El Día D. La Batalla de Normandía, de Antony Beevor

Confieso que el efecto deslumbrante que me produjo leer La Segunda Guerra Mundial ha provocado que preste atención al resto de la obra de Antony Beevor.
En El Día D se hallan todas las virtudes que descubrí en la historia de la Segunda Guerra Mundial que les he citado. Una documentación exhaustiva, tanto de grandes fuentes como de testimonios directos o incidentales, una ordenación interna minuciosa, en la que se desgranan todos los temas importantes, pero también los pequeños que, de una u otra manera, estuvieron presentes en el hecho histórico (el sufrimiento de los habitantes de Normandía por los bombardeos; el humor, negro las más de las veces, en el campo de batalla; el heroísmo individual y el sufrimiento del soldado; las tensiones entre las fuerzas de la resistencia francesa, etc.). Y, aun prestando atención detallada a los grandes hechos, un saber descender al nivel individual y mostrar compasión por las víctimas.
Que la invasión del Día D (llamada por los franceses "El Desembarco", claro; para ellos representaba todo lo contrario a una invasión) fue una de las pocas batallas auténticamente decisivas del conflicto está fuera de discusión. Incluso, y gracias al cine (El Día Más Largo; Salvar al Soldado Ryan), se tiene una visión y conocimiento general bastante exactos, cosa rara tratándose de la Historia pasada por Hollywood. A pesar de ello, muchos aspectos de detalle no han trascendido lo bastante.
El libro de Beevor abarca desde los preliminares de la invasión hasta la liberación de París, que es lo que podemos considerar la campaña de Normandía, más que tratar del desembarco y la consolidación de las cabezas de playa. Así, desde el engaño de la Operación Fortitude, que mantuvo en los alemanes la incertidumbre de dónde se produciría la "auténtica" invasión, hasta la rebeldía de Leclerc y De Gaulle, que reinstauraron la República Francesa partiendo de los hechos consumados, y muy a pesar de Eisenhower y Churchill, que abogaban por una administración aliada, todos los temas son llevados con cuidado, detalle y brillantez por Beevor.
Los más desconocidos son el martirio de Normandía por los bombardeos aliados (unos 15.000 muertos civiles, muchos más que las bajas aliadas en las playas del desembarco); la ineptitud casi psicopática del mariscal Montgomery; la dureza del combate en el terreno infernal del bocage; la incidencia del atentado contra Hitler en las operaciones militares; el efecto devastador para la moral alemana de la superioridad aérea aliada; o la labor de apoyo a los aliados por parte de las FFI (Fuerzas Francesas del Interior, una parte de la Resistencia).
La visión de Beevor es desmitificadora: Normandía no fue la operación perfecta que a veces se ha querido presentar. Pero también es justa: a pesar de los errores, a pesar de los imponderables, la importancia del desembarco es innegable, y su posible fracaso o postergación hubiera sido una catástrofe. Pero su visión es también humana, y hay un poso de admiración, comprensión y compasión por los soldados y civiles. Se suele olvidar que los grandes hechos son protagonizados por personas. Y si hay respeto por la valentía, también hay respeto por el civil obligado a vestir el uniforme, por el hombre falible, por el civil obligado a sufrir. Beevor es historiador, pero no es un historiador frío. Tal vez en eso reside el secreto de su brillantez.

(D-Day. The Battle for Normandy)
Ed. Crítica, col. Memoria Crítica
Barcelona, 20092 [2009]

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«Una poderosa narración de la batalla de Normandía difícilmente superable.» Max Hastings, Sunday Times.

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