El Anillo del Rey Salomón, de Konrad Lorenz
También conocida como Hablaba con las bestias, los Peces y los Pájaros, éste es uno de los libros más queridos por mí. Vaya por delante que, aunque la autoridad de Konrad Lorenz como etólogo, tanto en su faceta de pionero de esta especialidad como de propulsor de la misma, es indiscutible. Sin embargo, este fue su primer libro, y hay algunas observaciones suyas que han sido desmentidas a posterioridad, como la cuestión de la doble genealogía de los perros (chacal y lobo); finalmente, se ha demostrado que todos los perros tienen su antepasado común en el lobo.
Sin embargo, y con esta salvedad, da igual. Como da igual que ya en el mismo prólogo, Lorenz se excuse: «También debo recordar la lamentable historia del hámster dorado, que se puede dejar libre por la habitación, porque ─según el libro─ no roe ni trepa. Ya tuve el presentimiento de que me había precipitado cuando, poco después de la impresión de nuestro librito, encontré un nido de esta especie sobre un elevado cofre de estilo María Teresa y en un archivador de cartas. Un rollizo hámster macho, ya de edad madura, descubrió que el papel era un material excelente para el nido y, además, había desarrollado una admirable técnica de escalada de "chimenea", que aplicaba para subir entre el arcón y la pared. [...] Así, por principio, interrumpo la lectura de las cartas que me envían mis lectores y que, tras algunas manifestaciones benévolas, referentes a la valía del libro en general, pasan a tocar el capítulo de los hámsteres dorados. Sé demasiado adónde van.»
¿Van comprendiendo? Da igual todo esto porque el libro es divertidísimo, en el sentido de que las anécdotas que explica Lorenz, y que son reales, son en sí mismas impagables y un prodigio de humorismo.
Como es natural, el libro no sólo es una humorada. Las observaciones de Lorenz son claras y científicas, una rara mezcla en el mundo de las ciencias, y sobre todo proporcionan un estímulo para el naturalista aficionado o profesional, y si me apuran, para el profano que ocasionalmente trata con las bestias. Pero sobre todo hay un cariño y un entusiasmo por la observación de los animales que es difícil de encontrar tan bien transmitido. En este sentido, el libro es una joya, un auténtico "debe" para aquellos que puedan sentir la vocación de la naturaleza.
Un amor por los animales que tiene su reflejo en esta historia: Lorenz tenía una cacatúa de moño amarillo a la que, como con el resto de sus animales, dejaba suelta. Un día, volviendo de Viena, mientras estaba en la estación le llamó la atención un ave a la que en un primer momento no identificó. «¿Un águila ratonera? El ave me parecía más pesada y, sobre todo, más cargada por unidad de superficie de sustentación. ¿Una cigüeña? No era lo bastante grande, y si lo hubiera sido, pese a la gran altura a que estaba, se habría notado la longitud del cuello y las patas [...] ¡Dios mío!, era mi cacatúa, que estaba a gran altura, verosímilmente con la intención de emprender un largo recorrido, en vuelo de gran regularidad.
»¿Qué hacer? ¡Llamar al ave! ¿Has oído alguna vez la voz de llamada en vuelo de la gran cacatúa de moño amarillo? ¿Nunca? Pero sí que conocerás la matanza del cerdo a la antigua. Pues bien, imagínate los chillidos del cochino, en su máxima intensidad, como si fueran recogidos con un micrófono y, amplificados, emitidos por un altavoz. El hombre los puede imitar muy bien, aunque algo débilmente; le basta gritar "¡oee, oee!" con todas las fuerzas de sus pulmones. Ya había comprobado que la cacatúa entendía esta imitación, y acudía rápidamente a las voces. ¿Pero me oiría desde una altura tan grande? Había que probarlo. ¿Debo gritar o no? Si bramo y acude el ave, todo está bien. Pero, ¿y si grito y el ave no hace caso, y sigue en las alturas? ¿Cómo va a interpretar mis vociferaciones la multitud de personas que me rodean?
»Por fin me decidí: bramé y bramé bien. A mi alrededor, las personas quedaron como si un rayo les hubiera caído encima. La cacatúa revoloteó un momento irregularmente, luego sus blancas alas se plegaron y se precipitó en vuelo picado, para aterrizar sobre mi brazo extendido. Todo había ido bien.»
Es tan sólo una de las historias que se encuentran en este ensayo delicioso. Si quieren divertirse y además aprender a amar a los animales, Hablaba con las Bestias, los Peces y los Pájaros es su libro.
(Er Redete mit dem Vieh, den Voegeln und den Fischen)
RBA / Labor, col. Biblioteca de Divulgación Científica
Barcelona, 1993 [1952]
Existe edición de Tusquets con el título Hablaba con las Bestias, los Peces y los Pájaros
Portada y sinopsis
6 comentarios:
No he leído ningún libro de Lorenz, pero tendré que probar y éste puede ser bueno. Me gusta el ensayo y si está hecho con sentido del humor, le da un punto de más calidad.
Un abrazo.
Seguro que me gusta! Yo tengo dos perras a las que me encanta observar; no solo me gusta convivir con ellas sino también aprender a entenderlas, o intentarlo, por lo menos. Tienen distinto carácter y, a pesar de que son madre e hija, la primera es blanca y la segunda negra.Me entretienen mucho sus juegos y costumbres y cómo se estableció la jerarquía. Evidentemente, la hembra dominante es la madre.
Feliz 2013!
Hola, Enzo:
Con este tienes humor y rigor científico asegurados. No es tanto un ensayo divulgativo como una serie de anécdotas, pero incluso así transmiten su sentido, como es el de la observación de los animales y el amor (y respeto) hacia ellos.
Un saludo!
Hola, Peke:
Estás, no ya a un paso, sino a pocos centímetros de ser lo que Lorenz pretendía con este libro, es decir, una persona curiosa por saber qué hacen los animales y porqué lo hacen. Los pocos centímetros pueden ser el sistematizar las observaciones, pero eso quizás sea pedir demasiado a un naturalista aficionado. Lorenz dedica algunas de sus anécdotas a los perros (y, si no recuerdo mal, un libro entero, "Cuando el Hombre Encontró al Perro"), y le hubiese gustado leer este mensaje tuyo...
Feliz 2013, por supuesto, para ti también.
Hace muuuuchos años vi en la tele varios programas en los que Lorenz salía con sus estudios. Me quedó grabada unha escena en la que un patito huérfano salió al mundo al romper la cáscara de su huevo y lo primero que vio fue a Lorenz. Lo lógico es que lo acogiera como su mamá y allí lo tienes siguiendo a Lorenz a todas partes, él pequeñito como un ovillo, y Lorenz grande como una montaña. No lo pude olvidar. Y más porque fue casi la primera vez que oía hablar de etología.
Hola, Peke:
Bueno, tuvo varios "adoptados" de esta manera, pero de la primera, Martina, encontrarás su historia en este libro. Así como la de su enamorado, Martín. Un ejemplo de bravura, ya verás... :-)
Un saludo!
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