Caro Michele, de Natalia Ginzburg
Querido Miguel es una novela predominantemente epistolar, aunque hay unos pocos interludios convencionales que sirven para situar los personajes y los acontecimientos. El objeto sobre el que orbitan estas cartas es Michele, un joven independizado sobre el que recaen toda una serie de sucesos: en antecedentes, la separación de sus progenitores y la convivencia de Michele con el padre. En la actualidad de la narración, el desapego con su familia, el cuidado intermitente de una chica que ha dado a luz un niño que puede, o no, ser suyo. Su huida a Londres, por motivos inexplicados pero que se intuyen políticos. Un matrimonio fracasado con una americana; su huida de este hogar. Y su muerte en un enfrentamiento con los fascistas en las calles de Brujas.
Pese a todos estos hechos, más existenciales que de vida, acabaremos la novela sin apenas saber nada de Michele. Es el objeto sobre el que giran todas las cartas, pero él mismo escribe poco, manteniendo un tenue contacto con todos. Prueba de ello es que todo lo que le sucede es sabido mucho después, y las más de las veces por boca (o carta, más bien) de terceros.
Extraño que el centro de una novela sea tan poco protagonista directo. O no tanto, si pensamos que, al leer las sucesivas cartas, con lo que nos encontramos es con una historia ejemplar de abismo generacional. Ginzburg siempre maneja sus personajes y su psicología con maestría, y Caro Michele no es la excepción. También emplea imágenes simbólicas que devienen una ironía inmensa, como la estufa alemana que la madre de Michele había elegido con tanto cuidado para su piso de soltero. Más adelante, nos enteramos de que Michele no la ha utilizado jamás. Va con leña, y él leña no ha tenido nunca ni la ha buscado. Más aún, el único uso que ha dado a esta estufa (uso desconocido por la madre, claro), elegida porque calienta tan bien, es como escondite de... una metralleta. Signo también de la psicología de Michele, esta arma está oxidada y no se ha empleado, tampoco, jamás.
En efecto, y a trvés de lo que de los hechos y las cartas sobre él cuentan, tenemos una idea de la mentalidad de MIchele (y hay que recalcar que hacerlo de forma indirecta tiene un gran mérito); es un joven, no nihilista, puesto que tiene ideales, pero cuyas inquietudes no encuentran un canal apropiado. Es un revolucionario radical, pero intuimos que no se ha atrevido a dar el paso de la lucha armada. No tiene conexión con el mundo que representan sus parientes, que no significa nada para él, pero no puede, en el fondo, desligarse totalmente. Quiere la libertad sexual, pero llegada la hora ni se desentiende ni se implica del todo con sus consecuencias. Desea redimir a alguien, pero fracasa porque no se da cuenta de que ni siquiera puede redimirse a sí mismo.
No sólo su personalidad es la trazada por Ginzburg; de lo contrario, ni tan siquiera a Michele entenderíamos. Una madre que habla de sontinuo a su hijo de cosas que a éste no le interesan, que dejaron de interesarle hace mucho tiempo. Y que, si bien tiene una imagen no idealizada de Michele, tampoco lo comprende. Unas hermanas que lo entienden mejor y que haata intuyen los desastres venideros en la vida de Michele, y que tienen hacia él una mezcla de envidia, ansiedad y reproche. Una chica como Mara, la posible madre del hijo de Michele, tan vana, estúpida y desgraciada que resulta fácil entender qué buscaba en ella MIchele (y cuyas cartas a éste sólo "le hacen gracia").
Y finalmente Osvaldo. En casi todas las narraciones corales existe un centro de equilibrio, no necesariamente el centro de la narración, pero sí personaje que es el espectador total; éste es Osvaldo, contenido, introspectivo, reflexivo y, en definitiva, el que más esfuerzos realiza por entender, y aceptar, a todos, ya sean Michele, su familia o mara. Un personaje que, en cierta medida, salva de la desolación a una novela en apariencia suave pero que es dura y dramática, una lección de escritura y un lamento anímico y moral intenso.
Einaudi, col. ET Scrittori
Milán, 19955 [1973]
Prefacio de Cesare Garboli
Existe edición castellana en Editorial Acantilado
Portada y sinopsis de la edición italiana
Portada y sinopsis de la edición castellana
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