La Noche en que Frankenstein Leyó El Quijote, de Santiago Posteguillo

La Noche..., subtitulado oportunamente "La vida secreta de los libros" y menos oportunamente "(porque los libros tienen otras vidas)", consiste en una compilación de anécdotas e historias relacionadas con la literatura y los libros.
Con algunas concesiones a lo espectacular (ni Fraqnkenstein ni su monstruo leyeron El Quijote, sino su madre literaria, Mary W. Shelley), el libro no puede dejar de ser interesante para el lector curioso en general y el letraherido en particular. Desde quién inventó el orden alfabético de clasificación hasta la historia de publicación de Harry Potter, pasando por anécdotas como la de Dostoyevski, quien, acuciado por los acreedores, tuvo que aceptar firmar un contrato en el que se comprometía a entregar una novela en veintiséis días, y la entregó, ganando una esposa de paso; o la publicación pirata de El Señor de los Anillos en Estados Unidos y cómo la editorial responsable se vio obligada a llegar a un acuerdo con Tolkien, no por la fuerza de la ley sino del público.
Son historias que pueden resultar conocidas o no para el lector, pero que siempre interesan, porque en el mundo de la literatura siempre han existido milagros y enigmas.
Sin embargo, todavía tenemos mucho que aprender de los anglosajones en cuestión de ensayo divulgativo. Sólo unos pocos pueden escribir sobre cualquier cosa de forma atractiva; Bill Bryson lo hace con tal gracia que despierta el interés, sea lo que sea aquello que está tratando; Bruce Chatwin acumula tantos datos poco conocidos pero inusuales sobre un lugar que un capítulo suyo es una fuente de sorpresas; el estilo directo y claro de Isaac Asimov hacía que cualquiera de sus ensayos resultara iluminador y entretenido. Otros autores menos dotados tienen que depender de su material, pero siguen unas reglas honestas para con el lector.
Por ejemplo, no caen en el fácil truco (admisible, quizás, una vez, pero no con la reiteración de este libro) de ocultar la identidad de los protagonistas para entonces, ¡ale hop! descubrirnos que esos Max y Franz eran Brod y Kafka. Al lector hay que tenerle un poco de respeto, por favor.
O la manía de novelar las situaciones, lo que da a este libro un aire de "historias selección" (a lo que contribuyen las ilustraciones a principio de capítulo, que ni aportan al contenido ni tienen validez artística); como si fuera necesario mascar y digerir la historia para presentarla regurgitada al lector. Si la anécdota que se cuenta es interesante, lo es por sí misma, y no tiene porqué  ser embellecida (o fabulada). Sin contar con el hecho de que el alimento regurgitado suele tener mal aspecto: pretender hacer hablar a Dostoievski, a Raymond Chandler o a Lord Byron no sólo es pretencioso, sino que difícilmente se corona con el éxito. Y, en efecto, Byron y Chandler suenan igual en este libro.
Después de leer La Noche..., el lector sale más sabio, sin duda, pero no más entretenido. Lo cual, si bien se mira, es el mejor elogio para el erudito, pero el peor calificativo para el divulgador.

Ed. Planeta
Barcelona, 2012 [2012]

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2 comentarios:

Enzo dijo...

No me atraía este libro, me parece que tiene un título-gancho. Había algo, sin saber qué, que no me gustaba. Y como en tu reseña no te he visto muy partidario, pues me lo has confirmado.
Gracias.
Un abrazo

Lluís Salvador dijo...

Hola, Enzo:
A ver, lo que cuenta es interesante... aunque podría haber abundado un poco en ello, e incluso hacerlo más extenso, con lo que sospecho que hay material para una segunda parte. Pero donde se comete el error es en estilo con que se cuenta, y ahí sí que diferimos autor y yo. Yo espero que se me considere una persona a la que se va a intentar mantener leyendo... pero no a cualquier precio, ni con cualquier artimaña. Espero de los ensayistas que crean que el público que les va a leer está crecidito y es maduro, no que requiera de recursos de educación primaria para explicarles las cosas. Es levemente irritante, y perjudica incluso al contenido del libro... Por eso pongo el ejemplo de los ensayistas anglosajones, que son impecables en este campo.
Un saludo!