Los Espías de Varsovia, de Alan Furst
Alan Furst escribe novelas de espionaje. Pero, a diferencia de las que hace John Le Carré, Furst prefiere situarse en la época "clásica", la Segunda Guerra mundial y su entorno histórico. Se evita así el desencanto de la profesión de espía, combatiente sucio en un mundo cuyos ideales son difusos, y en cambio aprovecha el período en el que luchar contra los totalitarismos fascistas, de la manera que fuese, era una forma de heroísmo.
No es que no existiera guerra sucia, entendámonos, pero si hasta el Smiley de John Le Carré hizo sus primeras armas en ese conflicto, y lo rememoraba como una era en la que la razón luchaba contra la inhumanidad, no podemos reprochar a Furst que, con todos los claroscuros que se quieran, sus protagonistas tengan una pátina romántica que parecía perdida en el género.
Hablando de romanticismo, algunos críticos sagaces han percibido muy acertadamente que en realidad, lo que Furst escribe son novelas de amor en el entorno de preguerra, un sentimiento que representa lo único luminoso en un mundo que se oscurece. Aunque es exagerado afirmar que el romance se sobreponga al espionaje, no está desencaminado. Tampoco es nuevo. Graham Greene escribía novelas de espías sólo en apariencia; en realidad, aprovechaba para escribir obras morales, sobre todo de ética cristiana, de manera que esta melange no resulta inusitada, sobre todo en un oficio en el que el fingimiento del amor es otra arma para conseguir información.
Pero todo esto son características, no valoraciones. Lo que cabe preguntarse es si, tras todo ello (que no es nuevo), esta novela merece la pena. Ya habrán observado que no he dicho nada sobre el argumento y, francamente, tanto da. Preocuparse por saber las mejoras de blindaje del cuatrolatas que era el Panzer I, cuando se conoce que los caballos de batalla serían los III y IV, es indiferente. Los grandes trabajos que el protagonista se toma para presenciar las maniobras de los tanques alemanes en la Selva Negra, cuando se sabe que los aliados no creyeron que los nazis avanzarían por las Ardenas, no provocan grandes emociones salvo las de la aventura, que sí están presentes. Lo que importa en la novela de Furst es el ambiente, la atmósfera de preguerra, la plasmación novelística de una época. Y ahí es donde Furst se luce, y por eso sus novelas se denominan como históricas de espionaje y las comparan con las del maestro Eric Ambler.
El ambiente diplomático de los años treinta, una Varsovia que oscila entre la confianza de la alianza con las potencias y la amenaza alemana, el juego de unos personajes en un mundo en paz pero que son plenamente conscientes del conflicto que se avecina, ese sentimiento de inmersión en la época es lo que hace de las novelas de Furst un apasionante viaje en el tiempo.
(The Spies of Warsaw)
Ed. Seix Barral, serie Alan Furst
Barcelona, 2009 [2008]
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