Algunas Consideraciones sobre lo que son las Grandes Obras Literarias

Hay cosas que son muy difíciles de explicar. Por ejemplo, cómo se define una obra maestra o, por lo menos, una obra que se eleva por encima del resto de las cosas que se escriben. Pero creo que una explicación al respecto es obligada, de modo que les ruego que sigan conmigo durante un rato. Les pido disculpas por el rollo que les voy a largar, pero creo que será instructivo.
Frente a ese famoso folio en blanco, podríamos decir que el escritor se halla frente a una cuerda tendida sobre un abismo que tiene que cruzar. Puede hacerlo de varias maneras. Puede aferrarse a la cuerda con manos y pies y emprender una marcha lenta pero segura hasta haberlo atravesado; o puede, como un funambulista, prepararse para caminar sobre la cuerda, confiando en sus habilidades y sentido del equilibrio para llegar a buen término. Vacilará, en algún punto puede que caiga pero logre agarrarse al cable y volver a subir. Puede caer en un punto y, entonces, seguir a gatas. En el peor caso, puede caer al abismo (y entonces hablamos de novelas fallidas). Puede atravesar el abismo con mayor o menor rapidez (y a eso lo llamamos talento). En todo caso, amigos y vecinos, puede tomar riesgos o no.
Empleando otra metáfora, puede jugar a empatar o ir directamente a por la victoria. En este último caso, puede conseguirlo o no, pero ese riesgo, ese juego de ataque, es vistoso y artístico. El patadón y el cerrojo, la esperanza de que ya marcará a última hora, con la mano o de penalti injusto, y de que, por lo menos, no le habrán marcado ningún gol, si no aburren, sí cansan. En literatura (y en el resto de artes), este riesgo se asume de varias maneras: el ritmo, los giros argumentales, los personajes, el lenguaje, el ingenio, el humor, el argumento, el ambiente... lo que ustedes quieran.
Hagan una prueba: repasen una revista de literatura de hace cinco años (o la lista de candidaturas a los premios Goya de hace cinco años). Hagan memoria de esos libros y películas que fueron recibidos calurosamente y de los que hoy nadie se acuerda. Esos títulos sirvieron para pasar el rato. O para completar el panorama de estrenos y novedades. Esos títulos jugaron a empatar.
Las auténticas grandes obras artísticas son aquellas a las que podemos volver sin temor a equivocarnos, sin que nos aburran, o las que vuelven a sorprendernos; a las que recurrimos para exclamar "¿Cómo ha hecho eso?"
Todas las obras maestras así aceptadas universalmente son así de valientes. Y no hay cosa peor que leer una obra de un escritor cobarde.

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