La Lista de Schindler, de Thomas Keneally
En el caso de este libro, la sombra de la película de Spielberg es muy alargada, y es inevitable caer bajo ella. Lo comentaremos más adelante, pero por el momento ciñámonos al texto novelístico.
Porque La Lista de Schindler es una novela, aunque conforme avanza la lectura vamos comprobando que apenas es una novela. Es una cuestión de elección de la forma narrativa, y Keneally la realiza, según nos explica en el prólogo, «porque el oficio de novelista es el único al que puedo alegar derecho [y] porque la técnica novelística parece apropiada para un personaje de la ambigüedad y magnitud de Oskar. Sin embargo, he procurado evitar toda ficción, que sólo empañaría el relato, y también distinguir entre la realidad y los mitos que suelen rodear a los hombres de la envergadura de Oskar».
Es apenas una novela porque Keneally prefiere, dado el caso, no reconstruir nada, sino relatar, citar en muchas ocasiones, los testimonios. Es novela porque Keneally, sin duda, se sentía sobre terreno poco firme asumiendo el papel de historiador. Pero también esta indefinición entre lo construido y lo real refleja esa palabra que aparece, ni más ni menos que en la primera página del libro, como es la de "ambigüedad".
Me parece ocioso ponerles al corriente de la historia que trata el libro, la del industrial Oskar Schindler, que persiguió y obtuvo permiso para montar una fábrica de esmaltados en Cracovia, operada con mano de obra judía extraída del gueto primero, y del campo de trabajo (un grado de operatividad, pero no de finalidad, que diferenciaba ese campo de los de exterminio) después. Y de cómo Schindler logró salvar de la aniquilación a esos judíos y les dio un trato humano (por lo menos, dadas las circunstancias) aun a costa de un riesgo personal enorme.
La curiosidad por la lectura de este libro surge precisamente de la aureola de casi santidad que la película proporcionaba al personaje de Oskar, una aureola que no siempre era coherente con lo que el fim explicaba. En el libro, las cosas son un poco diferentes.
El mismo Keneally descarta muchas de las leyendas inverificables (o a veces improbables o imposibles) que los supervivientes de Schindler relatan. Las justifica diciendo, muy atinadamente, que un grupo de personas sometido a esas circunstancias extremas crea, casi instintivamente, su propia cosmogonía y la mitología correspondiente. Se refiere con certeza sólo a lo que ha podido comprobar o ha sido corroborado por testimonios independientes entre sí, y novela sobre algunos de estos hechos cuya fuente es documental y no física, aportando entonces una versión novelada sobre el hecho. En otras ocasiones, simplemente extiende las manos con impotencia, señalando que no existen ni hechos ni datos sobre un determinado episodio.
Entendámonos, considero a Oskar Schindler un héroe. Sé muy bien qué se jugaba dando un trato de favor a los judíos enmedio de la burocracia de los campos de exterminio, y mucho más cuando, al final, no los abandonó y, en cambio, veló por su supervivencia «hasta cinco minutos después del fin de la guerra». Esto último es particularmente importante; dar un trato humano a sus trabajadores esclavos era algo grande, pero mantenerse junto a ellos para protegerlos en lugar de huir va más allá de lo que la mayoría de candidatos a ser procesados como criminales hubieran asumido.
Sin embargo, Keneally concuerda conmigo en la ambigüedad del personaje, lo cual me lleva a hablar de la versión fílmica. Spielberg muestra un Schindler "convertido" a la causa, catendo del caballo (y visualmente, casi no es una metáfora) contemplando la primera aktion contra el gueto de Cracovia. En Keneally esto no es tan evidente, y aún después de leído el libro me queda la pregunta de cuándo Schindler quedó convencido de la malignidad fundamental del sistema nazi. No existe, ni en Keneally ni en los testimonios en los que se basa, tal cosa como el discurso final de Schindler en los términos en los que lo expone Spielberg (una escena que, por histriónica, ya provocaba cierto sonrojo e incredulidad al verla). En suma, Spielberg ejerce una mirada concreta, a lo cual sin duda tiene derecho, si no fuera porque, en el caso del Holocausto, los hechos llevan mayor convicción, a la larga o a la corta, que las fabulaciones, por muy bellas y emotivas que éstas puedan ser.
Visto y leído lo cual, me quedo con Keneally. Si bien no descifra (ni creo que se pueda descifrar jamás) la personalidad de Schindler, sí ejerce su cometido con lo que a veces parece frialdad, pero que creo es la máxima objetividad posible. Cuando menos, emprende un difícil viaje en busca de la verdad. Que la encuentre sólo parcialmente ya no es culpa suya, sino de la falta de testimonios y documentos verificables. En cierto sentido, esto hace más justicia a Oskar Schindler que otra cosa. El ser humano puede ser, como nos tememos, una bestia. El mérito de Schindler fue abjurar de esta bestialidad mucho antes que otros. Aunque quede la incógnita de saber exactamente cuándo.
(Schindler's Ark)
RBA / Edhasa, col. Cine para leer
Barcelona, 1994 [1982]
Muestra de los tiempos actuales, el libro está descatalogado en España.
2 comentarios:
Sin duda, leeré este libro. Bien sabe Lluís que soy defensora de la versión de Spielberg, por muchas razones. Aunque está claro que la ambigüedad que tuvo el personaje real no es tan patente en la película sí posee ésta de una poesia visual y una puesta en escena impecables, para mi gusto. Dicho lo cual, me interesa mucho conocer más sobre el Oskar real. Su vida. Sus motivos. Y si hubo o no intención expresa de salvar a esos judíos, de protegerlos del tsunami nazi. Siempre he querido encontrar luces en ese momento de la historia. Un atisbo de honestidad y de valentía. Y conocer las razones de tanta locura. Es posible que esa búsqueda sea en vano...
Un abrazo Lluís.
Hola, Siana:
La poesía, visual o no, ya es un mensaje en sí mismo. Y si bien es justo que Spielberg escoja la mirada que va a tener sobre el personaje, insisto que en temas del Holocausto cuantos menos adornos mejor es para la verdad.
Y respecto a los verdaderos motivos de Schindler, ni leyendo el libro lograrás sacar el agua clara. Como decimos aquí, contado y debatido todo, sólo podemos aceptar lo evidente: que Oskar Schindler salvó a los judíos que trabajaban en su fábrica, y que eso es un hecho loable. Las motivaciones que tuviera o cuándo dejó de ejercer de "patrono bueno" para convertirse en un activista antiexterminio, no las sabremos jamás. De ahí que Keneally y yo mismo gustemos del término "ambigüedad" para referirnos a este hecho.
Y otra cosa, que creo ya comentamos: la famosa frase "quien salva a un ser humano salva el mundo" es mucho menos destacada en libro que en la película. Y, si vamos a ella, por mucha razón que tenga la frase, como buen aforismo tiene su carga de mentira. Todos los nazis enjuiciados tenían "su" judío al que salvaron. Si esa frase, filosóficamente hermosa, se hubiera hecho doctrina legal, hubieran sido absueltos todos.
Un abrazo!
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