Nadelman's God, de T. E. D. Klein

En The Mammoth Book of Short Horror Novels
Robinson Publishing
Londres, 1988 [1985]
Ed. de Mike Ashley

Esta novela ganó el World Fantasy Award 1986 a la mejor novela corta. Y lo que nos trae el bueno de "Ted" Klein con ella es una historia, moderna, literaria y a buen paso, sobre el poder de la fe y sobre los peligros de la infatuación filosófico-literaria.
El relato se inicia con la visita de Nadelman y la que años más tarde será su esposa a un club S&M ocultista de mala muerte. Ya hemos dicho que el estilo es moderno, y este estilo conlleva una aproximación escéptica, irónica, racionalista, a lo sobrenatural; una aproximación "tongue in cheek" muy anglosajona. «Había una lección que extraer de aquella gente en el bar, y Nadelman no se había mostrado lento en aprenderla. El mundo, había descubierto, estaba lleno de gente amarga, solitaria y patética. Eran básicamente buenas personas, la mayoría, merecedoras de simpatía; merecedoras incluso de respeto. Pero muchos de ellos ─especialmente la especie que reclamaba poseer la sabiduría celestial, el poder preternatural, el conocer los atajos mágicos en las leyes del universo─ no eran la clase de gente que quería tener como amigos. [...] Para demasiados de ellos, lo oculto sólo era un puente entre la cosmología y el sexo extravagante. Eran, en una palabra, chiflados».
En cualquier caso los años pasan, Nadelman se convierte en un publicitario de éxito, con una vida estable, y un día uno de sus compañeros de instituto, ahora promotor musical, le pide permisa para adaptar uno de los poemas de Nadelman publicados en la revista de la escuela como letra de un grupo de heavy metal. Permiso concedido, unos pocos dólares de derechos, la canción no llega a ser un éxito ni se convierte en disco sencillo. Asunto olvidado. Hasta que un día le llega a Nadelman la carta de un fan. Es ciertamente una carta extraña, y Nadelman la responde con cierta displicencia, pero su llegada aviva la curiosidad, de modo que revuelve una maleta llena de viejos papeles y encuentra ese boletín, y comprueba, como ya temía, que el poema era un pastiche pretencioso con ideas del Kubla Khan de Coleridge, el Melmoth el Errabundo, y Swinburne, con toques de The Monster from the Black Lagoon, todo ello sobre el tema de la democión de Dios y la creación de un dios nuevo.
Las cosas se ponen peliagudas cuando las cartas y llamadas de ese admirador se hacen más insistentes y parece que esté construyendo la efigie de ese dios siguiendo las instrucciones que Nadelman daba en el poema. Y que esa efigie puede ser que esté tomando vida, además de cuerpo.
La aproximación de Klein (o, más bien, de Nadelman) a la teogonía parece ser una, si no atea, sí por lo menos teísta: Dios, en efecto, creó el universo, pero el puesto está vacante, y ya que estamos en un universo cruel, se puede contruir un reemplazo, un dios que reine sobre esta crueldad.
Todo muy adolescente pero muy real, sobre todo para los estudiantes anglosajones, que pasan por los grandes clásicos del  romanrticismo, el malditismo y el decadentismo, de todo desde Blake, Shelley y Byron hasta Baudelaire y Huysmans.
Pero el gran mérito de Klein es llevar esta historia hacia un crescendo tensionado y medido, en un relato irónico de principio a fin, pero que cumple con los cánones del género y además tiene una aproximación temática original donde las haya.

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