El Francotirador Paciente, de Arturo Pérez-Reverte
FIRMA INVITADA: Susana Rizo
Tras cerrar la última página de la novela, sé que es un lugar al que volveré, más tarde o más temprano. En sus renglones hay matices que viajan más allá de las palabras y he llenado sus hojas de subrayados para seguir leyendo los pensamientos de Sniper, el protagonista de esta novela. Todos aquellos que creen que el arte está íntimamente relacionado con la vida y sus reglas del juego, van a encontrar un referente en este libro. En cada página un apunte, una frase resaltada, digna de releer. Y quien nos lleva hasta él y a su manera de pensar es la enigmática Alejandra Varela, apodada Lex, la otra protagonista de esta historia. Todo está narrado desde su punto de vista, y desde sus recuerdos. Una mujer infranqueable en sus silencios y fatigas, de fuerte personalidad y gran inteligencia. Ella es el alter ego de Sniper. Como él, Lex es otro francotirador paciente que perdió por el camino algo en lo que creía. Y hay ciertas cosas que no quedan impunes. Existe un precio a pagar y nadie está exento de ser observado por el azar paciente e imprevisible. De que éste te ponga en su punto de mira, y dispare.
Lex, especialista en arte contemporáneo y en la búsqueda de personas y libros, es contratada por un importante editor para encontrar a Sniper, uno de los grafiteros más famosos del mundo, con el fin de proponerle hacer un catálogo y una exposición retrospectiva de su obra. El problema es que la identidad de Sniper es un misterio, así como el lugar donde reside. La única certeza es que le protegen cientos de personas, cómplices, incapaces de desvelar su identidad, por la admiración y respeto que le profesan. Pero hay otros que le buscan para eliminarlo de la faz de la tierra. Los mensajes que lanza Sniper, o que lanzan sus seguidores en su nombre, son portada de noticias por su envergadura, su extremada originalidad, brutalidad, y especialmente por la peligrosidad y audacia que entraña el llevar a cabo esos grafitis, conocidos como “intervenciones”. Algunas de éstas incluso se saldan con la muerte de quienes las ejecutan. Lex emprende casi una persecución que le llevará desde Portugal a Italia, pasando por Lisboa, Verona, Roma y, finalmente, Nápoles. Y no está sola en esta búsqueda.
Con esta novela nos adentramos en el mundo del arte, del grafiti concretamente, con sus luces y sombras, sus aspectos más criticables y loables, incluyendo un recorrido por su historia, sus escritores y su razón de ser. Hay de hecho una gran crítica hacia la impostura del arte moderno, o de una parte de éste. Pero parece la excusa para presentarnos, de nuevo, un concepto sumamente revertiano: el de la geometría del Universo inconmovible que sonríe a todos, paciente. Según palabras del propio autor “sólo la lúcida y fría observación de la realidad histórica del hombre permite entender. Y en ese proceso es fundamental el arte”. De hecho, en mi opinión, se trata del tercer ajuste de cuentas que el autor hace en su vida literaria: Territorio Comanche, El pintor de Batallas, y ahora El Francotirador Paciente. Puentes, Instantáneas y Pinturas que tienen consecuencias.
Personalmente veo aquí un guiño al “Duelo a garrotazos”, esa esencia grafitera que Goya plasmó magistralmente en una de las paredes de su casa de la Quinta del Sordo. Sobre este pintor dijo Ortega y Gasset “No es verosímil que nadie, después de haber contemplado una buena porción de su obra al menos, se sienta ante ella indiferente. En cambio, es muy posible que a algunos Goya les irrite. Pero esta irritación no es cualquiera. Posee un peculiar cariz. Va disparada contra el artista, pero da un culatazo sobre quien la siente, dejándole preocupado respecto a si mismo. Esto es lo peculiar de Goya”. Y creo que también es lo peculiar de nuestro misterioso Sniper.
Arturo Pérez-Reverte consigue una estética especial presentándonos este mundo de luchadores callejeros, que tienen sus propios códigos y normas, algo que en el tablero del “Territorio Reverte” es muy valorado. El arte existe no solo para iluminar y deslumbrar, sino también porque a veces es cuanto queda para poder expresarse. El grafiti es otra manifestación artística, más libre y abierta, que quizá ha existido desde el principio de los tiempos para expresar no sabemos muy bien qué sentimientos o anhelos, como aquellos grafitis descubiertos en 1868 por el hidalgo y arqueólogo don Marcelino de Sautuola y su hija María en las oquedades de Altamira. Un arte subliminal, subversivo y misterioso que a veces roza la frontera con el vandalismo y otras traspasa la de la genialidad. Todos hemos sentido eso, y en momentos muy recientes. Muchas de las mismas pancartas del 15-M eran puro arte callejero. Y resulta absolutamente gráfico el recuerdo de aquel escrito del Sniper Alley en Sarajevo “Welcome to Hell”. El grafiti reclama el derecho a escribir y, como le escuché una vez expresar a don Arturo, a “sentirse joven en la víspera de la batalla”. Algo que en la novela se denomina “experimentar los treinta segundos sobre Tokio”. La estética también la logra con una ambientación impecable, el uso del lenguaje, bronco, moderno y de tribu, propio de los escritores de grafiti con su jerga específica, y, desde luego, con los personajes que desfilan como secundarios –editores, empresarios, sicarios– que de tan bien dibujados parecen sacados de un cómic de Hergé.
Es ésta una obra reflexiva, intrépida, que atrapa hasta la médula gracias a la pericia de su prosa conducida por Lex a lo largo de interesantísimos diálogos a medida que ella se va acercando a su objetivo. Todo ello ambientado en tiempo presente, con referencias a sucesos actuales, recientes y desgraciadamente familiares (la gran crisis económica). Para los protagonistas de esta historia es un tiempo lleno de recuerdos y, tal vez, de remordimientos. De cuentas pendientes. Como en mayo del 68, la ciudad se ha convertido en un campo de batalla y los desafíos de Sniper son estallidos de lúcida ira cuya onda expansiva provoca inquietud. Al final actúa como lo hacían los espejos deformantes de Valle-Inclán, sin piedad. Su aparente falta de escrúpulos y vanidad desconciertan, y, a pesar de todo,un ejército entero le responde, y le respalda. Lex es quien va a intentar entender, interrogándole, como hiciera Markovic con Faulques en El Pintor de Batallas.
No obstante, existe aquí un breve espacio para los restos de aquello que se salva y perdura. La inocencia destruida por esas mismas implacables normas del juego que Sniper quiere probar. Hay una poética en ese recuerdo, con la forma de una firma en la pared que se desvanece en el tiempo. Mientras cada cual naufraga a su manera –ninguna de las acciones que se lleven a cabo en esta persecución quedará impune– ese recuerdo permanece intacto. A salvo.
El Francotirador Paciente es una obra que recomiendo encarecidamente. Es audaz, emocionante y posee un ritmo que va subiendo de intensidad progresivamente, hasta conseguir el clímax cortando y dejando en vilo al lector justo en el momento oportuno. Existe un inteligente dominio escénico y la narración resulta tan tremendamente visual como acostumbra lograr la maestría de Arturo Pérez-Reverte, que si permiten el atrevimiento, yo definiría como el Spielberg de las letras hispánicas.
Ed. Alfaguara
Madrid, 2013 [2013]
Portada y sinopsis
2 comentarios:
:) Cómo me alegra ver esto por aquí. Gracias Lluís.
(Susana)
Hola, Susana:
Como siempre, el placer es mío y del blog.
Un saludo!
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