Licantropia, de Carles Terès
Como bien enseñaba Lovecraft (al cual no sólo se rinde homenaje en la novela, sino que ésta se modela según sus características básicas, a saber, el "mal lugar", el folklore ancestral y el paso de éste a una narración contemporánea), la narrativa fantástica moderna funciona sólo cuando todo lo que la rodea está firmemente basado en un paisaje y una realidad reconocibles y homologables para el lector.
El tema de esta novela es la licantropía, el mito del hombre lobo; lejos de la solución facilona que ya hemos visto tantas veces de convertir en narración una partida de videojuego en un mundo pre, semi, cuasi o postapocalíptico, Terès la abre con un relato del siglo XVIII de un sacerdote enviado a evangelizar uno de los parajes remotos de lo que aquí se conoce como "La Franja" (una zona aragonesa de contacto con el País Valenciano y Cataluña, donde, con avances y retrocesos, se habla catalán), sacerdote que encuentra una familia de loberos, gentes que han convivido con los lobos hasta hacerse jefes de la manada, impidiendo así las predaciones de los rebaños que cuidan. Con esta narración de trasfondo, nos trasladamos a la época actual para encontrarnos con Llorenç y Laura, una pareja feliz y contenta con su vida, sobre la cual pesa, sin embargo, la historia no contada de sus respectivas familias.
Si el lector espera una narración aparatosa, con transformaciones dramáticas del hombre a la bestia, que se lo quite de la cabeza. Licantropia procede en su andar narrativo en estilo lovecraftiano, pero en su tono es más como el Joan Perucho de Les HIstòries Naturals (un modelo de narración tranquilo, en absoluto malo para seguir), combinando la leyenda y el folklore (y, de paso, estableciendo un espacio mítico), la historia familiar y la investigación del protagonista para indicarnos que las antiguas historias tienen su razón de ser, aunque esta razón nos resulte inexplicable; aunque su realidad sea menos truculenta de lo que el gusto antiguo prefería.
Como casi todas las primeras novelas, Licantropia no está desprovista de defectos, aunque son menores y no distraen al lector del tema ni de su narración. En lo que acierta Terès es en esta estructura meditada, minuciosa, en la que se crea un ambiente firme en la realidad pero muy bien enlazado con lo mítico. Unas leyendas que, precisamente por ser autóctonas, y no importadas de, pongamos por caso, el cine americano, funcionan y se integran a la perfección.
Eds. de 1984, col. Mirmanda
Barcelona, 20132 [2011]
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