25, Agosto 1983, de Jorge Luis Borges
La cantidad de temas que frecuentó Borges en toda su obra y que están incluidos en este relato hacen que, como casi siempre en una obra suya, cualquier estudioso tenga que referenciarlos a otros cuentos para así establecer un cuadro coherente de esos paisajes y temáticas recurrentes.
«Curiosamente el dueño no me reconoció y me tendió el registro». Y allí, en ese registro, con todavía la tinta fresca, está escrito el nombre de Jorge Luis Borges, un Borges más viejo que el que narra y que está allí suicidándose. El tema del doble, presentido en la constante imagen borgiana de los espejos, y desarrollado explícitamente en otros relatos, por ejemplo El Otro, está aquí presente en toda su dimensión, una más trascendente todavía si tenemos en cuenta que se trata de un diálogo entre los dos Borges, el maduro y el anciano, el escritor y el suicida. Pero no es un tema de usurpación. ¿O sí? En algunos momentos el Borges narrador se irrita con su mismo yo futuro, que es lo mismo que irritarse con los manierismos del Borges que escribía este relato, puesto que el Borges narrador es el de sesenta y un años, es decir, el de 1960. Puede chocar al lector que el Borges de 1983 sea un suicida, ya que no se suicidó y murió tres años años después de cáncer. Ante esto sólo cabe especular. Tal vez sí había pensado en el suicidio. Tal vez sólo quiso representarse a sí mismo en lo que hubiese querido ser, aun ciego y sesentón, sobre todo cuando el Borges moribundo profetiza lo que Borges ya debía saber en esa época, por ejemplo que escribiría la obra maestra que habían soñado ambos, y que «Jugué, sin convicción, con el melodramático propósito de destruirlo, acaso por el fuego. Acabé por publicarlo en Madrid, bajo un seudónimo. Se habló de un torpe imitador de Borges, que tenía el defecto de no ser Borges y de haber repetido lo exterior del modelo.
»─No me sorprende ─dije yo─. Todo escritor acaba por ser su menos inteligente discípulo.»
También el tema del hombre que sueña que sueña, en este caso dos hombres que pueden soñar acaso lo mismo en diferentes épocas, o que se sueñan a sí mismos sin saber quién realmente sueña a quién.
Y el sistema metaliterario que establece el autor, puesto que el relato es autorreferencial, con constantes alusiones a que este relato se está escribiendo, o pensando escribir, o ya escrito.
Todo un sistema borgiano temático y estilístico, en suma, una especie de testamento, de ironía casi autoparódica, pero también de reflexión sobre el Borges que, siempre, parecía estar abrumado por el peso de lo cósmico cargado a sus espaldas. Tienen al pie de esta reseña un enlace al texto, de modo que pueden juzgar por sí mismos. Encontrarán uno de los grandes relatos de la última etapa del maestro, con toda la densidad de pensamiento que acostumbra, pero también con esa facilidad de escritura, que proporciona una falsa sensación de sencillez, y que hace que su lectura sea enormemente simple. Pero nunca simplista.
En Veinticinco Agosto 1983 y Otros Cuentos
Eds. Siruela, col. La Biblioteca de Babel
Madrid, 1983 [1983]
Texto de 25, Agosto 1983
2 comentarios:
¿Existe realmente esa obra maestra que se menciona en la ficción?
Hola, Anónimo:
No. Borges era un fabulador total, y probablemente se subdividía a sí mismo en este relato, en el que aparecía como él mismo y su reflejo futuro.
De hecho, Borges no escribió nunca una novela (y precisamente un blog amigo acaba de publicar las palabras de Borges al respecto:
http://pajarossinpatas.wordpress.com/2013/09/17/por-que-borges-no-escribio-una-novela/
que es lo que se estila para alcanzar la grandeza (aunque estaríamos de acuerdo en que hay relatos de Borges que son inmortales, y en ese sentido podríamos decir que sí, que acabó escribiendo esa obra maestra).
En cualquier caso, lo que importa es el juego, el doble, la mirada sobre sí mismo, las aspiraciones y el juego metaliterario...
Gracias por el comentario, y un saludo!
Publicar un comentario