Appointment with Eddie, de Charles Beaumont

Cita con Eddie es un cuento inédito (y póstumo) del gran Charles Beaumont. Un nombre ciertamente desconocido por muchos, pero cuyos argumentos son más recordados de lo que se piensa. Aquellos aficionados al programa The Twilight Zone tienen sus episodios favoritos. Si se investiga quiénes fueron los guionistas de estos episodios, no sorprende que aparezcan entre ellos nombres como Ray Bradbury, Richard Matheson o Robert Bloch. Lo que sorprende es que aparezca Charles Beaumont. Y en más de una ocasión.
Este relato podría haber sido un episodio de la serie, si no fuera porque no fue filmado y porque la eficacia de su chiste final es difícil de trasladar a la pantalla salvo que se filmase con cámara subjetiva (el relato mismo está narrado en primer apersona). Pero el espíritu de la serie está presente. La intrusión de lo mágico en la realidad cotidiana; una situación extemporánea, casi increíble, pero que a pura fuerza argumental se convierte en plausible; y una cierta enseñanza moral, matizada en este caso por el humor (como acostumbraba Beaumont; otro de los guinistas de la serie (y creador de la misma), Rod Serling, tenía ese mismo sentido de la moraleja, pero tomado de forma tan trascendente que se volvía edulcorado de tan bienintencionado).
El narrador de cuento, George, es un agente artístico. No es el mejor, ni el más grande, pero resume bien las características de justo ese segmento medio de la profesión. Es algo cínico, pero a la vez ama su oficio. No llega a ser amigo de sus representados, pero se preocupa por ellos más allá de los negocios, y está dispuesto a satisfacer sus caprichos, mientras nos ean demasiado extremos. El dinero es importante, pero para él no lo es todo.
Y su principal representado es Shecky King. Sabe muy bien que Shecky no es más que una burbuja vacía: sus ideas son de otros, al igual que sus chistes y frases, pero su carisma es tal que en televisión es una fiuerza arrolladora. De hecho, acaba de ser votado "personalidad más popular del mundo del espectáculo de todos los tiempos". De modo que George se sorprende al encontrar a Sheck en proceso de pillar una cogorza a base de seis martinis alineados frente a él en la mesa, y con una depresión galopante auxiliando en el proceso. Pero eso no es nada cuando Sheck le pide un favor personal: que le concerte una cita con Eddie, el Barbero. Según parece, el futuro y el mundo de Shecky depende de ello.
Acostumbrado a caprichos raros, George entra en la barbería de mala muerte de Eddie, mientras Sheck espera fuera. Cuando Eddie acaba de cortarle el pelo al vagabundo que era su único cliente, y cobra el solitario dólar por ello, George pide la cita para Shecky King. Sin reconocer siquiera el nombre, Eddie responde que tiene su libro de reservas completo. Mirando a su alrededor, George puede ver que está completo con la mugre, de modo que suspira y ofrece cinco dólares. Veinte. Cincuenta. Cien. Quinientos. Mil. Sin resultado, ni durante el horario comercial ni fuera de él. Derrotado, sale y se lo comunica a Shecky, quien entra e implora, suplica, casi se pone a llorar frente a Eddie. No hay vacantes en las reservas.
Lo siguiente es una crisis neurótico-depresiva de Shecky, y las averiguaciones de George por el mundo del espectáculo. Sencillamente, Eddie es la garantía de futuro. Sin que él te haga un corte de pelo, ningún éxito es perdurable. Y cuando Eddie rechaza un millón de dólares, el destino de Shecky King queda sellado.
No les explicaré el chiste final. Al fin y al cabo, algún día puede ser que el mercado editorial alcance la normalidad, y estas pequeñas joyas se hagan accesibles, pero lo fundamental del relato está expuesto.
Lo destacable de este cuento, además de lo apuntado con anterioridad, es que Beaumont no se empeña en hacernos comulgar con ruedas de molino. Sabe muy bien con qué está tratando, de modo que el hecho de que la magia de Eddie funcione o sea sencillamente una superstición que deriva en un psicosomatismo mórbido le trae sin cuidado; el lector puede escoger su explicación, pero el resultado final es el mismo. Pero también está el hecho de la ironía sobre el mundo del espectáculo, compuesto en su mayor parte de guarnición y con muy poco plato principal, como lo definió en su día un ejecutivo de televisión; y la reflexión sobre el éxito, el precio por alcanzarlo y el precio que se paga por mantenerlo. Shecky no se desespera por no haber alcanzado la cumbre; sufre por creer que ante sí sólo tiene la decadencia. Semejante ambición, que ni siquiera permite disfrutar de un presente glorioso, es una condena peor que el fracaso, nos dice Beaumont.
Es una lástima que este relato quedase en su día inédito. Bien filmado, hubiera sido otro de los episodios memorables debidos a la pluma de alguien no tan bien rrecordado, pero que se merece todo el crédito, Charles Beaumont.

En Demons and Dreams. The Best Fantasy and Horror 2
Legernd / Random Century
Londres, 1990 [1988]
Ed. de Ellen Datlow y Terri Windling

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