruzados, un conjunto de fanáticos encapuchados muy al estilo del Klan.
El hecho de que esta novela tardara tanto en publicarse en su país natal se explica por su mismo texto. No debía ser fácil que los editores encontraran de su gusto una denuncia tan clara sobre la prensa y quién la controla (y la sigue controlando hoy, señores; el dinero sigue mandando sobre la independencia), combinado con ciertos temas que eran incómodos y que, en la mayoría del territorio, existían realmente pero no se denunciaban o perseguían.
La función de establecer la medida de una sociedad en un momento dado, McCoy la cumple con creces. El problema es que, se trate de Estados Unidos o del resto del mundo, con los mismos temas delictivos o con otros, la situación no parece haber cambiado mucho, y la prensa sigue siendo tan manipulable (o vulnerable, si quieren; al fin y al cabo, hay que creer en la buena fe de los periodistas) como para que hallar un periodismo comprometido, que arrostre las consecuencias de sus investigaciones y las lleve hasta las últimas consecuencias se hace cada vez más difícil.
En cuanto a obra literaria, Los Sudarios No Tienen Bolsillos es una de las buenas novelas del género. Tiene tensión tiene gancho, tiene ambiente. Dolan es un temerario, lo que nos hace presagiar su fin; pero un temerario fundamentalmente honesto en lucha contra toda una sociedad que cree controlarlo todo. Esa era una buena marca de fábrica de la ficción negra americana de lso años 20 y 30.

(No Pockets in a Shroud)
Editorial Akal, col. Básica de Bolsillo
Madrid, 2009 [1937]

Portada y sinopsis

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2 comentarios:

Peke dijo...

Vi la película Danzad, danzad, malditos hace muuuuchos años en la tele. Era tan jovencita que no me enteré de la mitad, pero la recuerdo por aquella atmósfera asfixiante que me había impresionado una barbaridad.

Lluís Salvador dijo...

Hola, Peke:
Tienes razón en lo que dices de la atmósfera asfixiante, pero además había algo más, y era la utilización brutal del ser humano en el contexto de la Gran Depresión. Es un tema que McCoy ha tratado de forma recurrente, aunque en esta novela no sea así. En cualquier caso, si bien no es un Chandler o un Hammett, es decir, un renovador, sí es uno de los autores que en esa época de los 30 y los 40 intentó poner más contenido social en sus novelas. Lo que le costó algunos disgustos...
Un saludo!