Penélope y las Doce Criadas, de Margaret Atwood
La estupenda escritora Margaret Atwood, que siempre ha mantenido un punto de vista feminista en sus obras, con esta "Penelopíada" (que así se llama en original el libro) adopta una postura todavía más combatiente, en concreto sobre la narración masculina que la literatura ha ejercido desde la antigüedad hasta muy recientemente.
Si la Ilíada es un ejemplo palmario de ello, con una guerra de diez años de duración provocada por una mujer frívola, casquivana, voluble y adúltera (y, bien analizado el personaje literario, en apariencia más tonta que un cazo), postura que, por supuesto, ha sido revisada por los historiadores, pero cuyas causas reales se ocultan en el relato mitológico que nos llega, en la Odisea aparece un personaje femenino más consistente, sí, pero igualmente inmerso en una narratividad masculina.
Lo que hace Atwood es (reconocido por ella en los agradecimientos) aplicar el método que Robert Graves usa en la narración histórica. Por poner un ejemplo, en la Ilíada, Aquiles se retira del combate por una disputa sobre la propiedad de una esclava, con gran catástrofe por la falta del héroe en la batalla; lo que en realidad toca las narices a los aqueos no es que Aquiles no combata, sino que si él no lucha, tampoco lo hacen los mirmidones que lo acompañan, que debían ser unos 6.000.
Con este método desmitificador más el cambio del punto de vista narrativo, puesto en la voz y los ojos de la sufrida y sufriente Penélope, Margaret Atwood narra la Odisea desde Ítaca, describiendo a un Ulises que pasa diez años vagando por el Mediterráneo acostándose con diosas (en la versión mítica) o con madamas de burdel (en la versión sin adornar), es decir, un personaje totalmente libre y despreocupado en un mundo totalmente masculino, mientras Penélope tiene que administrar el reino, la casa, defender su virtud (virtud impuesta por ese mismo mundo) y trazar complicados juegos diplomáticos para evitar que los pretendientes tomen por la fuerza lo que no pueden conseguir por métodos "legítimos" (y lo que tomarían no es tanto a Penélope, mujer ya madura y, ciertamente, poco espectacular, sino el botín de riquezas de la isla-reino). Todo ello aguantando además a un adolescente Telémaco, dispuesto en cuanto pueda a hacer valer sus derechos y convertirse en gobernante en lugar y ausencia de su padre, algo que puede llevar al desastre.
Y, en el libro, con la perenne presencia de un hecho que, incluso en la Odisea original, tiene muy poca o ninguna justificación: el que Odiseo, a su regreso, ahorcase a las doce criadas de su palacio por el mero hecho de haberse acostado con los pretendientes, vulnerando (nos dice Atwood) el derecho de propiedad que Ulises tiene sobre ellas, es decir, que no obtuvieran su permiso para ser violadas, en suma, por esos pretendientes.
Por supuesto, sin que esto se trate con un cierto sentido del humor este libro se convertiría en un latazo impresionante, como lo suelen ser los panfletos. Por fortuna, Margaret Atwood conoce muy bien su oficio, y sabe que sin humor esta historia perdería transmisibilidad. De manera que este punto de vista, combativo como debe ser, también posee una intensa ironía, que hace que el mensaje se transmita con plena eficacia y ponga de relieve el intenso contraste entre el mundo femenino maniatado pero capaz y reivindicable y el masculino cerril, unidireccional y basado en la fuerza bruta. Penélope ya era, según Homero, un personaje inusual; pero por la misma gestalt de la época, quedaba marginado, incompleto y constreñido a un papel pasivo dentro del rol que se esperaba de ella. Lo que se alaba en la Odisea es la fidelidad de Penélope. Lo que se oculta es la inteligencia de mantener durante años en jaque a toda una horda de brutos dispuestos a arrasar un reino. Se ensalzan los trucos del embaucador Odiseo. Queda disimulada la astucia de una mujer, no en el tejer y destejer un sudario, sino en administrar y gobernar día a día un reino mientras su marido, peligros aparte, está de parranda con Circe.
Margaret Atwood proporciona una lectura, no contra la Odisea, sino distinta de esa misma Odisea, complementaria. De ahí el título. Si Odisea es la historia de Odiseo, Penelopíada es la de Penélope. Una visión que, en manos menos capaces, hubiera sido un pastiche intragable, un fárrago pedantesco. En las de Atwood, se revela como una historia nueva y ágil, divertida y trascendente.
(The Penelopiad)
Eds. Salamandra, col. Mitos Universales
Barcelona, 2005 [2005]
Trad. de Gemma Rovira Ortega
Portada y sinopsis
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