Los Tipos Duros No Bailan, de Norman Mailer
(Tough Guys Don't Dance)
Ed. Anagrama
col. Compactos
Barcelona, 1992 [1984]
Cedamos la palabra a Jorge Herralde y sus chicas: "Narra la historia de Tim Madden, escritor fracasado adicto al bourbon, los cigarrillos y las rubias casquivanas y adineradas en el escenario de arbustos y dunas de Provincetown, cargado de la crudeza y melancolía de la población fuera de temporada. Cuando se cumplen 24 días del abandono de su esposa, Tim Madden amanece con resaca, una acentuada excitación sexual y un nombre del pasado tatuado en rojo en el brazo. Apenas recuerda nada de la noche anterior. De pronto descubre que el asiento del acompañante de su Porsche está empapado de sangre y que, en un bosquecillo cercano, en un rincón semioculto de su escondrijo de marihuana, hay una cabeza rubia cercenada por el cuello. ¿Será Madden un asesino?"
Como planteamiento es prometedor. Pero Madden no sólo se limitará a investigar un asesinato, sino a pasar revista a su vida y, de paso, revisar las características y contradicciones de una sociedad desquiciada como la norteamericana. En este sentido, la novela de Mailer es más que una simple novela policíaca pero, grandeza del buen escritor, esta visita a los recovecos de la mentalidad estadounidense jamás supedita el desarrollo de la novela, sino que se integra en ella como parte imprescindible de la trama.
El lector se sorprenderá de que la serie de casualidades, tan propia de Raymond Chandler (un estilo del que Mailer, en esta novela, se constituye en heredero y tanto le debe, formal y argumentalmente), sea casi increíble. Pues Mailer se toma la molestia de explicarlas y justificarlas. ¿Y por qué no? Nuestro mundo es uno muy pequeño, y en él formamos un microcosmos que es reflejo de un mundo mucho mayor.
Y una última advertencia. Formalmente, esta novela es un policíaco, pero no se molesten en ir a las últimas páginas para saber quién es el asesino. Lo descubrirán, pero no entenderán nada. Para ello, deberán encontrarse con unos personajes y situaciones, fascinantes y repulsivas, en el transcurso de la novela. Eso, narrativamente, es una virtud.
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