La Casa Infernal, de Richard Matheson
El tema de la casa encantada, como epítome y variante del "Mal Lugar" es un viejo favorito del género de terror. Sin embargo, cosa extraña, no existen muchas novelas centradas en este tema, por lo menos buenas. Lo cierto es que es difícil prolongar a la extensión de novela el tema, con lo que las casas malditas aparecen en nuverosos relatos y novelas cortas, pero parece que los fenómenos que concurren en esas mansiones no dan para mucho.
Con una casa encantada se puede matar de miedo al protagonista, por lo general en una noche (o hacer que salga de la mansión con el pelo blanco), o empezar a hacer trapisondas contra los incautos que entran en ella y que huyen a toda mecha, dispuestos a incrementar la fama de malignidad del edificio.
Sólo hay tres novelas de mérito que traten el tema: The Haunting of Hill House, de Shirley Jackson, con mucho la mejor y más literaria; The Amityville Horror, de Jay Anson, lastrada por la etiqueta de que no se trata de una novela, sino de un relato "real" novelizado; y La Casa Infernal, de Richard Matheson, con tal vez el añadido de The House Next Door, de Anne Rivers Siddons.
Para que esos citados incautos permanezcan el tiempo suficiente en una casa encantada, hay que encontrar un motivo para que, les guste o no, tengan que anclarse allí y soportar todo lo que la casa les quiera echar encima, a veces muy literalmente. En el caso de la novela de Matheson, la excusa la proporciona un anciano millonario, Rolf Rudolph Deutsch (¿resonancias tal vez de William Randolph Hearst y, por tanto, de Charles Foster Kane? Es muy posible), viéndolas venir, quiere estar seguro de si hay existencia más allá de la muerte, y por tanto encarga al doctor Barrett, un científico que estudia lo paranormal, pero de forma materialista (y que entrará en la casa acompañado de su esposa, como ayudante), una médium psíquica, Florence Tanner, y un médium físico y único superviviente de una antigua incursión, Benjamin Franklin Fletcher, que entren en la infame Casa Belasco, la más potente de las mansiones infernales, y diluciden el tema en una semana.
La Casa Belasco pronto se convierte en un personaje más de esta novela. Habitada en teoría por el espíritu de su demoníaco propietario, más una cohorte de servidores en el mal que murieron allí, es una presencia intangible, agazapada, que cuando se muestra tiene una potencia terrible, y eso es mérito del gran narrador Matheson.
Por supuesto, como ya hemos dicho, no sólo con fenómenos y poltergeists se puede mantener una narración semejante en tensión. Matheson entra muy pronto en la psicología de cada uno de los miembros del grupo, unidos en un objetivo pero en el fondo enfrentados, Barrett escéptico ante la permanencia de entidades psíquicas, Florence auténtica creyente en el más allá, y Fletcher asustado por lo que ya ha vivido en esa casa, de la que salió vivo de milagro, y por lo que puede hacer al grupo, con Edith Barrett como puente entre ellos.
Es una de las mejores novelas que se puedan encontrar sobre este subgénero, escrita por alguien que una y otra vez (Soy Leyenda; El Hombre Menguante) entró en el género con una inteligencia inusitada y una profundidad de argumentos que desmentían todas las leyendas de superficialidad de la moderna ficción de terror.
(Hell House)
Ed. Planeta / Minotauro
Barcelona, 2011 [1971]
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