Londres, una Biografía, de Peter Ackroyd
Puede parecer inusitado que la historia de una ciudad reciba un tratamiento biográfico, pero Ackroyd considera (con justicia) que hay ciertas ciudades, y Londres es un ejemplo evidente, que parecen tener vida propia, y por tanto deben tratarse como seres vivos. No sólo eso (pues este texto no es un apunte zoológico), sino que además poseen personalidad. De modo que la historia no basta, hay que buscar su expresión, sus gestos, su vida cotidiana, las peculiaridades que la distinguen. De ahí que la biografíe.
No es el único en ver a la capital británica de esta manera. Desde que Wren, en el inicio de la construcción de su catedral de San Pablo, encontrara una piedra con la inscripción Resurgam (resurgiré) y la pusiera en el centro de su creación, muchos son los que han visto a Londres como un organismo. Con su sistema circulatorio, sus pulmones, su cerebro, sus brazos y piernas. A veces comportándose como un Moloch que engullía todo lo que a ella llegaba, a veces como la emperatriz de la que todo surgía, siempre conservando unas peculiaridades que la hacían única. Londres, en todas las épocas, ha sido un polo de atracción del que, una vez llegado el forastero, era difícil escapar. Tal vez sus habitantes huyeran a la periferia, pero nunca abandonaban la ciudad del todo, como cuando en las evacuaciones durante la Segunda Guerra Mundial la mitad de la población desplazada volvía a estar en Londres al cabo de seis meses.
Ackroyd, en las mil y pico páginas de este libro, lo trata absolutamente todo. Su gran y su pequeña historia. El Londres de los cafés (y, en consecuencia, el Londres de la agitación intelectual y política), el ligado al Támesis, el del teatro, el de las ejecuciones, el de las prisiones, el de los hospitales y manicomios. Sus acentos y lenguajes, sus inmigrantes, pronto londinenses, sus fiestas, su niebla y su smog, su incesante ruido y su silencio, tan raro de encontrar y tan absoluto entonces (doy fe de ello).
También sus habitantes, que, fueran romanos, sajones, normandos, anglos o británicos, siempre han sido más londinenses que otra cosa, en cualquier época y en cualquier circunstancia.
El Londres mágico y alquimista, el Londres religioso y profano, y siempre ha habido más de profano que de pío; el Londres gobernado nunca se ha sabido bien por quién, tal vez por el mismo Londres (hasta finales del siglo XX no ha tenido alcalde efectivo). El Londres que ha resistido incendio tras incendio, plaga tras plaga, el Blitz de la Luftwaffe y el de las V-1 y V-2, y que resumía entonces la situación por boca de Winston Churchill con un flemático "business, as usual" [negocios, como de costumbre].
¿Por qué un no londinense tendría que leer este libro? Tal vez porque Londres es consustancial al mundo, porque la conocemos bien aun sin haberla visitado. Quien haya leído a Dickens, quien se haya adentrado en la niebla con Sherlock Holmes, quien haya considerado los escenarios de Shakespeare o quien haya visto el imperio victoriano a través de sus casacas escarlata, tiene ya un conocimiento de Londres, aunque no sepa qué coherencias unen todas esas épocas y situaciones. Este es el libro para descubrirlas.
Peter Ackroyd, lo repito una vez más y no me cansaré de hacerlo, es un espléndido novelista que, además, no se sabe por qué impulso, es también un magnífico biógrafo. Sólo lo que ha tenido que leer para escribir este libro es abrumador. Lo que ha andado impresiona todavía más, sobre todo si se tiene en cuenta que ya en 1750 no bastaba una vida para recorrer todas y cada una de las calles de Londres. Pero además está la escritura, la sistematización de lo leído, la cita justa y la claridad de pensamiento. En eso, Ackroyd llega a una cota infrecuente y escribe un libro bello, lúcido y apasionante, tanto como la vida de una ciudad.
(London: The Biography)
Edhasa
Barcelona, 2002 [2000]
Portada y sinopsis
1 comentarios:
Acaban de regalarmelo, y es un gran libro. Pero advierto que la traduccion al español, hecha por Carmen Font, es deplorable. Es la tipica traduccion hecha por alguien que o no tiene sentido común, ó va tan pobre de conocimientos que escribe cosas ininteligibles hasta por sí mismo que "espera" que el lector no se percate. Parece no conocer bien la lengua a la que vierte el original, y te obliga a traducir al traductor. En unas 40 páginas he encontrado - amén de la confusión habitual entre "cemento" y "hormigón", "habitual" entre los legos en temas técnicos que traducen alegremente terminos técnicos - 3 pifias muy llamativas:
- pag 39...."Estrabon describe a un embajador Briton como a un hombre bien vestido..."- ¿"embajador Briton". ¿Briton se llamaba el embajador, o mas bien era "britano"?. ¿Era quizás, el mismísmo mr. Briton que dió origen a toda una nación?.
- pag. 29.- "En 1877, en un ejemplo sublime caracteristico de la ingenieria victoriana, se derribaron 250 metros de un torrente enorme...". Carmen, mujer, está hablando de un curso de agua, un "torrente", ¿quieres explicarnos que es, en ingeniería, "derribar" un curso de agua?. "Derribar" es echar por tierra algo, un edificio ó un puente, por ejemplo...¿Como se "derriba" un río?. ¿No será, mas bien, que CUBRIERON el torrente?. ¿No quedamos en que era un alarde de ingeniería?. Si un "alarde" es una proeza, un logro, ¿como puede ser una proeza "derribar", que se hace a pico y pala?. ¿Estas segura de que sabes el significado de "derribar", "alarde", "torrente", ó "ingeniería"?. Voy a traducirtelo al español, despues de esta cosa intermedia que has pergueñado sin comprender lo que pasó: "cubrieron", que es lo que se hace con los cursos de agua cuando se urbaniza encima....
- pag 27.- Hablas de una "piedra portland" que "posee un lecho en diagonal....". Una descripcion geologica, que tendría sentido si la "piedra portland" estuviera en su sitio, en la tierra, formando un estrato...pero es que no esta así, está cortada y colocada, suponemos que en piezas, bloques o placas, "en el edificio de aduanas del puerto y de la antigua iglesia de St. Pancras...". Esta piedra en piezas no puede "poseer lechos". Es mas simple, en español se dice que "tiene vetas". Los lechos, referidos a la piedra, son geológicos, y las vetas son esas rayitas que sueles ver en el marmol, colocado en placas en el suelo, ó en forma de encimera en tu cocina...
990 páginas entre 40 que llevo, por tres pifias cada 40, hacen unas 75 pifias, incoherencias en las que habrá que pararse, intentando averiguar qué quiso decir Ackroyd, haciendo una especie de ingeniería inversa, te metes en la cabeza de alguien con pocos conocimientos de lo que ha leído, o con pocos conocimientos de la riqueza, y precisión, del idioma que cree conocer perfectamente, y buscas sinónimos de la burrada que decidió poner, aunque sean tan lejanisimos como "derribar" ó "cubrir", y ahí encontrarle el sentido...Total, derribar y cubrir no son las dos cosas que se hacen "en la construcción"?. Este es el nivel nivelazo. Es para pedirles que devuelvan el dinero, o que se comprometan a mandarte gratis una edicion bien traducida, con sus mas sinceras disculpas.
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