Mi Año Favorito, de Richard Benjamin

SESIÓN MATINAL 

(My Favorite Year); 1982

Director: Richard Benjamin; Guión: Norman Steinberg y Dennis Palumbo; Intérpretes: Peter O'Toole (Alan Swann), Mark Linn-Baker (Benjy Stone), Jessica Harper (K. C. Downing), Joseph Bologna (King Kaiser), Bill Macy (Sy Benson), Lainie Kazan (Belle Carroca), Lou Jacobi (Tío Morty), Cameron Mitchell (Karl Rojeck); Dir. de fotografía: Gerald Hirschfeld; Música: Ralph Burns; Diseño de producción: Charles Rosen; Montaje: Richard Chew.

Hay películas que te reconcilian con el cine hablando, justamente de eso, del cine y sus glorias pasadas. En esta comedia suave, que tiene sus grandes momentos divertidos, nos hallamos en el momento en que la televisión se hacía en directo y competía (y lograba expulsar de las salas) con el cine. En este contexto, uno de esos espectáculos con público retransmitidos desde Nueva York contrata a una estrella del cine de aventuras en decadencia, Allan Swann (Peter O'Toole). El problema es que la decadencia parece ser mayor de la imaginada. Swann es un desastre andante, alcóholico, mujeriego y al parecer incapaz de cumplir uno solo de sus compromisos. De manera que la cadena de televisión le pone a una niñera, Benjy Stone (Mark Linn-Baker) para procurar que esté presentable el día de la emisión.
A partir de aquí se producirá la típica (pero no tópica, al menos en su tratamiento y originalidad) historia de encuentro entre el mito y su realidad por parte de un admirador de este actor, y también una especie de aprendizaje vital por parte de este joven guionista, que recibirá unas cuantas lecciones por parte de Swann.
En sus momentos de comedia funciona muy bien, pero es aquellos instantes donde la película se deja llevar por la ternura y la amabilidad cuando se convierte en algo más que una mera cinta de entretenimiento. Peter O'Toole está magnífico, en una interpretación que debió representar una bocanada de aire fresco para él (y un papel que le viene perfecto a un actor capaz de interpretar personajes torturados y hacerlo contrastar con un despreocupado playboy).
Es en estos instantes de respeto para un cine que nunca volverá, pero también en este homenaje a actores del estilo de Errol Flynn que siguen conservando toda su magia, donde la película se encuentra, y el espectador, al permitirnos un breve vislumbre de esa alegría vital que se transmitía a los personajes, encuentra sentido a un cine que apelaba al pequeño héroe que llevamos dentro.

Tráiler:

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