Artemisia, de Anna Banti

RCS Libri, col. Tascabili Bompiani
Milán, 198911 [1947]
Introducción de Giuseppe Leonelli

Para seguir el camino narrativo de esta novela puede ser útil disponer de unas cuantas informaciones previas. Artemisia Gentilleschi no fue la única pintora profesional y reconocida de principios del siglo XVII, pero sí que fue la más famosa y la que podía alinearse sin ningún complejo (ni favoritismo) entre los pintores de su época. Como digo, no fue única, ni tampoco excepcional (aunque sí representante de un fenómeno poco numeroso); también es una pintora de la que sabemos más cosas, aunque esto es decir muy poca cosa, puesto que, en concordancia con su época, en realidad esto que sabemos apenas basta para trazar un esbozo incompleto de su trayectoria vital.
La maldición del novelista histórico es esta. Quiere basarse y reflejar la verdad, pero sabe que tendrá que hacerlo desde lo que fundamentalmente es una mentira, como es la superposición de una persona ficticia a unos datos objetivos. Cuando además éstos son escasos, el autor no tiene más remedio que fabular sin tasa o limitarse a hacer una hipótesis (una teoría si quieren) sobre el personaje. Anna Banti ejerce el retrato psicológico que se puede extraer de la vida de Artemisia y de sus obras. (El lector interesado puede leer la biografía de Artemisia Gentilleschi en este enlace y contemplar algunas de sus obras en este otro.)
Pero por mucha personalidad que se vierta sobre la biografía, esto no deja de ser una ficción; y es ahí donde entra la literatura de tesis. La vida de Artemisia fue trágica y sometida a un mundo masculino que, si bien no impedía su desarrollo pictórico, si lo veía con poca simpatía, como una rebeldía personal que, consciente o inconscientemente, debía ser reprimida socialmente. Por tanto, el otro nivel narrativo es el feminista. ¿Lo consigue banti? La respuesta es que sí, para 1939. Hoy, sin embargo, podemos tener la sensación de tibieza, o de timidez, en este empeño. Pero siempre hay que considerar la época de la escritura y el entorno social que acompaña la obra, y no podemos exigir más de lo que pudiera admitirse entonces, o mejor dicho, casi deberíamos admirar que se fuera más allá de lo que resultaba normal en la época.
Hay otro detalle que debe ser tenido en cuenta: el primer manuscrito redactado de esta novela se perdió de resultas de la batalla de Florencia durante la Segunda Guerra Mundial. Con lo que esta segunda versión recupera, seguro, fragmentos de ese primer escrito, pero se plantea también como un lamento de pérdida y establece un diálogo continuo entre autora y personaje. Un diálogo tan intenso que a veces es difícil discernir qué personalidad se impone en el texto, si la de Artemisia o la de Banti. Así, tenemos un texto no lineal, antes bien, tenemos uno que salta de la introspección y la soledad a la interrelación, y edntonces al cuadro psicológico y la aspiración feminista y social, pero no correlativamente sino como producto de la circunstancia temporal que se trate.
Sabemos más cosas hoy de Artemisia de lo que Banti podía saber en los años treinta del siglo XX. Por tanto, como novela histórica, tiene el valor justo. Casi podríamos decir que hubiera sido mejor trazar esta obra sobre un personaje femenino imaginario, aunque la tentación era sin duda demasiado fuerte y la vida de Artemisia demasiado atrayente. Sin embargo, la calidad de reflexión, la densidad de su texto (no es fácil, desde luego, y su italiano es uno de los más elaborados que se puedan encontrar), y sus múltiples niveles de discurso y significativos hacen que cualquiera que desee escribir una novalea sobre Artemisia Gentilleschi no pueda prescindir de la obra de Banti.

Portada y sinopsis de la edición castellana

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