El Miedo del Lago, de Oswell Blakeston
A primera vista, en una primera lectura, puede parecer difícil justificar el carácter de "único" otorgado a este cuento por Javier Marías para su antología. Más cuando el relato se inicia de una manera un tanto desangelada, y su desarrollo demuestra que Blakeston no era precisamente el mejor narrador del mundo.
Sin embargo, la forma de narrar no lo es todo en literatura. Al fin y al cabo, una narración es el relato de una historia, y ésta tien (debe) tener un papel preponderante.
Y si uno empieza a pensar en lo que Blakeston nos ha narrado, empieza a hallar unos puntos de interés inquietantes.
El relato no es otra cosa, en apariencia, que un relato de fantasmas típicamente inglés. Tan típico que casi es vulgar. Una pareja y su bebé viaja a pasar una temporada en el campo en la casa de un amigo, que sin embargo les ha advertido de un cierto peligro de la mansión (un fantasma, típicamente). Pese a estos avisos, el marido decide ir, que su esposa le acompañe y que el bebé también. Una vez allí, la esposa tendrá una visión del fantasma y empezará a escuchar el llanto fantasmal de un niño. El marido, ni caso. Con todo esto puesto en escena, la esposa empieza a notar que su hijita se debilita por momentos. Y aquí dejaré el resumen argumental, puesto que no quiero destrozar la sorpresa final a los posibles lectores.
Todo, repito, muy típico, hasta esquemático. Sin embargo, hay una corriente subterránea curiosa. Ya no se trata de estupidez del marido, esa típica impecilidad que tantas veces hemos visto en películas de terror y que es tan antigua como el relato "Barba Azul" de Perrault, aquello de "ebn esta habitación y sólo en esta no entrarás" o, a nivel más básico, nunca bajes solo a un sótano en una casa encantada, en medio de un corte de fluido eléctrico a medianoche. No. Se trata de un fondo de crueldad. Podríamos llegarlo a confundir con el machismo victoriano, también en boga en los cuentos de fantasmas, pero parece haber un cierto regocijo en el marido en doblegar la voluntad de su esposa, en la despreocupación ante su angustia y en la contemplación de una cierta destrucción física de su hija y mental de su esposa. Algo que lo emparenta con los cuentos crueles, y ciertamente algo que Alfred Hitchcock supo emplear muy bien en sus películas.
No estoy convencido de que este efecto fuera querido conscientemente por su autor. Pero, aunque fuera producto del subconsciente o de una afortunada casualidad, existe, y manda su mensaje después de la lectura del relato. Tal vez por eso sea único.
(The Fear from the Lake)
En Cuentos Únicos
Ed. Siruela, col. El Ojo sin Párpado
Madrid, 1989 [1935]
Selección de Javier Marías
Trad. de Alejandro García Reyes
Existe reedición del libro Cuentos Únicos en Ed. Reino de Redonda
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